Por Osniel Carmona Breijo.
En el último mes, el precio de algunos productos agrícolas subió hasta cinco pesos más por libra. Las cosechas de estación están sufriendo daños que imposibilitan sostener los niveles de abastecimiento y la especulación sobre el precio de producciones y acopios, según informaron productores estatales y privados.
Los precios de viandas, especies, verduras y frutas fluctúan indiferentemente en cada mercado. La malanga, de seis pesos que costaba la libra en octubre, se valora hasta diez pesos. La libra del tomate de mejor calidad en cada puesto supera los diez pesos. Los frijoles también entran en la desfavorable emulación, todas sus variedades han subido más de dos pesos.
Tener que pagar cada vez más se ha convertido en una acción común en la Cuba contemporánea. Caras largas e indignadas recorren los puestos de viandas en la ciudad, en busca del sitio con las ofertas más económicas. La mayoría de las personas asumen que el alza responde al contexto de la época del año, esperan que a comienzo de 2016 “las aguas tomen su nivel”.
Regino Madrigal es Sub Director de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) 13 de Marzo, en la provincia Mayabeque, territorio donde se cultiva un alto promedio de los alimentos que van a los comercios de la capital y a la canasta básica local.
Explica Madrigal que en pleno inicio de la temporada de invierno, las cooperativas estatales han perdido más de 400 caballerías de frijol –segundo grano más importante en la isla– y 250 de tomate. De la misma forma, se perjudicó el rendimiento planificado para más de 500 caballerías de cultivos varios, entre los que sobresalen plantaciones de verduras y viandas comocalabaza, plátano, malanga y yuca.
Estima que las afectaciones al frijol se traducen en 6 mil toneladas aproximadas que no llegarán a los comercios.
“Es temprano para creer que será un problema que vaya a repercutir demasiado tiempo, porque ya los cultivos perdidos se están resembrando. Pero si no existe un surtido que genere competencia los precios se van a poner por las nubes”, apuntó Madrigal.
Según Braulio Domingo, trabajador de la 13 de Marzo, la conjugación de diversos factores adversos determinaron las pérdidas en las cosechas.
En primer lugar, destaca que varios meses de seca intensa impidieron que las variedades de alimentos sembradas, gracias a los riegos artificiales, desarrollaran adecuadamente.
Luego agrega: “De manera atípica, a principios de noviembre comienza a llover copiosamente, hasta mediados de diciembre. Mucho frijol naciendo se pudrió, otra parte que ya tenía el grano madurando, expuesto a la humedad se germinó dentro de la vaina. Siembras de yuca se pudrieron bajo el agua. La humedad le dio moho azul al tomate, arrasándolo”.
Como agravante, reseña que tres años atrás el gobierno redujo hasta el 20% la entrega de insumos.
“Quizás se pudo salvar –las cosechas–, pero los plaguicidas y el abono no alcanzaban. La urea, la fórmula completa y los venenos en existencia, tuvimos que guardarlos para la resiembra”, acota Domingo.
Además de aportar importantes volúmenes de cultivos varios a las Unidades de Acopio, en Mayabeque los particulares son quienes producen la casi totalidad de especies.
En el poblado rural El Mamey, un campesino que se identificó como Abelardo Pacheco, comunicó que en la llanura Habana-Matanzas (locación donde tiene sus siembras) las lluvias y las plagas que estas dejaron afectaron en un cincuenta por ciento las cosechas de ajo y cebolla.
En consecuencia, dijo Pacheco, la venta a los intermediarios entre el productor y los mercados, se vuelve más costosa en relación a la temporada pasada.
“Imagínate que una pata de cebolla de cincuenta unidades de tres centímetros de diámetro –medida visualmente proporcional– cada unidad, el año pasado por estos días la vendíamos a veinticinco pesos y hoy el que quiera llevársela tiene que pagarla a cuarenta. El ajo el año pasado la cabeza de tres centímetros costaba 1,50 pesos, ahora subió a 2,50, y ni así se van a recuperar todas las inversiones. Centramos las esperanzas en la segunda cosecha”, relata.
A río revuelto ganancia para el pescador.
En tanto los alimentos que salen del surco son insuficientes para exceder la demanda, productores e intermediarios con acopios del año anterior aprovechan la oportunidad para establecer sus reglas de mercado.
José Caballero posee una finca de dos caballerías en donde cada año cosecha cerca de trece toneladas de frijol. También dedica varias hectáreas de tierra a la siembra de ajo.
“Cuando tengo la cosecha en las manos no la vendo completa, sino una parte que alcance para cubrir los gastos de inversión y los personales. El resto la guardo en tres contenedores que compré y espero a momentos como este, para entonces vender a como yo exija. En situaciones normales, por esta época ningún revendedor pagaría el quintal a más de 700 pesos, pero en estos momentos no baja de los mil pesos”, expresa.
Un negocio similar maneja Damián Lucero. Iniciada la siembra de ajo, apenas brota la planta del valorado condimento, compra toda la siembra a un determinado productor, y a un precio que incluye los riesgos de afectaciones a la cosecha.
Lucero describe: “Todos los años compro a principio de temporada más de 200 mil cabezas de ajo, a buen precio pero lo compro con la cosecha todavía sembrada, si sale mal pierdo todo. Espero a final y lo revendo un poco más caro. Este año las cosechas están saliendo malas y los precios van subiendo un poquito más rápido”.
Un carretillero de Arroyo Naranjo, en la capital, cuenta que dada la cercanía se desplaza a Mayabeque para comprar ajo más barato, evitando el incremento de los intermediarios.
Asegura que en los cinco años de experiencia que posee como comerciante, cada vez que los alimentos toman estos valores en estación de cosecha, mantienen la tendencia por el resto del año.
“En el 2014 fue similar, y recuerdo que una cabecita de ajo llegó a valer siete pesos”, destacó.
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