martes, 26 de mayo de 2015

A vueltas con la deuda castrista.

Por Elías Amor.

Acabo de leer una noticia que me ha llamado la atención. Al parecer, desde que se anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y el régimen castrista, con la posterior desaparición de sanciones, ha ha producido un incremento del interés por los bonos de la deuda castrista precisamente la que no se ha pagado ni un céntimo desde los años 80, y que se encuentra, principalmente,gestionada por fondos especializados en lo que se denomina “bonos basura”, calificados en estos términos por las agencias que se dedican a valorar la deuda de los países.

Lo realmente sorprendente es lo que ha declarado a Reuters Nicholas Berry, presidente del directorio de la firma británica Stancroft Trust, que empezó a acumular su tenencia de deuda de Cuba impaga hace 16 años. Al parecer, según declaraciones de este broker a Marti Noticias, "toda clase de gente quiere comprar deuda cubana está tocando a nuestra puerta", Peligroso.

El régimen castrista tuvo cerrado el acceso a los mercados internacionales de capitales durante largas décadas. En parte, porque la graciosa subvención soviética hacía innecesario el recurso a la financiación internacional, por cuanto se cubrían las necesidades básicas de la economía castrista, intervencionista y controlada por el estado. Al derrumbarse el muro de Berlín, y caer el régimen soviético a comienzos de los años 90, el castrismo se encontró de frente a una dura realidad.

El modelo económico, improductivo, era incapaz de generar recursos con las ventas al exterior. La economía se encontraba en bancarrota y, en tales condiciones, nadie quería prestar. Gestiones de alto nivel permitían el acceso a fondos especializados como el Club de París a cuenta de la prefinanciación de la cosecha azucarea, pero cuando Fidel Castro, en un alarde genialidad decidió acabar con el principal sector de la economía a comienzos de siglo XXI, el Club de París cerró sus puertas. El mendigo se encontró a solas rodeado de tiburones, y como casi siempre, hicieron lo peor: no pagar las deudas. Más tarde llegó el petróleo de Venezuela que contribuyó a paliar la escasez del llamado “período especial” y así hasta el momento presente.

El régimen castrista no ha tenido experiencia en la gestión de la deuda. Su actuación ha sido, cuanto menos, bastante impresentable. De un lado se ha jugado a la moratoria de las obligaciones, y por otro, se han modificado préstamos no reestructurados, que posteriormente se han negociado con pequeños y selectos grupo de tomadores de riesgos que ahora ha visto la luz al final del túnel, con la esperanza de una solución a los impagos.

Es el caso de Berry, pero también el de otros más que no quieren aparecer, tal vez para no preocupar a los deudores que realmente pagan y cumplen sus compromisos. La participación de Berry en deuda nominal castrista es limitada. Según Martí Noticias, tiene unos 190 millones de dólares, sin contar el interés diferido, y en su momento, quizás en el punto más bajo de la evolución de los valores, cuando ya estaban en los niveles de “bono basura” pagó entre 1,5 y 9 centavos por cada dólar del activo. Claro, quién compra a esos precios, lo lógico es que espere a ver si suben más. Está Berry en su perfecto y legítimo derecho a esperar a que suban. Lo que ocurre es que ese optimismo no se sabe muy bien de dónde procede.

Si bien es difícil establecer el "valor recuperable" de los bonos en cesación de pago, Berry cree que 25 a 35 centavos por cada dólar representa "un buen equilibrio entre el potencial de la situación, que es muy alto, y la realidad, que no lo es tanto". Bueno, hay gente que se conforma con mucho menos.

Otro tanto se podría afirmar de Stancroft Trust, que junto a dos inversores más, creó el pasado mes de abril un comité del Club de Londres para negociar la deuda en manos del sector privado. Los tres fondos, según diversas estimaciones, tienen en su poder casi la mitad de las obligaciones del país caribeño con acreedores comerciales, que asciende a unos 1.120 millones de dólares en valor nominal capital, y otros 5.600 millones en intereses que no han dejado de aumentar desde entonces. Una pesada digestión que va a exigir medidas mucho más relevantes de asistencia financiera internacional, por las que el régimen castrista no parece querer entrar.

Porque es verdad que la mejoría de las relaciones entre el régimen castrista y Estados Unidos puede llevar a una cierta percepción de cambio. Pero suponer que bonos que carecen de valor y respaldo, empiecen a subir, es otra cosa bien distinta.

Los bonos castristas no pueden subir a corto plazo porque no se pagan. El régimen los ha olvidado, y por tanto, nadie puede confiar en títulos que carecen de respaldo. Ni siquiera los especuladores especialistas que se mueven en el muy corto plazo hacen este tipo de apuestas. Por otra parte, bonos que en 16 años no han hecho más que bajar y bajar, también seguirán mostrando ese perfil en los próximos 16 o 20, porque los fundamentales que los avalan simplemente no han cambiado.Además, otro gran problema es la credibilidad y confianza. La realidad es que nadie sabe con certeza cuál es el monto de la deuda existente, y eso, ejerce una influencia mucho más negativa aún. Pero vayamos a los fundamentales.

¿Qué son esos fundamentales? La economía castrista, improductiva y poco eficiente, dominada por el estado y sin derechos de propiedad, permanece como un fenómeno aislado a nivel internacional. Un experimento que no acaba de funcionar porque sus principios simplemente atentan contra la razón humana.  La escasa convicción de los flujos de capitales internacionales en el régimen es otra. Nadie quiere tener como socio a un estado de inspiración totalitaria y socialista con la acción de oro en cualquier proyecto de inversión, y mucho menos que le digan en qué debe invertir y a qué trabajadores tiene que contratar. El capital internacional se mueve por otros factores. Hora es que se dejen de tanto marketing y hagan realmente lo que tienen que hacer.

Y una última recomendación: a toda esa gente que está llamando a la puerta para comprar bonos castristas, un consejo: prudencia, mucha prudencia. Los castillos de fuegos articiales y la fanfarria gustan a todo el mundo, pero cuando acaba la fiesta, hay que recoger los restos de suciedad. Hay que ser muy precavidos, sobre todo otorgando dinero a quién no cree en él. Que se lo pregunten a todos los que han sido expropiados o confiscados de su riqueza, sin compensación alguna,  a lo largo de la historia por el régimen castrista.
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