Por Iván García.
Mientras trocea la carne de cerdo y rebana en bistec media docena de pechugas de pollo, que luego pesa en una balanza digital, entra una llamada al móvil del dueño de una cafetería de comida y entrepanes (sandwiches), al sur de La Habana.
“Sí, tíramelo pa’ca. ¿Socio no te ha entrado carne de res? ¿Y pescado?”, pregunta y asiente con la cabeza a la respuesta que le dan al otro lado de la línea.
Dos horas después, el chofer de un camión con chapa estatal, sin demasiada discreción, baja varias cajas de pollo congelado y de lomo de cerdo ahumado. La mercancía es guardada en un congelador situado en la cocina de la casa donde radica la cafetería.
Llamémosle Antonio al dueño. De complexión fuerte y décadas de experiencia en el inestable mundillo del trabajo privado, explica: “En los años 70 fui administrador de un restaurante estatal. Después estuve vendiendo chancletas de cuero en el ‘bisne’ de los artesanos en la Plaza de la Catedral, posteriormente fui almacenero en un agromercado particular y cuando en 1993 autorizaron el trabajo por cuenta propia, abrí una cafetería. He vivido lo suficiente para conocer el modus operandi del Estado. Te dan cordel, pero cuando ellos lo entienden, recogen la pita y te joden”.
Para Antonio, Cuba no es un país normal. “Lo ideal sería que hubiera un mercado mayorista bien surtido y se pagaran impuestos razonables. Pero no es así. La ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) te deja vender carne de res, pescado y mariscos. ¿Pero de donde la gente lo saca? Un kilogramo de carne de res en la ‘shopping’ cuesta casi 12 chavitos (cuc) y conseguir camarones o langostas en establecimientos estatales es imposible. Una parte importante de los suministros de cualquier negocio gastronómico particular se compran por la izquierda. Casi siempre a empresas estatales o centros turísticos. No veo mal que quieran poner orden en la casa. Pero para situar los muebles en su lugar, el gobierno primero tiene que reconocer que ha incumplido con sus deberes, pues no ha abierto mercados mayoristas”.
Hace una pausa para darle instrucciones a sus empleados: “Oye, ese jugo está aguado. Men, condimenta la carne sin miseria. ¿Qué pasa con ese congrí que se demora tanto?”. De un jarro de aluminio, Antonio toma café y puntualiza:
“El problema es que esta gente (el régimen) ha mentido tantas veces que, cuando supuestamente dice la verdad, queda la duda. No creo que ese reordenamiento del trabajo particular sea de buena fe. Mientras existan los impuestos exagerados, y aquéllos que ganan más de 20 mil pesos mensuales tengan que desembolsar el 50% en gravámenes, los negocios que mueven miles de pesos seguirán teniendo doble contabilidad y harán una subdeclaración de impuestos. Y siempre que haya escasez y sea tan difícil conseguir alimentos, habrá trapicheo de comida. Eso no lo va a parar nadie. El gobierno nunca ha querido que la gente haga dinero. Por eso existen tantas restricciones y controles”.
Las nuevas medidas que transitoriamente prohíben la entrega de licencias a los negocios particulares más lucrativos, ha encendido las alarmas entre los emprendedores privados de la Isla. El decreto fue publicado en la Gaceta Oficial el 5 de agosto, pero la fecha de aprobación del ucase es del 18 de julio, al concluir la Asamblea Nacional del Poder Popular.
José, arquitecto que ofrece asesoría de diseño interior a dueños de negocios privados, opina que “el gobierno siempre ha tratado como presuntos delincuentes a los particulares. El Estado cubano está programado para canalizar y controlar la vida ciudadana. Desde el salario, la recreación, la vivienda y hasta lo que comes. No olvidar que muchos de los talibanes que decretaron la Ofensiva Revolucionaria en 1968, el cierre de los mercados agropecuarios en los 80 y la ralentización del trabajo por cuenta propia en los 90, siguen gobernando el país. Un tipo con dinero es más propenso a tener criterios propios y no depende del Estado para alimentar a su familia. Al final es un conflicto ideológico, sobre todo cuando oyen que los presidentes estadounidenses apuestan por privilegiar el emprendimiento privado. Nos ven como Caballos de Troya que vamos a socavar el sistema socialista”.
El economista Omar Everleny ha declarado que el Estado debiera confeccionar una lista de oficios no autorizados y es partidario de que los profesionales puedan también abrir negocios, pues añadiría un valor agregado al sector privado.
Diana, ex funcionaria de la ONAT, expresa que “los primeros que propician el relajo y las ilegalidades son los del gobierno con sus políticas incongruentes. Solo piensan en recoger la mayor cantidad de dinero. Y castigar a los que consideren que violan sus preceptos. Nunca piensan que en un trato social existen derechos y deberes. Exigen derechos, pero obvian los deberes”.
Carlos, sociólogo, considera “que en casi 60 años de revolución, ha quedado demostrado que mientras más se prohíbe, más se abre la puerta de los negocios clandestinos. En 2011 ordenaron cerrar los cines 3D y las tiendas particulares de ropa, pero ahora mismo siguen funcionado de manera ilícita. De hecho, cuando el régimen decidió autorizar el trabajo por cuenta propia, hacía tiempo que algunos de esos negocios funcionaban ilegalmente”.
Yosvany, profesor de ciencias políticas, piensa que “los añejos dirigentes cubanos en su ADN portan la intransigencia. Si un segmento de la población comienza a hacer dinero, por pequeño que sea ese sector, lo ven como una amenaza al poder que detentan desde 1959. En China y Vietnam el partido comunista, inteligentemente, se alió a los empresarios y los nuevos ricos. Pero en Cuba lo ven como un enemigo público”.
Oscar, propietario de una casa de alquiler, manifiesta que “el gobierno ha sobredimensionado el éxito de los negocios particulares. De los 201 trabajos autorizados, a unos veinte fue a los cuales congelaron la entrega de licencias. Pero los que están funcionando, si saben gestionarlos bien, pueden obtener ganancias. No es el caso de los forradores de botones y desmochadores de palmas, entre otros oficios donde se gana lo justo para sobrevivir”.
La percepción generalizada de varios trabajadores particulares entrevistados para Martí Noticias, es que las nuevas reglas de juego que trazará el gobierno, frenará el desarrollo de la iniciativa privada en la Isla.
La autocracia verde olivo nunca ha ocultado sus prejuicios hacia el llamado cuentapropismo. Por eso prohíbe la concentración de capitales y, a golpe de decretos, impide que prosperen los emprendimientos privados.
Si alguien no lo entendió fue porque no quiso.
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