Por Raul Rivero.
Los políticos que trabajan para vivir en los laberintos eternos del poder suelen usar espejuelos y audífonos especiales para asomarse a la realidad. Después, con el paso del tiempo, cuando sus opiniones puntuales sobre ciertos asuntos no armonizan con el curso de la historia y los giros de la actualidad y sus agendas los obligan a decir lo contrario, tienen que recordar y citar a la fuerza para alcanzar un poco de tranquilidad aquellos versos del maestro Walt Whitman: "¿Me contradigo?/ Pues bien, me contradigo/ (soy inmenso, contengo multitudes)".
Sería pertinente que el socialista François Hollande repasara una buena traducción de ese poema del viejo Walt mientras el avión en el que viaja desciende esta noche estrellada sobre La Habana para realizar la primera visita de un jefe de Estado de Francia a Cuba.
Hollande viaja con una comitiva de importantes empresarios de su país, se entrevistará con Raúl Castro y, desde París, anunció su ilusión de tener un encuentro con "la figura emblemática" de Fidel Castro, ahora jubilado y dedicado a cultivar plantas alimenticias.
El viajero le lleva una condecoración al cardenal Jaime Ortega, abrirá una nueva sede de la Alianza Francesa, se reunirá con estudiantes en la Universidad y no tendrá ningún contacto con representantes de la oposición pacífica interna.
La visita responde, ha dicho la cancillería, a la coherencia de la política francesa que reclama, desde 1991, el levantamiento del embargo de Estados Unidos, al interés por abandonar la llamada posición común propuesta en 2003 por José María Aznar y a la necesidad de trabajar con Cuba, "uno de los principales actores de la región".
El presidente que aterrizará hoy en la capital cubana había escrito hace 12 años una nota en la que atacaba el embargo norteamericano y hacía este retrato del régimen: "Poder personal, incluso familiar, rechazo a cualquier tipo de elecciones libres, censura, represión policial, encarcelamiento de disidentes, campos de trabajo, pena de muerte, en suma, el arsenal completo de una dictadura".
La foto de Hollande es exacta; no hay cambio. Unas horas antes de la llegada de la comitiva francesa la policía política le daba una golpiza a la dama de blanco Sonia Garro y uno de los jefes gritaba: "Esta negra no escarmienta. Dale duro".
Cuando regrese de su visita histórica el líder socialista podrá firmar otra vez su artículo. Y volver a leer a Whitman.
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