Las precursoras, ante nosotros, de la cultura cubana de la comida, son nuestras madres. Desde que la madre cubana categóricamente nos dice: "¡Usted no vaya a dejar nada en ese plato, cómaselo todo!" ya hemos quedado expuestos para siempre, eternamente, a la cultura de la comida cubana.
Son esas madres cubanas las primeras (mucho antes que la revista National Geographic) quienes nos dijeron y enseñaron que "En África los negros pasan tremenda hambre". Solo era necesario dejar cuatro granos de arroz en el plato para que la mamá, incomoda, dijera: "Muchacho ¿tu no sabes la cantidad de africanos que se volverían locos de alegría con esos sencillos granos de arroz?". Recuerdo a mi pobrecita madre lo brava que se ponía conmigo cuando yo le contestaba: "Está bien, mamita, manda esos cuatros granos para El Congo".
Mi primer choque al respecto entre la "mentalidad americana" y la mía cubana la tuve cuando mi hija Sandra era una muchachita y su mamá Rina y yo estábamos totalmente de acuerdo en que "¡Esta niña no come nada!" Estaba, según nosotros, flaca, desganada, desnutrida, y no probaba un solo bocado de los alimentos que se le servían. Todas las semanas la llevábamos ante todos los doctores del Káiser Hospital quejándonos de la flaquencia de nuestra hija y de que no comía absolutamente nada.
Tanto molestamos, que un día me trajeron al jefe de todos los pediatras del Káiser. El especialista (creo que se llamaba Dr. Fers) se me presentó sonriente y venía con un montón de papeles en sus manos. Me saludó y me dijo: "¿Sandra Fernández no come, eh?". Más que una pregunta me sonó como una burla. Y comenzó a darme detalles de la vida alimenticia de mi hija: "Cuándo tenia dos años pesaba tanto y medía tanto, ahora mide tanto y pesa tanto, el peso y tamaño de ella ESTÁ PERFECTAMENTE BIEN PARA SU EDAD. Ustedes no lo verán pero ella está comiendo lo necesario".
Y entonces el médico me dijo algo que me dejó frío: "¿Usted es cubano? Oh, ya entiendo, yo viví en Miami muchos años y la mentalidad cubana es que hay que comer hasta reventar, pero ustedes están equivocados".
Usted puede recorrer el planeta completo visitando restaurantes de todas partes y en ninguno se encuentra con dueños y empleados del negocio que se molesten si usted no se dispara todo lo que le sirven. ¡Sólo en los restaurantes cubanos ocurre!
A usted le sirven un tremendo bisté de palomilla, arroz con frijoles negros y 20 plátanos maduros fritos. Usted le da tres mordidas a la carne, se come cuatro platanitos y casi deja todo el arroz. ¡Y pa’que fue aquello! Ahí hasta el cubano dueño del restaurante se le para a usted al frente averiguando: "¿Qué pasó, compadre, no te gustó la comida?" Usted contesta apenado: "No, chico, lo que pasa es que estoy lleno". Irritado el dueño lo regaña: "¡Para que tu sepas esa palomilla está deliciosa, me estás haciendo tremendo desaire!"
Nunca para mí ha sido más obvia la diferencia de la cultura americana y la nuestra que cuando llevábamos a mi otra hija, Ana Julia a comer a El Colmao. Ahí siempre surgía el choque de culturas de la hija del dueño, Candy Souza, y mi hija nacida aquí. Ana Julia tratando de comer lo menos posible y Candy empeñada en que saliera de allí con el estómago lleno. Yo me moría de la risa cuando Candy le decía: "Oh, mi amor, no te gustó eso, entonces ahora te voy a traer un caldito gallego" y mi hija le contestaba "Sólo traeme el caldito, no quiero el gallego"...
¿En que restaurante del mundo usted no se come toda la comida y la empleada cubana le trae un plato de lengua estofada y le dice: "Mi amor, ya vi que no te comiste el tasajo, esto si te va a encantar y llenar"? Eso se lo hizo una camarera a Carlos Hurtado, delante de mí, en el Versailles de Miami...
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