Por Esteban Fernández.
Existe la creencia errónea de que la inmensa mayoría de los cubanos apoyaron al peor de los dragones a llegar al poder absoluto. Mentira, lo cierto es que muchos simpatizaron con quien consideraron “un patriota” y resultó ser el más terrible y malvado de los mal nacidos en la Isla.
Fidel Castro dijo una sola verdad: “Si yo hubiera aclarado que era comunista y hubiera dicho públicamente mis verdaderas intenciones jamás hubiera llegado al poder”.
¿Qué era lo que el 95 por ciento de los cubanos sabíamos de este hombre? Nada. Había un cinco por ciento -gracias a Dios entre ellos mi padre- que lo caló bien, mientras para el resto de la población era un desconocido un mes antes de atacar al Moncada. A lo que decían los batistianos sobre él -Otto Meruelo, Luis Manuel Martínez, Alberto Boix Comas etc.- le hacíamos caso omiso.
De lejos todo parecía muy bien, era un joven prácticamente acabado de cumplir los 27 años, recientemente graduado de abogado, había estudiado en el colegio católico de Belén (por lo tanto, mis compatriotas lo consideraron ser religioso) casado con una joven de la mejor sociedad de Santiago de Cuba y su padre era rico. Casi nadie se enteró de que como letrado prácticamente nunca ejerció, que era ateo, que su padre era un tránsfuga cuatrero y la fortuna la había conseguido a base de malas mañas y trampas, y que a Mirta Díaz Balart la estaba traicionando con Naty Revueltas.
Mientras los cubanos llegaron a la plena conclusión de que los líderes políticos del país (Prío, Grau, Márquez Sterling, Pelayo Cuervo, Roberto Agramonte) no iban a dar al traste con el régimen de Batista, este tipejo realiza dos actos osados -ataque al Moncada y desembarco en Playa Colorada- lo cual le hace pensar a la mayoría de los cubanos que se trataba de un bravo.
Muchos años nos llevó a los estudiosos de la materia enterarnos de que en ambas cosas fracasó, corrió y se acobardó.
A pesar de todos esos errores de apreciación, de la creencia errada de que se trataba de un héroe, la inmensa mayoría de los cubanos no lo apoyó. Los miembros del Movimiento 26 de Julio eran una minoría, y el Ejército Rebelde eran unas fuerzas tan raquíticas que hubieran sido bajadas a sombrerazos de la Sierra si Batista se hubiera verdaderamente esforzado en hacerlo.
Al contrario, lo que hizo Batista fue abandonar el terrero, y dejarle el paso abierto a este farsante. Fidel Castro no ganó una guerra, Batista se la regaló.
Y ahí es donde el engaño se acrecienta, logra que lo presenten como un salvador de la patria, subrepticiamente elimina a la competencia (Directorio, Segundo Frente, Organización Autentica) y para tupir a todo el mundo forma públicamente un Consejo ficticio de Ministros que en realidad no tiene ni voz de voto, y declara presidente a una persona decente.
Ya antes de llegar a La Habana manda a sus dos principales testaferros -Camilo y el Che- a tomar las fortalezas militares del país.
Cierto que, al ser erróneamente considerado como el ganador de mil batallas, al exponerlo la revista Bohemia como el nuevo Jesús de Nazaret, al ponerlo -poetas, cantantes y escritores- como el nuevo José Martí, muchos de buena fe y millones de oportunistas se lanzaron a idealizarlo. Esto unido a su verborrea incansable y al histrionismo de este tremendísimo hijo de Satanás.
Poco a poco las personas decentes fueron dándose cuenta de su suprema maldad, pero ya era demasiado tarde, se había cogido al país.
Los patriotas se lanzaron en una lucha desigual y desesperada tratando de salvar a Cuba. Y ahí pudimos constatar su falta total de escrúpulos capaz de asesinar a miles de sus compatriotas y lanzar a los mejor del país a inmundas prisiones, y lograr que millones tuvieran que abandonar su tierra
Quede muy claro que el monstruo llegó al poder a través del engaño, pero ese enorme fraude tuvo un límite de tiempo, y todos los que se quedaron apoyándolo indefinidamente (que quizás hayan sido millones de mini monstruos) yo los considero tan hijos de putas como él.
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano:
A finales de 1958 el dictador dominicano (de ascendencia cubana) Rafael Leónidas Trujillo le ofreció a Batista, mediante su embajadoren Cuba Porfirio Rubirosa, acabar con Fidel Castro y sus rebeldes con la acción combativa de las experimentadas y aguerridas tropas dominicanas que habían aplastado en las montañas de República Dominicana los diferentes focos guerrilleros que en determinados momentos existieron; tropas dominicanas que después aplastarían la invasión Castrista comandada por el Comandante castrista Delio Gómez Ochoa y un dominicano cuyo nombre ahora no recuerdo en junio de 1959, pese al apoyo en aviación y la marina de los Castro. Batista rechazó la oferta pues no quiso tener tropas extranjeras en Cuba.
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