Por Raúl Rivero.
En abril de 1959, cuatro meses después de la entrada de Fidel Castro en La Habana, el conservador periódico cubano Diario de la Marina publicaba este párrafo: “Ya de Batista estaban hasta la coronilla los más tenaces batistianos. El río de sangre, la inseguridad para la vida, la censura de prensa, el imperio del terror como norma de gobierno habían llegado a sensibilizar hasta a los más reacios al dolor ajeno. Cuba había apurado el límite de la resistencia física y de la resistencia moral”.
No lo firmaba un entusiasta castrista que entraba con alevosía en las páginas de la voz de la más rancia derecha criolla. No. Al final de la larga nota que contenía esas líneas estaba la firma del poeta Gastón Baquero (Banes1914-Madrid1997) al que tres embajadores habían tenido que escoltar hasta el aeropuerto para que saliera a su exilio español.
El artículo del poeta, la despedida de sus lectores en el diario en el que llegó a ser jefe de redacción, es una pieza lúcida, honesta y premonitoria que vale la pena leer para entender a aquel hombre enorme y silencioso que volvió a encontrar la poesía en Madrid y al que poesía pudo reencontrar.
La pieza aparece ahora íntegra en el libro Gastón Baquero, el hombre que ansiaba las estrellas, de Carlos Barbáchano con prólogo de Fidel Sendagorta y editado por Betania.
El poeta de Memorial de un testigo afirma que “volveremos de un modo o de otro a defender aquellas ideas en las cuales creemos sobre la sociedad, las relaciones humanas, la libertad frente al comunismo esclavizador, ideas de las que nos sentimos orgullosos por maltratadas, incomprendidas y vilipendiadas que hoy se hallen. El mundo las necesita aunque no quiera verlo. El miedo a defender las ideas que van contra la corriente o que son estigmatizadas como nocivas, es la mayor de las cobardías”.
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