Por Iván García.
Con un mes de antelación, desde Valencia, España, José María, su esposa y dos hijos habían rentado por internet dos habitaciones para seis noches en el hotel Riviera, frente al malecón habanero.
“No hubo manera de alquilar un auto. Nuestro plan era estar seis días en la capital y un fin de semana en Varadero. Amigos de la familia nos habían hablado de las bondades del clima en la isla, sus bellezas naturales y sobre todo de la gente. Pero la realidad fue bastante dura”, expresa José María mientras bebe un jugo de fruta bomba en la cafetería del hotel Inglaterra, situado en el corazón de La Habana.
Y enumera las dificultades. “El aeropuerto es una tortura. Sucio, con un mal olor terrible y la aduana, más lenta imposible. Ni en la terminal aérea ni en ninguna parte de la ciudad pudimos rentar un auto. Un taxi nos cobró 45 euros hasta el hotel. El hombre ni siquiera prendió el taxímetro. En el Riviera nos habían reservado solo una habitación con tres camas, pues pensaban que viajábamos con niños pequeños. No tenían más habitaciones disponibles. En el cuarto había cucarachas y el aire acondicionado apenas funcionaba”, narra el turista español.
A la mañana siguiente se trasladaron al Inglaterra. “El servicio era igual de malo y hubo que cambiar dos veces de habitación pues en una no funcionaba el calentador de agua y en otra estaba averiado el televisor. Fuera del hotel es penoso lo que ves. Excepto un tramo de la Habana Vieja, bien restaurado, la capital cubana se cae a pedazos. La mayoría de las personas son amables, pero asusta la cantidad de tunantes y prostitutas que te encuentras por metro cuadrado”.
En Varadero el hotel era mejor. “Pero la comida ofrecida en el ‘todo incluido’ era un asco. El personal trabaja sin deseos, como si estuviesen castigados”, señala José María
Situaciones como las vividas por el turista español y su familia en La Habana y Varadero son frecuentes en Cuba. La industria turística es la tercera economía de la Isla, detrás de la exportación de servicios médicos y el envío de remesas desde el exterior.
En 2014, por concepto de remesas se facturaron más de dos mil setecientos millones de dólares. Cuba dispone de 62 mil habitaciones de hoteles. A esa cifra súmele 19 mil cuartos en casas y hostales privados.
Este año, tras el sorpresivo anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el flujo de turistas creció de manera espectacular. Se espera cerrar 2015 con tres millones y medio de visitantes, un 18% por encima del año anterior.
Es probable que las cajas recaudadoras del régimen ingresen más de tres mil millones doscientos mil dólares. El panorama del turismo en Cuba es halagüeño.
Para 2020, se espera construir 23 mil habitaciones. Solo Gaviota, corporación regida por militares, planea edificar 14 mil. Actualmente, Gaviota es el cuarto grupo hotelero más grande de América Latina y dentro de cuatro años se vaticina que ocupe el segundo lugar.
Pero el meollo del crecimiento turístico en la Isla no pasa por la falta de habitaciones. Es más un asunto de mala gerencia, falta de suministros, baja productividad y pésimos servicios.
Añádale una infraestructura que no recibe el mantenimiento adecuado. Ariel Terrero, periodista oficial especializado en temas económicos, en Cubadebate, escribió un minucioso artículo (http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/12/15/crujen-las-costuras-del-turismo-en-cuba/#.VnvnyPnhDcs) sobre las deficiencias de la industria turística en Cuba.
Un profesor universitario especialista en turismo, le dijo a Terrero que a pesar del crecimiento de visitantes, la ocupación hotelera no llega al 60%. ¿Por qué entonces no hay cuartos disponibles en la actual temporada alta en La Habana o Varadero?
Todo pasa por un asunto de gestión. Según el reportero, hoteles como el Habana Libre tienen un gran número de habitaciones cerradas esperando reparación.
Jorge, carpetero, apunta que “los hoteles con más de diez años de explotación tienen un quince o veinte por ciento de cuartos sin usar por roturas que demoran meses en reparar”.
A pesar de ser el turismo una industria priorizada por el Estado, las empresas encargadas del mantenimiento no disponen de autonomía para importar herrajes, equipos e insumos.
“El dinero que ingresa el sector lo maneja la caja central del Estado. Los hoteles donde el socio es extranjero o el propietario es una firma de renombre como Meliá, cuentan con mayor autonomía de gestión. Pero el resto depende de autorizaciones de ministerios estatales. Y debido al cáncer del burocratismo, hasta diez meses puede demorar la reparación del sistema de aire acondicionado de un grupo de habitaciones o el drenaje hidráulico”, acota Sergio, jefe de una cuadrilla de mantenimiento en centros turísticos.
¿Cuenta Cuba con una infraestructura adecuada para acoger un hipotético crecimiento de cinco millones de turistas en 2016 o 2017?, pregunté a un ex gerente de la corporación Gran Caribe.
“No lo creo. Y no es por falta de habitaciones. Sucede que en Cuba se piensa solamente en construir, pero después no se planifican las inversiones de mantenimiento. Un hotel es más que una habitación, desayuno o comida. Se debe complementar con el servicio de rentar autos, internet de calidad suministrado por ETECSA, una buena programación cultural dentro de la instalación y actividades extra hoteleras como visitas a museos, cabarets y lugares históricos”.
En una ciudad como La Habana, con las calles en mal estado que le dificulta a los turistas conducir coches sin GPS, deficiente señalización de calles y avenidas, escasas y lentas conexiones a internet y pésimo servicio del transporte público, el ex gerente opina que “es difícil que los visitantes regresen. Porque el quid de este negocio no es que usted venga una vez, sino que vuelva”.
Cuando se explora en sitios como Tripadvisor, uno se entera del alto número de experiencias negativas en los comentarios de extranjeros que han viajado a la Isla. Otros, como el valenciano José María, ya borró a Cuba de su mapa turístico.
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