Por Iván García.
El edificio situado en la céntrica intersección de las calles 23 y 12, Vedado, donde hace 57 años, sin previa consulta popular, Fidel Castro sorpresivamente declaró el carácter comunista de Cuba, fue remozado para que sirviera de fondo al acto por el día del miliciano, el pasado 16 de abril.
Muy cerca, en 23 y 10, en el antiguo Ten Cent, ahora un mercado que vende alimentos y conservas en la devaluada moneda nacional, unas veinte personas esperan que abra. En la acera, un par de perros sucios y enclenques se disputan trozos de una pizza de queso y en la maloliente cafetería Loipa, una dependienta lee el aburrido diario Granma.
El sol calienta el asfalto y en la sala cinematográfica Charles Chaplin, sede del ICAIC, situada frente al Ten Cent, anuncian el filme Viaje al centro de la tierra en 3D. Al doblar, dos mendigos hurgan en latones de basura próximos a la vivienda de Magaly, ama de casa, preparando croquetas con picadillo de pavo para el almuerzo de sus nietos.
Desde la sala, se escucha la voz gutural de Esteban Lazo, ratificado como presidente del monocordo parlamento cubano, invitando a los recién electos miembros del Consejo de Estado a que suban al estrado. “Y ahora le doy la palabra al presidente del Consejo de Estado y Ministros, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez”, anuncia Lazo sin estridencias.
Magaly se limpia las manos con el delantal y escucha a Díaz-Canel. “Su primer discurso no fue nada del otro mundo. La gente esperaba que hablara de temas económicos. Se rumoraba que iba anunciar el fin de la doble moneda. Pero nada. Con ese traje y esa corbata, me pareció tenso, como si el cargo le quedara grande. Yo creo que Díaz-Canel tiene la última oportunidad de cambiar, para mejor, las cosas en Cuba. De lo contrario, esto revienta como un siquitraqui”.
Eusebio, dueño de un pequeño negocio de reparar sombrillas, considera que “por el hecho de que haya un 52% de mujeres diputadas y un 47% de negros y mestizos, el futuro pinta mejor. Veo que hay mucha gente joven, pero políticamente no está preparada. La política es una profesión, no es cosa de aficionados. La mayoría de esa gente que supuestamente nos representa, solo están ahí para levantar la mano de forma unánime. Ahora tenemos un gobierno de rizado y chocolate (de blancos y negros), dispuesto a cumplir órdenes. No sé si va funcionar”.
Su opinión anima el debate entre los que hacen cola en el mercado de 23 y 10. “No soy racista. En Cuba el que no tiene de congo tiene de carabalí. Pero no me gusta que tomen decisiones importantes personas desconocedoras de la política solo por ser mujeres o negros. Esteban Lazo, podrá llevar muchísimos años en el gobierno, ¿pero qué ha hecho? Y Salvador Valdés, el nuevo vicepresidente primero, tiene 72 años y ni siquiera se destacó cuando estuvo siete años de secretario general de la CTC (2006-2013). Ese puesto que le dieron a Salvador Valdés se lo merecía Lázaro Expósito, el primer secretario de Santiago de Cuba, qué no sé por qué no está en el Consejo de Estado”, comenta una señora que dice ser oriental y maestra jubilada.
A Igor, estudiante de bachillerato, el pesimismo lo invade. “Ninguno de ellos va arreglar esto. El problema de Cuba es de fábrica. Hay que cambiar el sistema”. A su lado, un señor asiente con la cabeza y dice: “Lo que viene es más de lo mismo, o peor. Porque esta no se manda sola. Raúl, Ramiro y el resto de los viejos que lucharon en la Sierra no están allí de figura decorativa. Esos cambios son para crear una imagen diferente de cara a las galería internacional. Aquí en Cuba no se mueve nada sin que los mayorales de la finca autoricen”.
Un hombre corpulento con uniforme de custodio pregunta si “Salvador Valdés Mesa es el primer niche en tener un cargo de vicepresidente primero en Cuba” y lamenta que no hayan puesto a “Mercedes López Acea, una mulata que es primera secretaria del partido en la capital, o Inés María Chapman, una ingeniera prieta que ha realizado un buen trabajo en el Acueducto en La Habana. Debieron poner a una de las dos, pa’que hubiera una mujer en un puesto importante”.
A modo de respuesta, Mario, 76 años, jubilado, aclara: “Vicepresidente primero negro no habíamos tenido. El único presidente mestizo que ha habido en Cuba es Batista. En 1940 ocupó el cargo por las buenas, en el 52 fue por las malas”.
El debate pierde fuelle al abrirse el mercado. Al otro lado de la ciudad, en la marginal barriada de Mantilla, le pregunto a Pepe, vendedor privado de frutas y hortalizas, y de mala gana contesta que no le interesa “Díaz-Canel ni un carajo”.
Está molesto porque se le echaron a perder 60 libras de fruta bomba. Mientras saca cuenta en su calculadora china explica que ha perdido más de 700 pesos. Más calmado, expresa: “Hace rato que no opino de política. Toda esa gente son unos caras de guante. Viven de la muela y utilizando al pueblo para sus intereses. Díaz-Canel está en ese cargo porque se lo regaló su compadre Raúl. Ni él ni su gobierno van a resolver las dificultades en que vivimos los cubanos”.
Gonzalo, empleado bancario, piensa que a “Díaz-Canel hay que darle el beneficio de la duda. Habrá que esperar un tiempo para ver cómo el hombre se desenvuelve. Es un gallo tapado. A lo mejor es el salvador de Cuba”.
Diario las Américas conversó con doce personas, seis hombres y seis mujeres, en edades comprendidas entre los 15 y 81 años. Dos prefirieron no opinar y el resto, dijo tener pocas expectativas sobre el desempeño del nuevo gobierno.
Está por ver si el nuevo gobierno tiene las agallas y autonomía necesaria para emprender las reformas a fondo que el país necesita. Es probable que el viernes 20 de abril, después del festejo por su 58 onomástico, en la intimidad de su casa, el nuevo presidente de la República de Cuba repase serenamente su vida. (Por su cumpleaños, medios oficiales acordaron resaltar su trayectoria política con fotos publicadas en las ediciones digitales de Cubadebate, Granma, Vanguardia, el periódico de Villa Clara, su provincia natal, y Ahora, de Holguín, donde dicen que Díaz-Canel es un holguinero más).
Como cualquier ser humano, Miguel Díaz-Canel debe tener muchas preguntas sin respuestas. Metas. Anhelos. Sueños. En sus manos tiene hacer historia o frenar las aspiraciones de una nación.
Ha dicho que su gobierno va a escuchar al pueblo. Esperemos que cumpla esa promesa.
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