Por Elías Amor.
Si hay algo que funciona rematadamente mal en la economía castrista son los salarios. Por ello, no es extraño que en la reunión del Consejo de Ministros se abordó este asunto. La ministra de Trabajo y Seguridad Social, Margarita González Fernández, presentó una evaluación sobre la aplicación de nuevas formas de pago en el sistema empresarial. Según la ministra, "tras un año y medio de su implementación, la Resolución 17 ha favorecido el aumento del salario de los trabajadores, asociado al incremento de la eficiencia, el aprovechamiento de la jornada laboral y la disminución de gastos y costos".
La cuestión salarial en Cuba es uno de los asuntos más importante de cara a la normalización del sistema económico creado por los Castro hace más de medio siglo. Los salarios nominales cubanos siguen siendo de los más bajos del mundo, en términos absolutos y relativos. La ministra ofreció algunos datos que tenemos que valorar con sumo cuidado. El salario mensual por trabajador quedó en 696 pesos (29 dólares al cambio actual) con un crecimiento del 12% comparado con el plan. Lamentable. Ciertamente, resulta difícil encontrar otros en que las remuneraciones se sitúen a unos niveles tan reducidos.
El régimen justifica estos bajos salarios nominales argumentando que, a cambio, los cubanos reciben gratuidades en una medida destacada, lo que aumenta el salario real. En esencia, las consabidas educación y sanidad gratis, que realmente no lo son porque se pagan por la detracción de ingresos que realiza el Estado, y la canasta normada, cada vez más reducida, entre otros.
Este año aparece una novedad en la información oficial de la ministra. Casualmente, el aumento salarial coincide con un incremento de la productividad del trabajo, un 30% respecto a lo planificado. Cabe concluir que si el aumento salarial ha sido un 12% y la productividad lo ha hecho en un 30%, la diferencia supone un descenso de casi un 20% en los costes unitarios, que son los que influyen de forma directa en la determinación del nivel de beneficios.
Resultados más propios del "capitalismo salvaje" que del paraíso de los trabajadores en el que, además, según datos oficiales, "las empresas con pérdidas se redujeron de 245 en 2014 a 64 en el primer semestre de 2015 y se mantiene la tendencia a la disminución del número de empresas que pagan salario sin respaldo productivo, de 238 en el 2014 a 99 en la primera mitad del 2015". Pero es fácil de suponer que en un país en que no existe la negociación colectiva, ni los sindicatos libres ni tampoco la libertad de elección de profesión y oficio, los determinantes del salario en el mercado laboral son inexistentes.
A pesar de estos resultados, hasta cierto punto positivos, la ministra se refirió a cuestiones como, "el incumplimiento de los indicadores directivos, deficiencias en la elaboración del plan, errores en la planificación del fondo de salario, retraso en el arribo de materias primas, roturas de equipos y la no aplicación de lo que está regulado para las interrupciones laborales" que originan mayores problemas en la determinación de los salarios.
Este tipo de análisis vienen a confirmar, una vez más, lo alejado que se encuentra el análisis de las autoridades de la realidad económica. Y claro, lo más gracioso de esta historia, es que un general del ejército castrista sea el que tenga que incidir en la cuestión de la "necesidad de medir con exactitud el impacto que pueden tener medidas de carácter estratégico, como es el caso del salario de los trabajadores. Hay que tener en cuenta la diversidad de las cuestiones, pues lo que se aprueba es para implementarlo en todo el país y no es igual lo que sucede en un territorio u otro".
Absurda letanía. Los salarios dependen de la productividad, y esta se encuentra en función de las condiciones técnicas, productivas y laborales de cada una de las empresas. Pretender condiciones salariales homogéneas es algo que puede funcionar en las organizaciones cuarteleras castristas, pero no en una economía que quiere ser dinámica y eficiente. Convengo con el General su afirmación de que "las instrucciones no se pueden quedar arriba. Tenemos que llegar hasta la base, tocar con las manos las insatisfacciones, escuchar las opiniones y no esperar a que los problemas nos sorprendan, puntualizó". Cuidado con lo que vayan a oir.
Más de medio siglo para darse cuenta de ello.
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