Por Esteban Fernández.
Muchísimos cubanos no conocieron, o no se acuerdan, o nunca vieron “la completa”. Sin embargo “la completa” es una de las muchas cosas que yo me enorgullezco de la época gloriosa que nos tocó vivir a muchos.
Y, desde luego, no es necesario decirles que la juventud cubana actual adoctrinada hasta la medula solo les han metido en sus cabezas historietas sobre “los oprobios del pasado” y esta quizás sea la primera vez que leen algo sobre la “completa”.
La “completa” simplemente garantizaba en mi pueblo (y quizás en todas partes) que nadie se acostara a dormir con la el estómago vacío.
Les explico: en restaurantes y fondas de mi terruño servían un tremendo plato de comida por 20 o 25 centavos. No era langosta ni caviar, pero traía una porción enorme de arroz, frijoles negros, diferentes tipos de potajes por encima, yuca, malanga, plátanos, aguacate, boniato, y muchas veces hasta un trozo de carne de res o de puerco.
El 99 por ciento de los restaurantes y las fondas güineras servían “completas”, principalmente El Globo, Bencito, y La Pescadora.
Para ponerle la tapa al pomo en el parque a un joven al que le decíamos “Bebo Mc Gregor” se le ocurrió quejoso decir: “Bueno, pero no todo el mundo tiene la peseta para adquirir una completa”.
Un negrito de apellido Nieto que estaba limpiando zapatos en el parque cobrando cinco centavos estuvo de acuerdo diciendo que “A él a veces no le alcanzaba para conseguir una completa”.
Como siempre en estas cosas surge un líder que dijo. “Bueno, caballero, vamos todos los domingos- que es cuando más gente va al parque- a realizar colectas para que nadie pase hambre aquí”.
No sé cuánto se recogió en esas poninas, lo único que recuerdo que a mí me entregaron cuatro pesos y pico para llevarlos al Globo y entregárselos a un empleado de apellido Miñauri con la encomienda que si alguien llegaba a pedir comida sin tener la peseta le sirvieran un plato.
Como es conocido, tras asumir los vándalos el poder en Cuba, al cundir la escasez total en la isla, la “completa” pasó a ser uno de los “fantasmas del oprobioso pasado”.
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