
La persona en cuestión tiene casi noventa años, fue castrista, y hasta de los 'pone bombas' en los cines y esquinas, íntimo de Fidel Castro en su juventud, y por supuesto de los suyos, figura de las principales en la fracasada huelga del 9 de abril; aunque hace años vive exiliado en Puerto Rico. Llegó a mi casa de la mano de mi amigo, el pintor Guido Llinás, en paz descanse. Y por él lo recibí, no sin pensar en silencio que mi madre y yo en su vientre pudimos haber muerto con una de sus bombas en cualquier cine habanero. Bien, hoy me critica por batistiana, porque según él, lo soy.
Yo no puedo ser batistiana pura y dura, porque 'helás!', no viví esa época, mucho mejor sin duda que la me tocó vivir desde el mismo día en que nací. Soy, como saben, una escritora que desde muy joven, a cuenta y riesgo, se interesó por la figura de Batista, gracias a mi abuela, que sí era muy batistiana. Entonces, como llevo muchos años aguantando esa milonga o candanga, sólo porque anuncié públicamente que estaba escribiendo una novela sobre Batista, la que he terminado, por fin, voy a sellar esto de una vez.
Antes de escribirla, muy al inicio, sólo era eso, una escritora curiosa, más de lo habitual, alguien interesada en Batista frente a tanta mentira y oscurantismo que envolvía a su persona. Al terminarla, y después de tantos años acusada de lo que no soy, no sólo de batistiana, hasta de agente de la CIA y de no sé cuántas cosas más, confesaré algo: agente de la CIA no, pero batistiana sí. Por razones evidentes, siendo lo que haya sido Fulgencio Batista y Zaldívar (con sus fallos, como el de no haber matado comunistas y al propio Fidel Castro), nunca será peor de lo que lo fueron y lo son los Castro y su pandilla de esbirros mafiosos, incluido el terrorista que se comió con mucho gusto mi 'capón de nochebuena batistiano', no una, sino unas cuantas veces.

Y al que no le guste, Mulsogar.
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