viernes, 25 de abril de 2014

Después de Girón.

Por Esteban Fernández.

Acto seguido del fracaso de Playa Girón vino la hecatombe. Simplemente les cuento lo que pasó en mi entorno después del descalabro de la invasión. Y muchas veces he notado al paso de los años, que todo lo que sucedió en mi terruño estaba siendo simplemente una copia de lo que ocurría en el resto de la nación que iba a paso de conga hacia la esclavitud.

De madrugada se sintieron disparos lanzados al aire y gritos de “¡Viva Fidel y Viva la Revolución!”. Eso me dio mala espina porque hasta ese instante los miembros de los Comités lucían amedrentados y quitando los carteles y consignas de sus puertas. Y esa euforia colectiva de los esbirros me dio a entender que habían sido informados de la victoria castrista en Bahía de Cochinos.

Esa noche sentí inmediatamente una gran tristeza y una abrumadora decepción. Desde luego, esa desilusión no me llevó, como a muchos, a traicionar mi sincero anticastrismo.

Si haber perdido esa oportunidad de ser libre era frustrante peor fue la actitud asumida por una tonga de descarados. Ya el próximo día al salir para la calle noté que determinadas personas con las cuales siempre compartía mis críticas contra la recién instalada dictadura al saludarlos me daban “de lado” y esquivaban responder a mi saludo. Hasta evitaban mirarme a los ojos.

Tremenda sorpresa que recibí cuando dos días después iba caminando por la calle Pinillos y me topé con un “amigo” considerado por mí como un furibundo anticastrista y de pronto pude verlo de completo uniforme de las milicias con una metralleta checa en sus manos. ¿Había sido un infiltrado? No lo creo, era un simple oportunista. Nos ignoramos mutuamente. Yo estaba muy bravo y él lucía apenado. Mucho tiempo después nos encontramos en Miami y yo actué como si nunca lo hubiera visto en mi vida.

Los ingresos en las milicias rompieron récords y miles y miles de compatriotas comenzaron a iniciar los trámites para abandonar a Cuba. Inicialmente yo consideré un grave error salir del país pero mis padres me convencieron que era la opción correcta para mí.  Eso o la cárcel.

La presentación de algunos brigadistas por la televisión ayudó a que la derrota fuera más amarga. Dios bendiga eternamente a Felipe Rivero, Teo Babún, Carlos Varona, Tomás Cruz y a varios más que lograron levantarnos la moral.

Fidel Castro nos dio la razón a quienes considerábamos que la revolución era comunista y no “tan verde como las palmas” como sostenían los apapipios. Rugió la bestia: “Somos marxistas leninista y lo seremos hasta los últimos días de nuestras vidas”… Y todo el estiércol ambulante de la nación respondió: “¡Si Fidel es comunista que me pongan en la lista!”.

Los principales líderes internos de la verdadera oposición fueron pasados por las armas en La Habana. Fueron llegando a mi pueblo los güineros que habían sido apresados como Marianito Domínguez, José Ángel Goiriena Lima, Alejandro Asís, el Padre Emilio Vallina, Efrén Besanilla Vargas y muchísimos más. Venían sucios y barbudos. Los recibimos como héroes. Algunos como Eddy Carreras y Gerardito González, entre otros, se quedaron encerrados por largos años.

Exactamente 16 meses más tarde abandoné aquel infierno gracias a los trámites realizados por mi amigo Milton Sorí y por las hermanas Moraima y Madeleine Labastilla. Atrás quedaron muchos patriotas y muchísimos H.P. Hoy en día a Tirios y Troyanos nos los podemos encontrar haciendo los mandados en cualquier Sedano.

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