Una semana en Punta Cana, Cancún o alguna playa paradisiaca de Bahamas. Y si la familia anda bien de dinero, dos semanas en un crucero de lujo.
La excursión a un hotel todo incluido del Caribe, además de la quinceañera y los padres, puede viajar la mejor amiga y el novio de la chica. Orestes, un mestizo corpulento que vive de negocios por la izquierda, explica para Hispano Post las últimas tendencias en las fiestas de Quince en Cuba.
En un café privado en la barriada del Vedado, Orestes detalla sobre los gastos. “Una semana en Punta Cana, en un hotel todo incluido de cuatro estrellas, tres personas, pueden gastar 1,400 dólares en la reservación de la habitación y quizás 200 o 300 fulas más en compras y regalos. Les aconsejo que lleven más dinero, pues tanto las tiendas en esos resorts como los mercados en Dominicana tienen pacotillas de calidad a buenos precios y puedes adquirir mercancías y luego revenderlas en Cuba y amortiguar un poco los gastos”.
Orestes sigue dando más detalles. “Antes del viaje se desembolsan 300 cuc (339 dólares) en la confección de tres pasaportes. Después hay que pagar la visa, ya sea la dominicana, mexicana o bahamesa, además de cumplir un montón de requerimientos, pues a pesar que Estados Unidos derogó la política de pies secos-pies mojados, la percepción que se tiene en América Latina y en el mundo es que los cubanos son probables inmigrantes. Las personas que tienen la visa múltiple de Estados Unidos no tienen problemas, pues con ella pueden viajar por todo el continente sin visado. Y si tiene suerte puede obtener una visa de turista para la hija y pagar una estancia en Miami Beach, que sería lo ideal, pero el alojamiento y los gastos son mayores”.
Hace una pausa para beber un batido de mamey y mirar un instante el partido de la Copa Confederaciones de fútbol entre Portugal y Nueva Zelanda, desde una pantalla plana en la barra del café. Orestes continúa explicando:
“Ya con los gastos del hotel, boleto aéreo y otros preparativos para tres personas, la suma fluctúa entre 3 mil y 4 mil cuc. Pero los gastos de una fiesta de Quince a todo trapo no terminan ahí. El paquete de fotos, algo habitual entre las quinceañeras, cuesta 120 cuc el más barato y 950 cuc el más caro. A ello súmale, de 400 a 500 cuc la compra de ropa, arreglo del cabello en una peluquera reconocida y, para rematar la faena, alrededor de 2 mil cuc en una fiesta no demasiado llamativa, pues en las celebraciones de caché se van de 5 cuc mil en adelante”, subraya Orestes, quien asegura que en la fiesta de su hija, entre viaje al extranjero, fotos, ropas, peluquería y fiesta, gastó el equivalente a 10 mil dólares.
“Brother, y todavía no he terminado, pues tengo otras dos hijas hembras que también tendré que celebrarle los Quince”, concluye con una sonrisa forzada.
La fiesta de Quince es una tradición que va más allá de Cuba: en varios países de América Latina también se celebran. Según un historiador consultado, “esa costumbre data del Medioevo, cuando reyes y príncipes, terratenientes y mercaderes, aguardaban el momento de la pubertad (coincidente con el inicio de la menstruación y, por ende, con la edad fértir reproductiva) para sacarle partido a sus hijas. Había llegado la hora de exponerlas públicamente ante los ojos golosos de futuros maridos. Y entre éstos, seleccionar no al más guapo o de edad apropiada para la joven casadera, si no el que pudiera ofrecer una dote superior”.
Antaño en Cuba, las familias ricas tiraban la casa por la ventana, las de clase media ahorraban y organizaban una fiesta más o menos suntuosa. Las hijas de empleados y obreros se conformaban con celebraciones modestas. Otras familias, ni siquiera se podían dar ese lujo. “Cumplí 15 años el 10 de noviembre de 1957 y mis padres solo me pudieron regalar un juego de suéter que costó diez pesos”, recuerda la periodista Tania Quintero.
“En mis quince, en 1985, en fiestas, bebidas y ropa compradas en tiendas de turistas, mis padres se gastaron unos 800 pesos, que en ese momento equivalían a 200 dólares, pues el fula se canjeaba en el mercado negro a cuatro pesos por uno. Mis padres eran profesionales, tenían buenos salarios y desde que yo tenía cuatro o cinco años empezaron a ahorrar. En la fiesta de mi hija, en 2012, gastamos casi 4 mil dólares”, acota Betty, maestra de idiomas.
Y es que en un lustro, los gastos se han multiplicado por diez. También la vanidad, cursilería y frivolidad. Si antaño solo con el ahorro de padres se podía organizar una fiesta de Quince, ahora en las celebraciones se involucra toda la familia y allegados residentes en el extranjero.
“Si tienes parientes en la yuma te salvaste. Quizás no puedan mandarte mucho dinero, pero es un alivio si te envían ropa, cosméticos y productos para el cabello”, subraya Luisa, madre divorciada que lleva una década reuniendo dinero para los Quince de su única hija.
Un sociólogo habanero cuenta que más que una tradición, “las fiestas de Quince se han convertido en un evento social donde muchas familias quieren resaltar su solvencia económica. Demostrar que son diferentes. Existe una suerte de rivalidad. Y los que pueden, quieren organizar una fiesta más sonada que la de las amigas de su hija en la escuela. Una escalada total a la tontería y el despilfarro. Lo peor es que numerosas familias gastan grandes cantidades de dinero teniendo otras prioridades de la vida cotidiana sin resolver, como arreglar su casa”.
Mariana, madre de dos mellizas de 16 años, cuenta que al día siguiente del cumpleaños no tenía dinero ni para tomarse un café un peso. “Tus hijas te va metiendo en ese mundo, donde por el típico complejo de manada, cada muchacha quiere que su fiesta sea igual o mejor a la de su amiga. Es como una especie de droga. Y los padres y parientes comienzan a gastar desaforadamente. Quieren alquilar los mejores trajes, el mejor fotógrafo, la mejor estilista del pelo, un presentador de televisión famoso y el DJ más reconocido. Una absoluta locura”.
Los más beneficiados en la fiebre consumista de las celebraciones es el sector privado. Giuseppe, italiano que recaló en Cuba tras su matrimonio, se dedicaba a fotografiar fondos marinos.
“Pero ese tipo de fotografía no reporta plata en Cuba. Entonces me puse las pilas y con mis ahorros abrí un negocio de fotografía de bodas y quince. Lo principal es ser creativo y tener calidad. Lo demás viene solo. Tengo paquetes más económicos, entre 200 y 300 cuc. Pero la gente suele escoger paquetes de fotos de 600 cuc o más. Cada paquete incluye transportación, alquiler de trajes y videos. Los paquetes más vendidos son aquellos donde la muchacha, gracias a las técnicas de photoshop, se abraza a sus ídolos, se le hace una revista sobre su vida o anunciando marcas famosas. Sí, es bastante kitsch, como esas fiestas, pero dejan buen billete”, confiesa Giuseppe.
Actores, músicos, humoristas y presentadores de televisión ganan un dinero extra como maestros de ceremonia. “Además de beber y comer gratis, las fiestas de Quince me permiten mantener a mi familia y comprar alimentos de calidad. Por cada presentación incluido un show humorístico de hora y media, cobro 150 cuc”, dice un conocido humorista.
En una sola fiesta se puede llegar a gastar el salario de cuatro años de un profesional de primer nivel. Y no existe distinción de clases. Desde los pobres que cuentan el dinero por centavos hasta los que tienen cuentas bancarias, a todos en Cuba les gusta celebrarle los quince a sus hijas.
Ahora se ha sumado una novedad. Los varones cubanos también están celebrando sus 15 años. No importa que en la Isla el salario promedio sea de 25 dólares y que muchas familias solo hagan una comida al día. La ostentación puede más.
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