Si, como en el fútbol, se ve la jugada a cámara lenta, se aprecia que no todo consistió en un definitivo tiro a la escuadra de Fidel Castro a pase del Che Guevara tras recuperación de balón de Raúl Castro y cambio de orientación de Camilo Cienfuegos. Hubo más jugadores, otras intervenciones de mérito, zancadillas, fueras de juego, tarjetas rojas, expulsiones. En la repetición de la jugada aparecen los detalles. Historia mínima de la Revolución cubana (Colegio de México-Turner), el nuevo libro del historiador cubano Rafael Rojas, trata de rescatar la pluralidad ideológica y política que hubo dentro de un proceso cuya complejidad, afirma el académico, se ha visto menoscabada por los “fuertes tópicos, equívocos y lugares comunes” generados por la batalla de narrativas entre el oficialismo castrista y la historiografía opositora del exilio.
Rojas demarca la Revolución cubana como un periodo de 20 años: desde que se generaliza la lucha contra el dictador Batista en 1956 hasta que en 1976 es aprobada la Constitución socialista, cierre según Rojas de lo que en sentido estricto se debe llamar Revolución cubana. Dentro de la fase de rebelión que derivó en el derrocamiento del régimen de Batista en 1959, el investigador subraya la heterogeneidad de fuerzas opositoras: el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), cuyo líder Carlos Prío Socarrás era presidente cuando el golpe de estado Batista, 1952; el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), en el que de joven militó Fidel Castro, aprendiendo de su líder Eduardo Chibás el poder de la oratoria; el Partido Socialista Popular, comunista, que rechazó públicamente el primer intento armado de Fidel Castro y los suyos, el asalto al cuartel Moncada de 1953; el foco de resistencia que fue la Universidad de La Habana; la organizada red civil de Santiago de Cuba; o el Directorio Revolucionario, que asaltó el Palacio Presidencial en 1957 y armó una importante guerrilla en la sierra del Escambray.
El autor, radicado en México, considera que en aquella época la ideología mayoritaria de la oposición “gravitaba hacia un tipo de izquierda democrática entre populista y nacionalista revolucionaria”, incluido Fidel Castro, aunque, según Rojas, la historia oficial cubana insiste en que era comunista desde sus inicios: “Dicen que los asaltantes del Moncada ya eran marxistas-leninistas, y que lo ocultaban por el macartismo y el anticomunismo que había entonces en Cuba”.
Rojas define el año 1960 como “el parteaguas de la historia contemporánea de Cuba”. Lo caracterizan dos acontecimientos: la estatalización de la economía, nacionalizando las compañías americanas y buena parte de la empresa privada cubana, y la inserción diplomática de Cuba en el bloque socialista: “No sólo de Europa del Este sino también de China”. Tal vez la pregunta clave de la historiografía de la Revolución cubana sea saber si en el giro comunista de Fidel Castro hubo más de convicción ideológica o de coyuntura geopolítica. “Si fue una operación defensiva”, formula Rojas, “o una toma de conciencia doctrinal, o una mezcla de las dos cosas: yo creo que fueron las dos cosas a la vez”, sostiene.
Del Che ratifica que creía en el comunismo desde que se enroló en la insurgencia. En una carta de diciembre de 1957 reproducida en Historia mínima, Guevara escribe: “Pertenezco por mi preparación ideológica a los que creen que la solución de los problemas del mundo está detrás de la llamada cortina de hierro”. La misiva formaba parte del debate ideológico que había en aquel momento sobre el programa de la Revolución y sobre qué relación tener con Estados Unidos. En la Sierra Maestra los comandantes guerrilleros iban adoptando posiciones más tajantes, mientras que en el Llano, como se conocía al espacio urbano de apoyo clandestino a la insurgencia, los puntos de vista eran más moderados. “No es ahora el momento de discutir dónde está la salvación del mundo”, le responde en otra carta el destinatario de la misiva del Che, René Ramos Latour, líder del Llano, de orientación demócrata, que finalmente terminó combatiendo con la guerrilla y muriendo en la Sierra.
Con respecto a la nueva era abierta por el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, Rojas celebra el ensanchamiento que ha traído en el ámbito del debate académico. “Antes la discusión estaba siempre atravesada por el tema del embargo, por el nacionalismo, por el conflicto entre Estados Unidos y Cuba. Ahora creo que hay más posibilidades de que en los medios intelectuales de la isla y de la diáspora se concentre el debate en la cuestión de la democracia”.
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