Por Iván García.
En el parque Córdoba de la Víbora, a veinticinco minutos en automóvil del centro de La Habana, un grupo de adolescentes con camisetas de diferentes clubes europeos, infringiendo las normas del confinamiento, juegan fútbol con un balón medio desinflado.
El sol primaveral luce radiante, recortado sobre el cielo capitalino, y el esfuerzo físico del sprint, las gambetas y los disparos a una destartalada mesa escolar transformada en portería, provoca que el sudor empape las desteñidas camisetas piratas de Mbappé, Messi, CR7 y Neymar.
Desde una esquina del parque, Leonardo enfila con su bicicleta china hasta la improvisada cancha para vender tamales a 20 pesos y bocaditos de helado a 15. También tiene jugo de guayaba y piña a 5 pesos, envasados en pomos pequeños de agua mineral. En un carretón acoplado a la parte trasera de la bicicleta tiene la nevera con el helado y los jugos. Los tamales, para mantenerlos calientes, los lleva en un termo.
Los muchachos paran el juego para comprar tamales, jugos y helados. Leonardo intenta mantener la distancia. “Chama, que si nos coge la policía la multa no baja de dos mil cañas (pesos). Pónganse el nasobuco”, insiste. Luego se sienta en un banco del parque a contar el dinero de las ventas. Desde la nueve de la mañana recorre gran parte de los municipios Arroyo Naranjo, Diez de Octubre y Cerro vendiendo jugos, bocaditos de helado y tamales.
“La cosa está que arde. Y este bisne es al pecho (ilegal). Hay días que me busco hasta 600 pesos. Hace un año estoy sin pincha (desempleado), el hotel donde trabajo está cerrado, no hay turismo. Algunos trabajadores están ayudando en la reparación del hotel. A otros lo mandaron para la agricultura o de estibador en una empresa. Los que quedamos interruptos estuvimos al 60 por ciento seis meses, posteriormente nos ofrecieron ser custodio en un hospital. Pero lo rechacé. Cuando reabra el hotel me vuelven a llamar, ese fue el trato. Los salarios en turismo son muy bajos”, explica Leonardo.
Después de la exportación de servicios médicos y las remesas familiares, la tercera industria en Cuba es la turística. «Sin embargo, mi sueldo era de 300 pesos mensuales (12 dólares). Con la tarea ordenamiento me lo subieron a 2,600 (104 dólares). Pero como no he trabajado aun no lo he cobrado. Estoy manteniendo a mi familia con el ‘invento’. Lo mismo vendo tamales que pacotilla traída de afuera. Estoy doce y trece horas diarias en la calle, buscando el baro (dinero). Lo que consigo apenas alcanza para comer. Mis tres hijos, mi esposa y mi suegra siempre tienen hambre. Cuando regreso a la casa, me están esperando para comerse los tamales y tomarse el helado que sobra”, confiesa y añade:
“Este año de pandemia ha sido bien jodido. En turismo, los días que trabajaba, me buscaba entre 40 y 60 dólares, además de comida. Si un turista quería un chico o una chica, igual. Yo era el tipo de los mandados. Con ese billete pude reparar mi casa y comprar electrodomésticos, dos televisores de pantalla plana y aires acondicionados en los tres cuartos. Pero ahora ando pasmado y no me alcanza para pagar la cuenta de electricidad. Mis hijos duermen en un solo cuarto para ahorrar, y mi suegra, mi esposa y yo nos refrescamos con el ventilador. Lo peor es que no tengo familia en la yuma ni nadie que mande un puto dólar. Tengo que inventar en la caliente. Si esta pandemia dura un año más mucha gente va a tener que tirarse pa’la calle. O ahorcarse. El gobierno cada vez aprieta más la soga en el cuello a los cubanos”.
Ihosvany, cajero de un hotel, apunta que cuando llegó el “coronavirus tenía unos cuatro mil dólares ahorrados. Llevo casi treinta años trabajando en turismo. Gracia al ‘invento’ pude comprarme un carro y una casa. Para como se vive en Cuba, era de clase media alta. A mis dos hijos y mi esposa no les faltaba nada. Desayunábamos, almorzábamos y comíamos. Y no precisamente arroz y frijoles. Pero por la pandemia el hotel cerró. Estuve tres meses cobrando el 60 por ciento, imagínate ganaba 500 pesos y cobraba 300. El salario para mí era simbólico: se me olvidada cobrarlo o lo donaba a Salud Pública. El billete gordo estaba en otra parte. Después de tres meses, la empresa me propuso escoger entre ayudante de cocina en un hospital, trabajar en una lavandería de un centro de aislamiento o en la fumigación. Estuve un mes de ayudante de cocina. Pero tremendo gorileo pa’ buscarse tres quilos. Me fui para la casa sin cobrar salario hasta que se reanude el turismo. En cuatro meses derretí todos los ahorros. Ahora sobrevivo haciendo mensajería en negocios privados o como taxista de Cuber. La estoy pasando negras”.
De los más de 73 mil trabajadores de turismo, “alrededor de 15 mil están interruptos”, dice a Diario Las Américas una funcionaria del Ministerio del Turismo. “A los fijos, se les ofreció diferentes plazas. Los que no quisieron esos empleos se fueron para su casa sin cobrar salario. Muchos contratados también quedaron interruptos. Pasaron a la bolsa. Cuando se reinicie el turismo, si se necesita contratar empleados, se les llamaría”.
Un empleado del hotel Packard revela que la administración española le paga a la entidad empleadora del régimen un porcentaje en divisas para los trabajadores interruptos. “Pero las entidades militares que manichean el turismo en Cuba, se quedan con el dinero. Me han dicho que es el equivalente a 200 o 300 euros por trabajador. El gobierno te manda para la casa y no te paga ni un centavo”, señala.
Al analizar las consecuencias económicas de la pandemFAia en el continente, el caso de Cuba se ponía como ejemplo de una nación cuya industria turística se vio prácticamente colapsada. «Un informe conjunto de la Sociedad de las Américas y del Consejo de las Américas, señala que la Isla apenas recibió 1 090 000 turistas en 2020, un decrecimiento del 74,6% con respecto a 2019. Cuba exhibe la cuarta peor caída porcental de todo el continente, solo superada por Argentina, Guatemala y Chile», se reportaba el 22 de marzo en CubaNet.
Debido al rebrote del Covid-19 en el país, el número de contagiados fluctúa entre 600 y 1000 casos diarios. Según diversos analistas, el turismo internacional no se recuperará en Cuba hasta dentro de dos años. No obstante, la autocracia verde olivo continúa la construcción de hoteles en polos turísticos diseminados por toda la geografía nacional, sin importarle el déficit habitacional, que supera el millón de casas y el desabastecimiento de materiales de construcción, donde una simple bolsa de cemento puede costar mil pesos en el mercado negro.
Uno de los cuatro hoteles de lujo que actualmente se levantan en La Habana, está emplazado en Malecón y Calle B, Vedado y será inaugurado en 2021. En los últimos diez años, según investigaciones del reportero independiente Julio Batista de Periodismo de Barrio, las empresas militares, invirtieron más de 19 mil millones dólares en la construcción de hoteles y centros turísticos. De acuerdo a estadísticas oficiales, el turismo ingresa alrededor de tres mil millones de dólares anuales. Pero sus trabajadores se encuentran entre los peor pagados del país.
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