sábado, 11 de marzo de 2023

Cuba y “La nueva clase”, un retrato del castrocomunismo.

Por Alberto Méndez Castelló.

El destino de los seres humanos y de las naciones suele tener orígenes misteriosos. La agonía que vivimos hoy los cubanos y desde hace décadas no está exenta de esos enigmas. Triste es, por nuestro analfabetismo político, que en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en Cuba tuvieran cabida las ideas socialistas cuando en el mundo civilizado tenía lugar una denuncia internacional contra los horrores del comunismo y sus hacedores, quienes, mostrándose cuales personas honestas, no eran sino prosaicos charlatanes.

Justo cinco días antes de que Fidel Castro y otros 81 expedicionarios zarparan desde Tuxpan en el yate Granma  -comprado con dinero donado por el derrocado expresidente Carlos Prío para venir a Cuba supuestamente a restablecer el orden constitucional, quebrantado por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952- era detenido en Budapest por la policía política Milovan Djilas, exvicepresidente de Yugoslavia, ideólogo del partido comunista y amigo personal y de lucha del mariscal Tito.

Djilas fue juzgado y condenado a siete años de prisión el 5 de octubre de 1957 por escribir y publicar en agosto de ese año, "La nueva clase", libro que The New York Times calificó como “el análisis más perspicaz del comunismo moderno”, que “desenmascara la esencia de la tiranía y el fraude comunista”; y que Life, en un artículo del analista en cuestiones soviéticas Edward Crankshow, llamó “el más demoledor documento anticomunista que jamás se haya escrito”, pues, en denuncias de latitud y hondura extrema, en su libro decía Djilas: “En el sistema comunista la inseguridad es el ambiente en que vive el individuo. El Estado le da la oportunidad de que se gane la vida, pero con la condición de que se someta”. Y… ¡¿Cuánto han sufrido los cubanos ese oprobio desde 1959 cuando inició la dictadura castrista hasta el día de hoy?!

Personalmente me pregunto cómo si despreciando el totalitarismo soviéticodesde su raíz hasta sus frondas, artistas, intelectuales, periodistas, desde Herbert Matthew y Ernest Hemingway hasta una ristra de premios Nobel, y llegando hasta pensadores y políticos de nuestros días, simpatizaron, simpatizan y hasta son conniventes con la dictadura castrocomunista, sabiendo, como supieron y saben todos, que aplauden actos de forajidos.

No como en afirmaciones publicadas en 1957, sino como si ahora mismo, transcurridos ya 22 años del siglo XXI estuviera retratando a todos los comisarios del Partido Comunista de Cuba, a sus generales, testaferros y correveidiles, en La nueva clase, con pleno conocimiento de lo que escribió por haberlo vivido, Milovan Djilas dice: “Cuando triunfa el comunismo produce una nueva clase de amos y explotadores formada por aquellos que gozan de privilegios especiales y preferencias económicas en el monopolio administrativo”; y añade el autor un hecho concreto, sobre el mayor de los males de la dictadura comunista, que tiene en sus manos “el monopolio de la propiedad, la ideología, y el gobierno”, privilegios que sufrimos los cubanos todos los días, pero así y todo, los comunistas disfrutan un mayorazgo mucho mayor: “El monopolio que establece la nueva clase en nombre de los trabajadores sobre el resto de la sociedad es, ante todo, un monopolio sobre la misma clase trabajadora”.

El monopolio del Partido Comunista lo sufrimos los cubanos desde que nacemos hasta que morimos; lo vemos todos los días cuando los burócratas establecen precios para las mercancías producidas por los campesinos, cuando disfrazan a los médicos de “cooperantes” internacionales, y, sobre todo, lo vemos cuando los padres no pueden escoger qué educación dar a sus hijos, porque, todavía sin discernimiento, en las escuelas los niños son obligados a decir que serán “pioneros por el comunismo”.

“Ningún otro sistema ha provocado nunca tan profundo ni tan general descontento… es un descontento total, en el cual se esfuman gradualmente todas las diferencias de opinión política: sólo subsisten la desesperación y el odio. El espontáneo disgusto de millones de gentes con los detalles de la vida cotidiana es una forma de resistencia que el comunismo no ha sido capaz de sofocar”, escribió Milovan Djilas en 1957. Esto es, ni más ni menos, lo que ahora mismo estamos viviendo los cubanos.

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