Por Aimée Cabrera.
El Instituto Nacional de la Vivienda (INV) tiene entidades municipales en las cuales la impunidad se viste de gala, bajo las formas más abiertas de corrupción, en caso de que el necesitado tenga suficiente dinero para apaciguar la avaricia de funcionarios y funcionarias que no se miden con sus tarifas privadas.
Cómo poder llevar un tren de vida que incluye oro por todas partes: brazaletes, aretes, dientes, manillas, uñas postizas en las manos y en los pies, todos los días un ajuar distinto en combinación, almuerzos encargados en paladares cercanas al centro laboral; y la sonrisa condescendiente y el inmediato NO para quienes no poseen los billetes fuertes para resolver situaciones tan graves como suelen ser las relacionadas con la vivienda.
Las anécdotas del burocratismo oportunista para que el dolido "afloje" el fajo de dinero harían una enciclopedia; el peloteo, que no es más que ir de lugar en lugar sin poder resolver nada en años, y advertir hasta la mirada socarrona de quienes casi le echan la carcajada en la cara a quien siente la impotencia de no recibir un trato digno, son los procederes más cotidianos en cualquiera de las oficinas de esta entidad estatal.
¿Hasta qué nivel llegan las dádivas? Porque personal que deja mucho que desear en su trato y diligencia permanece estable en su puesto de trabajo. Los dirigentes que debieran ser expulsados de sus cargos y de la entidad siguen ahí como si estuvieran pegados con cola al asiento antepuesto al buró del lucro. Asientos que se convierten en tronos y, sus ocupantes en reyes y reinas del robo y la maldad.
Casos de personas hacinadas en casas sin condiciones constructivas, o en albergues paupérrimos, otros que no pueden acabar de remozar parte de su vivienda por la carencia de materiales, sus altos precios, o lo que les vale la mano de obra, se unen a los que ven como ya no se pone un sello en la casa de quien se va del país o se muere porque ya está vendida, éstas son algunas de las tropelías más reiteradas.
Tantas empresas que han desaparecido provocando el caos en sus trabajadores fusionados a la fuerza a otras, que no tienen financiamiento para pagarles un salario, y así desentenderse de quienes no han incurrido en ninguna indisciplina laboral y se ven, de pronto en la calle desamparados, contrastan con entidades como el Instituto Nacional de la Vivienda que continúa tan protervo como incólume.
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