Resumen.
Este estudio intenta demostrar que la exclusión de la obra del premiado escritor cubano Guillermo Cabrera Infante del canon de la literatura hispanoamericana, que se traduce en el reducido número de trabajos críticos sobre la misma, obedeció a razones de índole ideológica. Se ha reconstruido, para tal fin, el contexto político y cultural de la Cuba castrista y su proyección sobre el Boom de la narrativa hispanoamericana, sobre la base de fuentes historiográficas, de las referencias de testigos y, básicamente, de los ensayos de Cabrera Infante recogidos en su libro Mea Cuba de 1992. En efecto, la represión del régimen comunista imperante en la isla motivó no solo el exilio del escritor sino su persecución fuera de Cuba y la retracción de la crítica académica afín a tal ideología.
El contenido histórico: razones de una exclusión.
En el año 1964, Guillermo Cabrera Infante1 recibe el premio Biblioteca Breve otorgado por la Editorial Seix-Barral y es uno de los cinco hispanoamericanos que lo reciben en la década del sesenta2. Esto permite suponer dos cosas, a saber: que la obra de Guillermo Cabrera Infante es reconocida como valiosa y que en la literatura de Hispanoamérica aparece un fenómeno inesperado: un grupo de jóvenes narradores se abre, finalmente, espacio en Europa, y gana un público más amplio para sus obras. Como diría José Donoso la novela hispanoamericana comenzó a hablar un idioma internacional3. En efecto, una serie de circunstancias se conjugan para que la década del sesenta resulte particularmente propicia para que tal internacionalización se produzca y genere un fenómeno de curiosas características: el Boom. Acerca de este fenómeno -al que la historiografía literaria ya ha puesto en perspectiva y ha sometido a revisiones4-, sólo apuntaremos ahora, aquellos datos que hacen bascular la interpretación hacia la impronta ideológica, fuerza decisoria no suficientemente señalada y en muchos casos minimizada, en los balances actuales.
Señalemos, ante todo, que los lindes temporales dados al fenómeno están marcados por hechos de índole política más que literaria: como fecha del comienzo: 1959, triunfo de la Revolución Cubana y, más precisamente, el discurso de Fidel Castro del 1 de mayo de 1961, en el que señala la orientación socialista de la revolución; como fecha del final: 1971, por el así denominado caso Padilla. Entre estas dos fechas transcurre el decenio de esplendor de lo que María Pilar Serrano llamara la gauchedivine5. París se convierte una vez más en el centro mítico de la fama. Allí se funda la revista Mundo Nuevo (1966), órgano de promoción de un grupo reducido de escritores, entre ellos: Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, dirigida por el uruguayo Emir Rodríguez Monegal.
Liliane Hasson ha señalado la mayoritaria presencia de lo cubano en la revista, sea que se trate de la publicación de extractos de obras de autores cubanos, de trabajos críticos sobre los procesos culturales de la isla o sobre obras de autores en particular6. Esto no sólo es así sino que la adhesión de los autores del Boom a la Revolución se hacía explícita a través de sus artículos en diversas publicaciones y foros, y era avalada por sus visitas a Cuba y su participación en los Jurados de Casa de las Américas, la institución cultural revolucionaria de la Cuba castrista7.
Probablemente el condimento más sabroso de este fenómeno lo constituyan las polémicas sostenidas a lo largo del período por los autores mismos y que aparecen como intentos de definición del Boom. Las motivaciones, en todos los casos, fueron de raíz ideológica. La multiplicación de revistas y suplementos culturales, en las que junto al comentario de la realidad política y social se une, ahora, la promoción de figuras del ámbito de las artes, sirvieron de vehículo de estas polémicas. Cabe señalar que, hasta el caso Padilla, estas polémicas representaban sólo variantes dentro de un mismo espectro ideológico, el de la izquierda. Así, por ejemplo, la que sostuvieron en Marcha de Montevideo, Collazos, Cortázar y Vargas Llosa, en 1969 y que fuera recogida prontamente en un libro al año siguiente8.
En 1968, los diarios de José María Arguedas, aparecidos en la revista Amaru y luego incorporados a su obra inconclusa El zorro de arriba y El zorro de abajo9, motivan la respuesta de Julio Cortázar en Life en castellano, en 1969, y la réplica de Arguedas desde El Comercio de Lima, en el mismo año. Frente a la posición de Arguedas que se declara socialista -ya ha sido expulsado del partido Comunista-, y provinciano, auténticamente mestizo, que no cree en la profesionalización del escritor porque él siente que escribe sólo para seguir vivo, la propuesta de Cortázar de buscar la identidad desde lo supranacional, es decir, desde París, resulta como una mala justificación. Las expresiones lacerantes de Arguedas conmueven porque tienen la belleza terrible de lo que se escribe al borde de la muerte real. En su revisión de los escritores jóvenes -García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Carlos Fuentes- señala, entre ironías, las distancias que lo separan de ellos. Pese a su posición política, a su alabanza de lo que vio en Cuba, al medio izquierdista en que se mueve, sus expresiones resuman más bien idealismo romántico de otro tiempo.
La posición de Cortázar, afirmada en el Coloquio de Royaumont, organizado en París, en 1972, por la sección "Sociologie de la Littérature" del Institut des Hautes Études, quedó claramente definida al sostener:
(...) eso que tan mal se ha dado en llamar el 'Boom' de la literatura latinoamericana, me parece un formidable apoyo a la causa presente y futura del socialismo, es decir, a la marcha del socialismo y a su triunfo que yo considero inevitable y en un plazo no demasiado largo10.
Cortázar atribuye el éxito del Boom al público lector, el que finalmente parece haber tomado conciencia de su identidad y compra la obra de los jóvenes escritores. Cuando se pregunta quiénes son los lectores, con optimismo, afirma que se trata del pueblo de América Latina. Probablemente, consciente de su propia hipérbole, se rectifica y reconoce que desgraciadamente no todo el pueblo pero agrega, lo que importa es que haya sectores que se hayan dilatado vertiginosamente.
Este reconocimiento final, que se compadece con su ideología - nos referimos a la necesidad que presentan los movimientos de masas de una élite o vanguardia para la imposición de sus consignas-, no alude a un fenómeno sociológico sin más, cual es el del crecimiento del público lector por razones educativas y económicas, sino que se encuadra en el movimiento de afirmación de la causa cubana que el mismo Cortázar encarna frente al sector izquierdista disidente después de los sucesos ocurridos en Cuba el año anterior. Por eso resulta curiosa la afirmación de Rama cuando explica la actitud de Cortázar como fruto de haber guardado un apreciable margen de independencia. Si bien es cierto que un sector de la izquierda hispanoamericana lo censuraba por pertenecer al Boom, al que consideraba sólo un fenómeno editorial, y, además, por residir en París (al decir de Cortázar ésta sería la izquierda con anteojeras), otro sector, sin embargo, repudiaba su adhesión incondicional a Fidel Castro refrendada por el famoso poema Policrítica a la hora de los chacales, publicado por Casa de las Américas, 12, en 1971, justamente cuando un nutrido grupo de escritores latinoamericanos y buena parte de la intelligenzia europea había elevado su protesta porque un escritor cubano, Heberto Padilla, había sido encarcelado y sometido luego a la autocrítica, procedimiento típicamente estalinista. Este hecho ocurrido en 1971, marca el fin del Boom en tanto que fenómeno cultural. Lo que sigue dentro de las letras de Hispanoamérica es el desarrollo de la Nueva Narrativa a la que se incorporan, después de ciertas exclusiones iniciales, las obras de numerosos narradores.
El peso de Cuba en el fenómeno del Boom, si atendemos al estudio de Rama, pareciera reducirse a su adhesión al ideal de la Revolución finalmente concretada. Atribuye el interés por los escritores de la nueva promoción a la curiosidad por la región donde se había establecido la revolución socialista. El estudio de Rama es lo suficientemente serio en cuanto al acopio de datos acerca de la situación socio-económica de la región y a los mecanismos del mercado editorial, como para caer -nos parece-, a la hora de la explicación, en semejante ingenuidad.
En el mismo Encuentro organizado por el Latin American Program del Woodrow International Center forScholars (Smithsonian Institution, Washington), en 1979, en el que Rama presenta este estudio, Augusto Desnoes, escritor cubano exiliado, contesta:
Donde ustedes hablan del mercado y la narrativa latinoamericana, yo tendría que hablar de la política y la narrativa latinoamericana. Los sucesivos rodeos descriptivos de Ángel Rama me parecen agotar el campo de batalla, aunque me quedo esperando juicios de valor. Tal vez sea mi visión moralista. (...) Me parece haber visto a Cuba darle un buen empujón al 'auge' (prefiero considerar innombrable, por el tono de este trabajo, la palabrota publicitaria) de la narrativa latinoamericana de hoy. (...) La cultura, tanto la cubana como la latinoamericana, ha sido un instrumento de nuestra política exterior. Al fracasar el intento de construir simultáneamente el comunismo y el socialismo en nuestra isla -muerto el Che en Bolivia, en crisis la economía de los incentivos morales y fracasada la zafra de los diez millones-, sobrevino el broche del caso Padilla. El fin del escritor como conciencia de la sociedad11.
Vemos que es el mismo Desnoes quien señala la partición de aguas que significó este caso entre los escritores. De un lado, a favor de Cuba, quedaron Cortázar y García Márquez, de otro, Vargas Llosa y Carlos Fuentes. La opción, tal como quedaba planteada por el endurecimiento del régimen, la define claramente Lisandro Otero cuando afirma que antes de la Revolución al escritor le cabía la función de conciencia crítica, después de la Revolución, la de contribuyente creador12. Con este eufemismo se refiere, sin duda, a la adopción del canon shdanovista13, según el cual el escritor debía mostrar al hombre positivo, al revolucionario, al hombre nuevo del socialismo, desde un estilo predeterminado, el del realismo socialista. Cualquier otra forma de escritura caía bajo el anatema de subjetivismo o decadencia. De ahí que, sin negar el mérito de haber defendido a Padilla, sea posible suponer que los escritores que protestaron ante la Casa de las Américas también se plantearon seriamente la posibilidad de la restricción de su propia libertad creadora.
Por otra parte, mucho antes del caso Padilla, la situación en el interior de Cuba mostraba ya serios signos de represión. Este es el caso de Guillermo Cabrera Infante y de Lunes de Revolución14. Como en su escritura, también en esto fue un precursor.
Es necesario recordar ahora algunos de los hechos fundamentales que contextualizan la definitiva exclusión de Cabrera Infante no sólo de Cuba sino del canon literario hispanoamericano. Exclusión, esta última, que, como hemos dicho, se tradujo, particularmente en el espacio académico hispanoamericano, en la casi ausencia de estudios específicos sobre su original obra literaria.
La Revolución triunfante en 195915, después de un largo proceso de luchas contra el gobierno de Fulgencio Batista Zaldívar, que comienza con la organización en la clandestinidad del grupo liderado por Fidel Castro, va ampliándose progresivamente por el descontento de los ciudadanos frente a un gobierno corrupto, concreta la primera acción revolucionaria en el fracasado asalto al Cuartel de Moncada, de Santiago, el 26 de julio de 1953. Los sobrevivientes, los Castro entre ellos, son enjuiciados. Fidel Castro, que es abogado, asume su propia defensa con el célebre discurso de cinco horas conocido por el nombre La historia me absolverá (reelaborado más tarde en Isla de Pinos). Allí expone los principios del así llamado Movimiento 26 de Julio. Cumple en Isla de Pinos una condena de dos años. Es en este período de prisión en el que se concreta su formación ideológica16. Después de ser amnistiado se exilia en Estados Unidos primero y en México, más tarde. Conoce entonces a Ernesto Guevara, el Che, y juntos reorganizan el grupo revolucionario. Programan el desembarco en Cuba, en 1956. Como en el ataque anterior, son prácticamente diezmados. Los doce sobrevivientes se reagrupan en la Sierra Maestra, crece en número la organización y continúan con los hostigamientos al gobierno a través de sabotajes y ataques con técnicas de guerrilla. Fidel Castro es el primer comandante. Batista huye de La Habana el último día del año 1958 y el 3 de enero de 1959, el Che y Camilo Cienfuegos entran en la capital. Fidel llegará el día 8. El 15 de febrero es nombrado primer ministro del Gobierno Revolucionario, con Manuel Urrutia como Presidente provisional de un gobierno constitucional. Consecuentes con su postura revolucionaria, los triunfadores acabaron rechazando el antiguo régimen constitucional y su estructura política institucional. Fidel Castro encarnó, desde la expulsión del presidente Urrutia, el poder, compartido en los puntos estratégicos con sus más fieles colaboradores, para la realización de la enorme transformación revolucionaria, en lo económico y social, como la Reforma Agraria. Sin embargo, la omnipotencia de su liderazgo y su posterior definición ideológica, hecha pública en 1961, más la adscripción de Cuba al bloque soviético, determinaron el alejamiento, por exilio, prisión o fusilamiento, de sus antiguos camaradas de los puestos de decisión. Un caso terriblemente ejemplar es el de Huber Mattos, líder nacionalista de la provincia de Santiago que sufriera, sin culpa alguna, veinte años de prisión.
Las medidas económicas tomadas, contrarias a los intereses norteamericanos en la isla, determinaron que EE.UU. suprimiera la cuota de importación del azúcar cubano. La orientación de la economía hacia el bloque de potencias orientales había llevado a la incautación de las refinerías inglesas y norteamericanas que se negaron a refinar el petróleo de la Unión Soviética. La respuesta de Estados Unidos significó una nueva incursión en los asuntos de un Estado autónomo, a la manera de la antigua Enmienda Platt: decidió una invasión armada a la isla.
La resistencia al régimen de Castro no fue simplemente externa, como lo demuestra la existencia de guerrillas antifidelistas en Escambray. En ambos casos, la Cuba revolucionaria salió triunfante, pero el poder soviético fue el que ganó definitivamente, siempre con Castro a la cabeza. Así, con una enorme cuota de triunfalismo, comenzó la definitiva marxistización de la educación, la expulsión de las órdenes religiosas y la militarización de la vida cubana, apoyada por el poder policial de las organizaciones de seguridad, como el ya famoso G2. Cuba se transformó en el primer país comunista de Hispanoamérica.
Guillermo Cabrera Infante formó parte del entusiasta grupo de intelectuales revolucionarios que colaboraron con la instalación del socialismo en Cuba. Así lo documenta él mismo en su libro Mea Cuba de 199217, además de las restantes fuentes18. Si esto es así ¿cómo es posible que este joven periodista y escritor revolucionario haya sido dejado fuera de juego?19.
El mismo Cabrera Infante, en afán de dejar testimonio de los hechos de su propia vida y siempre con su estilo irónico e incisivo, ha fabricado una biografía, más bien unos anales, en los que ha ido, sucesivamente, agregando datos hasta su última versión de 199520, a la manera en que se escribió la biografía de L. Sterne. Por ella conocemos los hechos que habremos de referir, los que son confrontados con los testimonios de otros actores como Carlos Franqui, además de los textos historiográficos que dan cuenta de estos mismos hechos.
Por estas fuentes sabemos que Cabrera Infante nació en 1929, en la provincia de Oriente. Tanto su padre, que era linotipista, como su madre fueron militantes comunistas y sufrieron persecuciones, hasta que Batista pactó con el Partido Comunista en sus últimas elecciones. Dotaron a la criatura con suficientes anticuerpos comunistas -afirma Cabrera de sí mismo-, como para estar efectivamente vacunado contra el sarampión revolucionario, una hazaña reaccionaria. En 1941, el matrimonio de Guillermo Cabrera y Zoila Infante, muy empobrecido, se instala en La Habana con sus hijos Sabá y Guillermo. Desde ese momento Cabrera Infante sufre la fascinación de esta ciudad, a la que conoce hasta en sus últimos rincones. Después de realizar sus estudios secundarios pretende estudiar medicina, pero su necesidad de trabajar y el oficio de escribir lo hacen cambiar de rumbo. Cabrera Infante es un fecundo lector y la lectura no significa simplemente un placer sino una motivación para la escritura. Así, por ejemplo, la lectura de algunos capítulos de El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias lo incita a escribir un cuento en tono de parodia, que es publicado en la revista Bohemia. Ligado a esta revista comienza a desempeñarse como secretario de redacción mientras realiza sus cursos en la Escuela Nacional de Periodismo. Es también un maniático espectador de cine. En 1951, funda la Cinemateca de Cuba, que fuera incautada por el gobierno de Castro y, finalmente, abandonada años más tarde.
Durante el gobierno de Batista, a causa de la publicación de un cuento que contenía palabras insultantes en inglés, es encarcelado; debe abandonar los estudios y no puede sino usar un seudónimo para seguir publicando sus crónicas de cine, en Carteles. Entonces nace G. Cain. Conjuga así su actividad periodística con la política hasta la caída de Batista. Por esos años viaja a México y a Nueva York. Con el triunfo de la Revolución en 1959, a la que adhiere como tantos jóvenes dentro y fuera de Cuba, su actividad periodística se jerarquiza. Carlos Franqui, fundador y director del periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de julio, lo invita a participar en la empresa. Cabrera Infante funda el magazine cultural Lunes de Revolución, que alcanzara un éxito de público no reiterado por otras publicaciones dentro del primer estadio revolucionario. La actividad de esta empresa se extiende a la organización de un programa de televisión y de una editora. En ese período, viaja en el entorno de Fidel Castro a Canadá y Sudamérica. En 1960, con una comitiva oficial de periodistas cubanos visita Europa, la Unión Soviética, Alemania del Este y Checoeslovaquia. Ese mismo año se edita su primera colección de cuentos, que concluyera en 1958, bajo el nombre de Así en la paz como en la guerra.
Estos datos demuestran que Cabrera Infante, a los treinta años, era ya conocido y valorado en el espacio cultural cubano. Para comprender cómo este joven escritor y revolucionario se convierte en el caso Cabrera Infante resulta necesario recordar la situación de Cuba una vez que la Revolución está en la plenitud del poder, es decir, cuando al huir Batista, Castro es nombrado Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, con Manuel Urrutia como Presidente provisional de un gobierno constitucional, que contaba además con el reconocimiento inicial de los Estados Unidos. Las pugnas por la hegemonía comunista frente a los socialistas que habían mantenido el combate es sólo una parte de la historia interna de la Revolución; otra, la decisión por el modelo económico, la política exterior y finalmente la cultura, todo bajo la figura dominante de Fidel Castro y su entorno.
Respecto de la situación de los intelectuales, el poeta chileno Alberto Baeza Flores, que participara en las luchas contra Batista, escribe acerca de este momento de la Revolución, ya desde su forzado exilio:
Nunca, en la historia de Cuba, el escritor y el artista habían sido tan halagados y se les había ofrecido tantas ventajas materiales como bajo el régimen de Castro, que los necesitaba. Nunca se editó tanto. Nunca se les dio tanta resonancia y publicidad, tanta categoría e importancia21.
A este primer período, Lisandro Otero, escritor e influyente dirigente del régimen castrista, lo ha denominado la primera etapa (1959-1960) y lo caracteriza del siguiente modo:
Deslumbramiento, toma de conciencia nacional, emotividad y fervor patriótico, obra de circunstancia que expresa testimonialmente la gesta transcurrida, divulgación de la cultura burguesa, frente único de los intelectuales. Se crea el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC)22.
Hasta este momento, la caracterización de Otero pareciera responder a la verdad de los hechos en orden al desarrollo cultural y su apreciación coincide con la de Baeza Flores.
Dejando de lado una sucesión de hechos decisivos como la expulsión del presidente Urrutia, la desaparición de Camilo Cienfuegos, el nombramiento de Ernesto Guevara, el Che, como director del Banco Nacional y el encarcelamiento de Huber Mattos, el saldo positivo bascula hacia el lado de la promoción de la cultura cubana con el nombramiento del escritor Alejo Carpentier al frente de la Dirección de Cultura, a lo que debe sumarse la fundación de la Casa de las Américas con la finalidad de incrementar los intercambios culturales con otros países de Hispanoamérica, como una vía de proyección de la Revolución.
Sin embargo, un hecho capital habría de marcar el rumbo de la Revolución y dar, según Otero, espacio a una nueva etapa. Nos referimos al momento en el que la Revolución, declarada marxista-leninista, comienza a imponer, junto con la lucha de clases, un modelo cultural canonizado ya en la Unión Soviética. En efecto, en la pugna por el poder, los combatientes del Movimiento 26 de julio son definitivamente desplazados por los comunistas. De esta torsión ideológica es responsable, más que las circunstancias históricas concretas, como la típicamente errónea política exterior de los Estados Unidos hacia Cuba -explicación que suele correr a modo de justificación a nivel de la doxa-, la voluntad de algunos de los miembros más cercanos del círculo de Fidel Castro, como su hermano Raúl y Ernesto Guevara. Los tratadistas coinciden en señalar que Castro se impuso tardíamente de los fundamentos de la ideología, desde que leyó a los clásicos del marxismo cuando estaba en la cárcel. Hasta ese momento, su actividad se fundaba en una fuerte tendencia al anarquismo y a la conquista y detención del poder de modo personalista.
Los comunistas cubanos no gozaban de mayor prestigio entre los revolucionarios en la medida en que, como se sabía, habían colaborado con el gobierno de Batista, tal el caso de Dorticós y Carlos Rafael Rodríguez. Este último, logró incorporarse a las fuerzas de la Sierra y, desde entonces, permaneció, curiosamente, en el poder. Castro mismo no reconoció en sus primeros discursos lo que más tarde llamaría su marxismo-leninismo. La progresiva condena, desaparición o muerte de muchos de sus primeros colaboradores, por desviacionismo ideológico o traición a la Revolución, prueba, por una parte, la ambición de Castro de consolidarse solo en y con todo el poder y, por otra, la definitiva incorporación del régimen cubano a la órbita soviética.
En La Habana, además de la organización del adoctrinamiento y de las milicias, comienza a gestarse un hecho de consecuencias previsibles dado el tenor que van tomando las relaciones del Régimen con los artistas e intelectuales. En efecto, todo comienza con la prohibición de proyectar PM, una breve película sobre La Habana nocturna filmada por Sabá Cabrera, hermano menor del escritor Guillermo Cabrera Infante. Se la consideró contraria a la Revolución. Guillermo Cabrera Infante reunió entonces la firma de numerosos intelectuales para que se levantara la censura a la película. Esta protesta operó como el casus belli y generó lo que Seymour Menton refiere del siguiente modo:
El primer conflicto de envergadura entre el gobierno revolucionario y la comunidad literaria tuvo lugar poco después de la invasión de Playa Girón y del discurso de Fidel Castro sobre la condición socialista de la Revolución cubana. La víctima fue Lunes, el suplemento cultural del periódico Revolución de Carlos Franqui, y el motivo inmediato fue la protesta del crítico de cine Cabrera Infante por la censura del filme PM23.
La victoria frente a la invasión norteamericana sumada a la definición ideológica, al tiempo que afirmaba el triunfalismo revolucionario, creó un clima de sospecha ante cualquier manifestación cultural que no alabara explícitamente los logros del gobierno. La acusación a Lunes fue absolutamente gratuita ya que Revolución había sido desde su etapa clandestina el órgano del movimiento revolucionario. Es más que evidente que la presión venía de los sectores prosoviéticos, como eran los miembros del Partido Socialista Popular. Lunes había publicado crónicas de los sucesos de Playa Girón pero al mismo tiempo conservaba un ideal de cultura menos estrecho.
Resulta oportuno recordar que en la misma Unión Soviética se estaba atravesando por una crisis cultural debido a la relajación del ideal shdanovista del realismo socialista y de la cultura proletaria. A los héroes positivos de la literatura revolucionaria del primer período sucedía una suerte de culto a la personalidad. Nada de esto podía resultar edificante para la cultura de un joven país socialista. K.S. Karol, al estudiar este problema de la vida cultural de Cuba afirma:
Los dirigentes culturales, reunidos en torno a Edith García Buchaca, no podían facilitar a su país la cultura socialista importada de la U.R.S.S. totalmente preparada, bien envuelta y fácil de digerir, tal como ellos hubieran deseado. Por el contrario, sabían perfectamente lo que no querían que fuera difundido en Cuba. Así, por ejemplo, durante el verano de 1961, estalló el asunto de Lunes de Revolución. Lunes era el suplemento cultural del periódico de Carlos Franqui Revolución. Este periódico había empezado a publicarse el mes de marzo de 1959, y Franqui había sabido unir el espíritu revolucionario al respeto por los valores culturales. El equipo de Lunes era muy joven: Guillermo Cabrera Infante, su redactor jefe, tenía apenas treinta años. Su adjunto Pablo Armando Fernández, era dos años menor que él, al igual que Heberto Padilla y José AlvarezBaragaño, poetas y totalmente favorables a la causa de la Revolución. Todos ellos habían creado un semanario ecléctico que reflejaba necesariamente sus preocupaciones sobre el arte de vanguardia y sobre los valores de la actual izquierda. Por formación estaban influenciados por las discusiones de las corrientes artísticas predominantes en Occidente24.
En efecto, Lunes había publicado tanto los escritos clásicos del marxismo, desde el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, los textos de la época bolchevique como los de John Reed y Maikaovski hasta Isaac Babel, cuanto un homenaje en ocasión de la muerte de Albert Camus. Con motivo de la visita de Anastas Mikoyan a Cuba, publicó un número dedicado enteramente a la Unión Soviética, su cine, teatro y literatura. Un mes más tarde, apareció la entrevista de J.P. Sartre con los miembros de la redacción de la revista.
Que Lunes se ocupaba de publicar además los textos más importantes de Fidel Castro, el Che y Camilo Cienfuegos dan cuenta las numerosísimas citas que hace de este magazine la historia de la Revolución Cubana de Hugh Thomas, al punto de constituirse en una de sus fuentes documentales.
De nada parece haber servido el reconocimiento que Ernesto Guevara hiciera de la revista en su momento, ni el de Fidel Castro cuando aseguró que Lunes representaba un buen esfuerzo para expresar tres cosas similares: revolución, pueblo y cultura ni, por otra parte, el éxito editorial ya que alcanzaba una tirada de 250.000 ejemplares.
Tanto los principales implicados -Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante-, cuanto K.S. Karol coinciden en atribuir a los dirigentes culturales de la ortodoxia comunista, en afán de afirmar su predominio en esta área, como ya lo habían hecho en otros órdenes, la convocatoria a las reuniones en la Biblioteca Nacional de La Habana. Estas reuniones que se concretaron en los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, contaron con la presencia del mismo Fidel Castro. Los hechos son referidos por Cabrera Infante en varios ensayos recogidos en Mea Cuba25, los que en su momento fueran publicados como artículos periodísticos. En efecto, en Mordidas del caimán barbudo26 el autor va historiando lo que ha dado en llamar el ocaso (después vino el acoso) del Renacimiento Cultural Cubano. Este ensayo escrito con su inconfundible estilo refiere pormenorizadamente el hecho que da origen a su definitiva exclusión. Con enorme honestidad reconoce Cabrera Infante los errores cometidos como director de Lunes:
Mi primer error como director de "Lunes" fue intentar limpiar los establos del auge literario cubano, recurriendo a la escoba política para asear la casa de las letras. Esto se llama también inquisición y puede ocasionar que muchos escritores se paralicen de terror. La revista, al contar con el aplastante poder de la Revolución (y el Gobierno) detrás suyo, más el prestigio político del Movimiento 26 de julio, fue como un huracán que literalmente arrasó con muchos escritores enraizados y los arrojó al olvido. Teníamos el credo surrealista por catecismo y en cuanto estética, al trotskismo, mezclados, con malas metáforas o como un cóctel embriagador. Desde esa posición de fuerza máxima nos dedicamos a la tarea de aniquilar a respetados escritores del pasado. Como Lezama Lima, tal vez porque tuvo la audacia de combinar en sus poemas las ideologías anacrónicas de Góngora y Mallarmé, articuladas en La Habana de entonces para producir violentos versos de un catolicismo magnífico y obscuro -y reaccionario. Pero lo que hicimos en realidad fue tratar de arruinar la reputación de Lezama27.
Con la objetividad que da el tiempo, la distancia y las consecuencias de los hechos vividos, Cabrera Infante reconoce, ahora con ironía, otros errores: haber exaltado a Virgilio Piñera, un autor de la generación de Lezama, que era homosexual, y como tercer pecado original cometido: alrededor de Lunes se habían agrupado demasiadas personas de talento, cada una de las cuales apoyaba la Revolución a su modo. Entre ellos nombra al poeta surrealista Baragaño que era recibido en París por el mismo André Bretón, a Heberto Padilla, un excelente poeta terrible, ambos vueltos del exilio y dispuestos a dar batalla a la vieja generación porque muchos de sus miembros habían sido funcionarios del gobierno de Batista. Calvet Cassey, cuentista, Antón Arrufat, dramaturgo, Pablo Armando Fernández, poeta, quien volvió a Cuba en el año 59, Oscar Hurtado, poeta y exiliado.
Como el lector puede ver, la nave literaria se hallaba manejada por una gavilla de maníacos, ácratas y pederastas. (Espera un momento, lector, y comprenderás por qué estas cosas de la vida se convirtieron en elemento decisivo de nuestra defunción). "Los privilegiados", como nos marcó el Che Guevara, no serían nunca "verdaderos revolucionarios", y con un timonel que, sin duda debido a la mucha miopía, vio las señales de peligro ya tarde (Demasiado tarde, de hecho). Descubrí que carecíamos de poder real cuando al barloventear y romper lo que parecía ser nada más que una ola sectaria, se vio que era nada menos que la punta negra del iceberg totalitario28.
La comprensión tardía del hecho sorprende, sin duda, a los que se consideraban el fruto dorado de la Revolución, el periódico de la Revolución, la voz del pueblo, la voz de Dios, porque, afirma Cabrera Infante, éramos, como quien dice, omnipotentes. Sin saberlo, éramos también esclavos29.
Lo que más sorprende, tanto a ellos como a los que más tarde han juzgado de los hechos, es la enorme cuota de hipocresía con que se envolvió el suceso. Porque si, por una parte, la Revolución persiguió a los homosexuales y decadentes con el pretexto de moralizar el ambiente cultural, por otra, paradójicamente, fue un reconocido homosexual, Alfredo Guevara, quien llevó a cabo la tarea de terminar con Lunes. Hay aquí varios niveles de ironía íntima: el otro Guevara, Alfredo, era un notorio marica protegido por Raúl Castro, el mismísimo hermano de Fidel30.
Cabrera Infante no retacea datos para caracterizar al entonces Director del Instituto de Cine, que censurara la exhibición de la película de Sabá Cabrera, PM, por considerarla contrarrevolucionaria y decadente: era el más odioso comisario comunista con el que vérselas y Guevara (orador guerrillero que nunca pudo pronunciar la erre de Revolución) dio un golpe bajo a Revolución y a Lunes de R.31. Esta caracterización alcanzará ribetes paródicos en el cuento "Delito por bailar el chachachá", publicado por primera vez en Mundo Nuevo, en 1968, como habremos de ver más adelante.
Si bien el ensayo de Cabrera Infante abunda en referencias a los actores de la represión: nombres, cargos, tendencias políticas y sexuales, y su juicio sobre los hechos es acertado al reconocer la maniobra de los comunistas para manejar el aparato cultural, resulta oportuno recurrir a la visión de Carlos Franqui para reconocer la función que le cupo a Alfredo Guevara en la torsión ideológica de la Revolución, de la que más tarde sería una víctima, como tantos otros. Según sus referencias, Alfredo Guevara era, en efecto, amigo de Raúl Castro desde la etapa universitaria. Reconocido comunista, había gozado, en momentos muy difíciles para él ante los revolucionarios, de la protección de Carlos Rafael Rodríguez, Joaquín Ordoquí y Edith García Buchaca, esposa de ambos sucesivamente, todos pertenecientes a la línea prosoviética.
Alfredo Guevara que había estado en los países soviéticos, en el entorno de Raúl Castro, se hizo sospechoso ante Fidel, cuando se revisó el asesinato de los miembros del Directorio Revolucionario por la delación de Marcos Rodríguez, hecho ocurrido en 1957. Era Marcos Rodríguez un joven espía de los comunistas que gozaba de la confianza de algunos jóvenes del movimiento revolucionario en los que admiraba el coraje. Su aspecto delicado y sus ropas exóticas eran objeto del desprecio de algunos de ellos, acostumbrados al trato rudo de la camaradería viril. Cuando se encontraba en México, después de haber huido de Cuba, fue Alfredo Guevara quien lo presentó a J. Ordoquí y a Edith García Buchaca, que se encontraban allí. Ellos lo protegieron en todo momento, como hacían con Alfredo Guevara. Carlos Franqui refiere así la situación, cuando, vuelto a Cuba en 1959, Marcos Rodríguez es acusado por el Directorio Revolucionario de traición ante Camilo Cienfuegos, quien ordena su detención:
El Partido Comunista salvó a Marcos Rodríguez mediante el grupo proveniente del exilio mexicano, muy vinculado con Ordoquí y la Buchaca: Osmani Cienfuegos, comunista -veintiseísta-, hermano de Camilo, Emilio Aragonés, José Abrahantes, Alfredo Guevara, Selma Díaz. Lo sacan de prisión y pese a la grave acusación, lo nombran en el departamento político y cultural del ejército rebelde. Poco después Marcos Rodríguez parte para Checoeslovaquia, con una beca obtenida antes, gracias a la recomendación y apoyo del partido32.
Esta terrible historia que terminará años más tarde con un sonado juicio y el fusilamiento de Marcos Rodríguez y la destitución y encarcelamiento de los Ordoquí por traición a la Revolución, deja sin embargo a flote al infaltable Alfredo Guevara. Éste no vaciló en entregar una carta de Marcos Rodríguez, que confiaba en él como en un amigo, a Ramiro Valdez, gracias a la cual logró salvarse a sí mismo, mientras Rodríguez fue fusilado. Pero su momento de mayor poder se desarrolla en lo que Franqui denomina el período del sectarismo: 1960-1962.
Destitución y condena de miles de dirigentes obreros y estudiantiles revolucionarios, que en las únicas elecciones libres efectuadas por la revolución, fueron elegidos masivamente por sus centros. Persecución, destitución, detenciones, condenas y fusilamientos de dirigentes clandestinos, que criticaban al comunismo, aun si apoyaban a la revolución. Cárceles dinamitadas, presos viviendo en el terror de volar en cualquier instante. Deportaciones de miles de campesinos y sus familias de las zonas del Escambray y otras regiones en que hubo levantamientos o guerrillas. Restablecimiento de la pena de muerte y de los tribunales revolucionarios. Oleada de fusilamientos33.
En este clima de represión, el sectarismo prosoviético emprende la destrucción de Revolución y de Lunes, a través del Consejo de Cultura, bajo la dirección de la Buchaca. Como asegura Carlos Franqui: La Buchaca y su Vicentina Antuña, arrasaban. Y describe así la escena de lo que fuera realmente un juicio:
Tomó la palabra Alfredo Guevara, que era el Manuilsky de la cultura. Palabras siniestras y amenazantes:
- Acuso a Lunes y a Revolución de intentar dividir la Revolución desde el interior; de ser enemigos de la Unión Soviética; de revisionismo y confusionismo ideológicos; de introducir tesis polacas y yugoeslavas, exaltar el cine checo y polaco; de ser portavoces del existencialismo, el surrealismo, la literatura norteamericana, el decadentismo burgués, el elitismo; de ignorar las realizaciones de la Revolución; de no exaltar las milicias34.
Franqui completa este retrato de Alfredo Guevara:
Solapado, burócrata, frustrado, maquiavélico. Camarada de Raúl desde Praga, amigo personal de Fidel, de la Universidad, México y Bogotá. Estaba allí siempre donde el partido le decía de estar. Bien protegido, fuera de peligro.
Era el hombre que el partido introducía en todas partes: Universidad de La Habana, 26, cine.
Especialista en espionaje y trabajos sucios35.
A pesar de que Franqui califica la defensa en el juicio como una pateadura argumental tremenda a los sectarios, a Fidel, Carlos Rafael Rodríguez y los otros, reconoce, sin embargo, que la burocracia y el poder nunca pierden. Las históricas palabras de Fidel Castro pronunciadas entonces: Con la Revolución todo, contra la Revolución nada fueron la norma para toda actividad intelectual y artística.
Fue así como, argumentando la falta de papel, se suprimió Lunes. Solamente un saldo positivo dejaron estas reuniones en la Biblioteca: la reconciliación con Lezama Lima, quien haciendo gala de coraje y generosidad, defendió a los jóvenes acusados, que antes lo habían denigrado. El poeta ruso Eugeni Evstuchenco, presente allí, también contestó a los sectarios desde su experiencia moscovita, hecho que Fidel no le perdonó, lo que habría de costarle una posterior autocrítica.
He aquí el balance de Franqui:
La victoria de Girón desencadenaba el odio oculto a todo lo que no fuera obediencia, trabajo, comunismo oficial y militarismo caudillista y ruso-castrista.
Se reprimía y eliminaban los sindicatos, se militarizaba a las milicias, se construía un partido comunista de élite.
Cómo se iba a permitir una cultura viva.
Y yo ya supe que ésta era la muerte histórica de un proyecto de revolución nueva y libre36.
Disidencia y exilio. El largo brazo de la revolución.
Después del cierre de Lunes, la vida de Guillermo Cabrera Infante sigue la suerte de tantos disidentes cubanos: el exilio interior o la diáspora.
Según sus propias afirmaciones debió pasar un tiempo mantenido por su segunda esposa, la actriz Miriam Gómez, y en silencio hasta que, probablemente para sacarlo del medio, como se hizo con los restantes miembros del plantel de Lunes, es nombrado segundo secretario de la embajada de Cuba en Bélgica37. Cabrera Infante asegura que tanto Edith García Buchaca, en esa ocasión, cuanto Manuel Piñeiro, Barbarroja, Jefe del Servicio de Inteligencia y Contra-Inteligencia, cuando deja Cuba definitivamente, dijeron la misma frase: Déjenlo salir, a ver si se asila38.
En Bruselas, como le explica en una nota a Rodolfo Walsh, que lo denigraba diciendo que había ido allí a practicar el inglés, vivía en situación mucho más precaria que la que había dejado en Cuba, ya que el sueldo que cobraba (en dólares, sí: como el de todos los diplomáticos cubanos: pagados por el Narodny Bank de Moscú: el mismo banco que paga los premios de la Casa de las Américas a extranjeros)39 no le alcanzaba para vivir.
En 1964, su novela Tres Tristes Tigres gana el premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix-Barral. El Caimán Barbudo, suplemento cultural del diario Juventud Rebelde, revista oficial del castrismo (copia cubana de Krokodil, la revista rusa), reprocha al jurado de Barcelona el haber descuidado Pasión de Urbino¸ una novela mediocre del vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura, Lisandro Otero, otrora compañero de clases de Cabrera Infante en la Escuela de Periodismo. Años más tarde, habría de recordar Mundo Nuevo40 la campaña de denigración dirigida entonces contra Cabrera Infante. Este mismo hecho originaría, más adelante, una nueva represión por parte de los dirigentes culturales y la víctima sería entonces Heberto Padilla. En efecto, el poeta, invitado por El Caimán Barbudo, entre varios otros escritores, para opinar sobre los valores de Pasión de Urbino, publicada en Cuba en 1967, hizo sonar una nota discordante valorando a Tres tristes tigres como una de las novelas más brillantes, más ingeniosas y más profundamente cubanas que hayan sido escritas alguna vez oponiéndola a la novela de Otero, además de protestar porque no se publicaba la obra de Cabrera Infante en Cuba. Liliane Hasson refiere así el episodio, siguiendo la crónica de Mundo Nuevo aparecida en el número 32 de febrero de 1969:
Pris à parti, Padilla réagiraavec une ironie mordante: un simple écrivainnepeutdonccritiquerl'ouvred'un novelista presidente sin sufrir los ataques del cuentista-director (...) , en l'occurrence Jesús Díaz41.
Jesús Díaz era, efectivamente el director de El Caimán y el autor de Los años duros, premio Casa de las Américas de 1967. Como resultado de esta polémica Heberto Padilla perdió su trabajo en el periódico Granma y comenzaron sus desventuras hasta llegar a la humillante autocrítica de 1971, que generara el famoso caso Padilla.
En 1965, muere la madre de Cabrera Infante en La Habana. Él vuelve para los funerales y encuentra que la ciudad ha cambiado y entiende que su situación allí es de riesgo. Así lo recuerda:
Cuando regresé, en esa primera semana, en que todavía no podía comprender que mi madre había desaparecido para siempre, supe, al mismo tiempo, que el sitio de donde había venido al mundo estaba tan muerto como el sitio al que vine. La Habana era una ciudad que yo no reconocía y no regresaba precisamente de París sino de una Bruselas provinciana y triste, fea. En Cuba, la luna brillaba como antes de la Revolución, el sol era el mismo, la Naturaleza prestaba a todo su vertiginosa belleza. La geografía era la misma, estaba viva, pero la Historia había muerto42.
Sus documentos le fueron retenidos. Fue gracias al Comandante Alberto Mora, quien se suicidara años más tarde, que pudo ser recibido por el tercer hombre en el poder en Cuba: Carlos Rafael Rodríguez. Probablemente en atención a la vieja amistad con su padre, ambos mantuvieron una trivial conversación acerca de la última novela de Alejo Carpentier, entonces embajador en París. De esta entrevista Cabrera Infante recuerda una advertencia apenas musitada al final: -Sálvate.
Después de cuatro meses logra salir de la isla con sus dos hijas del primer matrimonio. Grave debió ser la situación de la familia para que la madre prefiriera desprenderse de las niñas a cambio de que gozaran, ellas al menos, de libertad.
Cuando dejé Cuba en 1965, cuando salí de La Habana el 3 de octubre de 1965, cuando el avión despegó del aeropuerto de Rancho Boyeros a las 10 y 10 de la noche del día 3 de octubre de 1965, cuando pasamos el point of no return a las cuatro horas de vuelo (no era la primera vez que yo viajaba entre Cuba y Europa y sabía que un poco más allá de las Bermudas el avión no puede ya volver a Rancho Boyeros, pase lo que pase), cuando por fin me zafé el cinturón y miré a mis hijas dormir a mi lado y tomé el maletín de nombre irónico, mi attaché-case, y lo abrí para echar una ojeada tranquilizante a las cuartillas irregulares, clandestinas, dedicadas a convertir Vista del amanecer en el trópico en Tres Tristes Tigres, supe entonces cuál era mi destino: viajar sin regreso a Cuba, cuidar a mis hijas y ocuparme de/en la literatura. No sé si pronuncié o no la fórmula mágica -silence, exile, cunning-, pero sí puedo decir ahora que es más fácil en este tiempo adoptar el estilo literario que copiar el estilo de vida de James Joyce43.
Comienza así el exilio definitivo del escritor. Los tentáculos del régimen castrista lo habrían de seguir de modo implacable, a pesar de que por mucho tiempo se impuso el silencio y se negó a conceder entrevistas. Las denigraciones del El Caimán Barbudo, con insultos personales e inaudita intromisión en su vida privada, transcendieron la mera polémica literaria.
La caimanada fue seguida y precedida por otros ataques más directos: calumnias personales y políticas, negación del permiso para trabajar en la Unesco, confiscación de libros enviados por correo, minuciosa inspección de la correspondencia familiar y deliberada persecución literaria44.
Reside nueve meses en España y resulta sospechoso al franquismo a la hora de sacar el visado. Recibe entonces una invitación para trabajar en Londres, la que acepta a pesar de que vive, al comienzo de su estadía allí, en condiciones de máxima pobreza. El mismo autor aclara, en el fragmento precedente, haber sido objeto de persecución literaria. Efectivamente ésta se concretó a través de diversos medios. En 1968, concedió una entrevista a los que suponía sus amigos argentinos de la revista Primera Plana. En el número de julio 30 al 5 de agosto cuenta acerca de la represión a los intelectuales cubanos, de la decadencia de la ciudad de La Habana y sobre su situación personal:
El socialismo teóricamente nacionaliza las riquezas. En Cuba, por una extraña perversión de la práctica, se había socializado la miseria.
Sabía (y lo decía a todo él quería oírme), antes de regresar, que en Cuba no se podía escribir, pero creía que se podía vivir, vegetar, ir postergando la muerte, posponer todos los días. A la semana de volver sabía que no sólo yo no podía escribir en Cuba, tampoco podía vivir45.
Esta publicación generó réplicas de los sectores de la izquierda argentina. De este momento es la injuriosa carta de Rodolfo Walsh, publicada también en Primera Plana, que Cabrera Infante contesta ("Invitation to Walsh", Londres, 22 de agosto de 1968). En carta a Tomás Eloy Martínez, fechada en Londres el 23 de setiembre de 1968, Cabrera Infante se queja al periodista argentino por haber podado su respuesta y por haberla demorado. Además le dice:
No sabía que habías enviado la Primera Plana a La Habana, sí sabía que la habían recibido, porque tengo cartas de gentes que la leyó (entre ellas dos de funcionarios de Cultura cuyos nombres me reservo) en que me acusan en una de haber dicho falsedades y en otra -recibida por intermedio de viajeros a Madrid- en que me reprochan no haber dicho una centésima parte de lo que en realidad ocurre en Cuba: "Tú también Caín, has perdido la perspectiva y comentas cosas frívolas cuando hay tanta tragedia por conocer todavía". Ya, también, han comenzado las represalias indirectas y directas. A la madre de mis hijas, Marta Calvo, funcionaria de la Casa de las Américas, le hacen la vida imposible. Mi padre tendrá que regresar al pueblo natal por los comentarios que lo persiguen día y noche. Tengo aquí una comunicación de la UNEAC, publicada en el diario Granma, en que se me declara "expulsado de la Unión de Escritores por traidor a la causa revolucionaria"46.
Por otra parte, en calidad de colaborador de Mundo Nuevo, Cabrera Infante publicó en Nº 25, julio de 1968, lo que suponía que sería el prólogo de una extensa novela llamada Cuerpos Divinos: "Delito por bailar el Chachachá". En este breve relato de impecable factura, que se volvería a publicar dando el título a un libro que contiene dos cuentos más, en 1995, Cabrera Infante satiriza la situación de la Cuba Revolucionaria y representa la situación de un intelectual hostigado por los comisarios culturales. Aparece allí, bajo el apodo de La Dalia, que le aplicara Néstor Almendros, la figura de su perseguidor Alfredo Guevara.
El precio de esta audacia se tradujo no sólo en nuevas denigraciones vertidas esta vez en Verde Olivo, periódico de las fuerzas armadas cubanas, en un artículo del 3 de noviembre de 1968, firmado por Leopoldo Ávila (posible seudónimo de José Antonio Portuondo). Se descalifica allí su obra y a sus amigos: Cassey, Padilla y Rodríguez Monegal, el director de Mundo Nuevo.
Por su parte, el editor Carlos Barral, reconocido revolucionario procastrista, después de haber publicado Tres Tristes Tigres en la edición definitiva de 1967 con enorme éxito editorial, se negó a seguir publicando la obra del cubano y le rescindió el contrato.
Carlos Barral leyó mi entrevista para escribirme una carta que quiere ser insultante y es solamente torpe. Más que torpe ebria de celo revolucionario. Este jefe (de empresa) que ha decidido defender el comunismo en la Muy Fiel Isla de Cuba hasta la última peseta y hasta el último cubano, descubría que mi inglés es "de inmigrante" (no lo será así que pasen cinco años: será entonces inglés de naturalizado"), en el mismo párrafo que escribía Topica en vez de Topeka! Ésta es la última carta que me escribirá Barral, como Tres Tristes Tigres fue mi primer y último libro para (Seix-) Barral, el sentimiento de asco es mutuo. Pero quiero tocar esa viscosidad ahora para citar el final que es una coda: "Comunico esta carta... a la Casa de las Américas, a los que seguramente extrañaría mi silencio". Una vez más tiene razón Orwell: No hay que vivir en un país totalitario para dejarse corromper por el totalitarismo47.
Con el mismo estilo con que compone sus ficciones, jugando con las menciones o citas de textos ajenos, Cabrera Infante contraataca a sus denigradores para desnudar, como en este caso, la sumisión al régimen.
El brazo de la Revolución, que se encarnara en esa ocasión en un editor, le impide, en otra, el ingreso a la UNESCO. En efecto, es Juan Marinello quien consiguió que lo excluyeran de esa institución, después del artículo de Primera Plana. Por estas razones, cuando estudia la presencia cubana en Mundo Nuevo, Liliane Hasson no puede omitir los ataques, a través de las publicaciones en Cuba y de actos concretos fuera de ella, contra los disidentes. Y juzga:
Qualifier de "désertion" l´exil de Cabrera Infante tout en ignorant la fermeture de Lunes, les attaques incessantes de Verde Olivo contre Triana et Arrufat, les persecutions contre Padilla, l´emprisonnement du peintre WalterioCarbonell accusé de vouloir implanter une section de Black Power, la arrestation du cinéaste Nicolás Guillén Landrian (neveu du poète), sur pris lors d´une tentative de "fuite en canot" et enfermé dans un asile, est mal honnête48.
El mismo Cabrera Infante explica en "A propósito", segundo artículo de Mea Cuba (1992), que un exiliado político es un enemigo que huye al que no le tienden un puente de plata sino una larga mano que puede alcanzarlo dondequiera49 y cuenta a continuación una agresión sufrida en 1985. Mientras estaba en el Festival de Cine en Barcelona entraron ladrones a su departamento londinense sin llevarse absolutamente nada. El curioso hecho determinó que el agente de Scotland Yard averiguara acerca de su situación de exiliado, le advirtiera de otros casos en los que las víctimas sufrieran el robo de manuscritos y que hasta se llegó a la muerte del exiliado, prometiéndole reforzar la guardia frente a su casa.
Es evidente, pues, que era su condición de disidente la que le había acarreado no solamente perjuicios existenciales como el exilio o la grave enfermedad que se desencadenara al enterarse de los sucesivos suicidios de sus amigos -primero Calvet Cassey, el cuentista, en Roma, y luego el comandante Alberto Mora, quien sufriera antes la prisión-, sino también la postergación en la consideración de su obra literaria. Así lo reconoce en el artículo "La Castroenteritis", publicado en 1991:
Fidel Castro ha erradicado la pobreza de Cuba y ha nacionalizado la miseria". Esta frase la dije en fecha tan temprana como julio de 1968 en un artículo para la revista Primera Plana con él me construí un ghetto de uno solo. Cadáveres ilustres (Cortázar, Carlos Barral) y zombies políticos (mencionarlos ahora es activarlos) me condenaron a un ostracismo que no fue más que una estación en mi exilio voluntario. Estaban entonces en todas partes.(...) Epítetos al uso (gusano, sin advertir que uno siempre se puede convertir en mariposa, lacayo del imperialismo, insulto proferido por otro lacayo de otro imperialismo) cayeron sobre mí como una lluvia ácida.
Pero sabía que tenía razón. A diferencia de esos Castroenterados yo podía repetir con José Martí: "He vivido en el monstruo y conozco sus entrañas50.
Resulta explicable que si buena parte de la crítica literaria hispanoamericana era proclive a la gauchedivine decidiera entonces ignorarlo para no caer en desgracia con la central cubana.
Estos son los datos que nos permiten sostener que la exclusión de la obra de Cabrera Infante del canon hispanoamericano obedeció a razones de índole ideológica, no literaria. Razones que no funcionaron para otro sector de la crítica hispanoamericana, norteamericana o europea que no sólo ha considerado la obra ficcional y ensayística del cubano digna de estudio sino también de ser premiada y reeditada.
NOTAS:
1 Guillermo Cabrera Infante (Cuba 1929-Londres 2005), autor de cuentos, novelas, ensayos, guiones cinematográficos, traducciones. Premio Biblioteca Breve de Seix-Barral, 1964; Premio Cervantes de Literatura, 1997 y Premio Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón, categoría Letras, 2003.
2 Los restantes fueron Vicente Leñero, Mario Vargas Llosa, Adriano González León y Carlos Fuentes.
3 Donoso, 1984: 17.
4 Rama, 1984: 51-110; Donoso, 1984; Blanco Amor, 1976; Rodríguez Monegal, 1972; Sarmiento, 2013.
5 Serrano, 1984: 117.
6 Hasson señala que sobre un total de 57 números (alrededor de cinco mil páginas), 38 hacen mención a Cuba a veces muy largamente (Hasson, 1990).
7 Menton (1978: 135, nota 18) da cuenta de la participación de los escritores hispanoamericanos en el consejo editorial de Casa de las Américas: Mario Vargas Llosa, Jorge Zalamea, David Viñas, René Depestre, Ezequiel Martínez Estrada, Julio Cortázar, Ángel Rama, Elvio Romero, Sebastián Salazar Bondy, Manuel Galich, Juan José Arreola y Emmanuel Carballo.
8 Collazos, Cortázar y Vargas Llosa, 1970.
9 Arguedas, 1971.
10 Recogidas en Oviedo, 1973; también en González Bermejo, 1978.
11 Desnoes justifica sus juicios explicando su posición personal: No pretendo definir otra cosa que una reacción personal y con escaso valor de cambio en estos días. Soy amigo de la claridad clásica, a veces humanista y escéptico, racional si puedo, y prefiero oír la voz de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Jorge Luis Borges y Octavio Paz. Creo, además, que cumplen una función imprescindible en nuestra cultura. (A pesar de lo mucho que me ha condicionado el marxismo oficial). Contemplo el auge de la imaginación exuberante, del noble salvaje o del caníbal, como realidades que exigen diques. Mucho más si el salvaje se ha educado en Europa para alimentar la utopía del primitivo sofisticado. (...) Y cuando leo los ensayos periodísticos de García Márquez o Cortázar sobre la revolución cubana, por ejemplo, me siento estafado por su ingenuidad pedestre (Desnoes, 1984:260).
12 Otero, 1971: 94. También se encuentra idénticos conceptos en "Informe sobre la cultura en Cuba", publicado por el órgano de difusión de la cultura marxista en Hispanoamérica: Los Libros, 1971: 16-21.
13 Shdanov ejerció, en la URSS, el cargo de Secretario del comité central del Partido Comunista. Fue un propulsor de la Literatura dirigida soviética, durante el período estalinista. Puede leerse su ideario en Shdanov, 1950.
14 Nos referimos al magazine cultural "Lunes" del periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Carlos Franqui. Los sucesos en torno a la situación de Cabrera Infante y Lunes los desarrollamos con detalle, más adelante, en este mismo apartado.
15 Cf. Weyl, 1961; Guilbert, 1961; Thomas, 1974, 3 vol.; Vives, 1982; Cuba 1959-1991. Evaluando el Castrato, 1991; Geyer, 1992.; Montaner, 1993; Castañeda, 1993; Clerc, 1997.
16 Carlos Franqui afirma: Quien quiera conocer a Fidel Castro, saber qué pensaba, que lea sus cartas de la prisión. Castró logró reunir allí una biblioteca de trescientos volúmenes, que incluía obras de Marx, Lenín, literatura militar, historia de Cuba, Clausewitz, Napoleón, César, Robespierre, doctrinas sociales, historia de la revolución francesa, revolución rusa, filosofía, economía política, marxismo, novelas, obras de Martí y otros autores cubanos y de lengua castellana. (...) En la prisión descubre el marxismo-leninismo, estudia el New Dealroosveltiano, decide que el instrumento para hacer la revolución será su "26 de julio". La revolución secreta que estas cartas desconocidas entonces, retratan hoy. Su revolución pública será otra cosa: aquella contenida en el folleto escrito en aquellos mismos días en la prisión: democrática, nacionalista, libertaria, que la juventud y el pueblo apoyaron, y que le permitió tomar el poder. (Franqui, 1988: 80 y 83).
17 Cabrera Infante, 1992.
18 Thomas, 1974,Karol, 1970; Franqui, 1988 entre otros. Cf. nota 23 de este apartado y en Bibliografía General la referida a la Revolución Cubana y el Castrismo.
19 La expresión alude al título del libro de poemas de Heberto Padilla, Fuera de juego, que le valiera la censura revolucionaria.
20 Cabrera Infante, 1995. Esta recopilación de narraciones del autor, ya publicadas anteriormente, que están ahora organizadas en torno a temas musicales, incluye una última parte bajo el título "(Cronología a la manera de Lawrence Sterne...o no)*, con la siguiente nota: Ampliada para Mi música extremada desde 1978. En efecto, la Cronología apareció publicada por primera vez en 1975 como una colección de ensayos sobre la cultura contemporánea. Llevaba entonces el título de "Orígenes" y abarcaba desde 1929, fecha del nacimiento del autor, hasta 1965. En ella aparece condensada la vida del cubano, año por año, en breves anotaciones de los episodios que el mismo autor considera como los más decisivos. En el libro Cabrera Infante editado por Rosa Ma. Pereda (1979), que contiene un estudio de Pereda sobre el autor cubano y una Antología de textos, aparece también la Cronología ampliada hasta el año de 1978, es decir, hasta los cuarenta y seis años de Cabrera Infante. En Mi música extremada, el autor incluye los años posteriores al 78 y llega hasta 1995, bajo el título de "Cantando los cincuenta".
21 Baeza Flores, citado por Menton, 1978: 127-128.
22 Otero, 1971: 94.
23 Menton, 1978: 128. Cf. nota 12.
24 Karol, 1970: 262-263. La versión original del libro está en francés: Les Guérrilleros au Povoir: L'itinéraire Politique de la Révolution Cubaine. Constituye junto con la obra de René Dumont, Cuba Est-il- Socialiste?, la evaluación histórica de la Revolución Cubana respecto del problema de la libertad cultural, realizadas por autores marxistas. Mientras el libro de Dumont fue prontamente traducido por la editorial izquierdista venezolana Tiempo Nuevo, en cambio, la casa editorial mexicana Siglo XXI, bajo la dirección de Arnaldo OrfilaReynal, rehusó realizar la traducción de la obra de Karol. OrfilaReynal aducía que este autor, a quien se había proporcionado información en Cuba y abierto todos los archivos, no había sino distorsionado los hechos ofreciendo una imagen falsa del proceso revolucionario. El libro es finalmente publicado en español en 1973 por Seix-Barral. El impacto de esta obra en Cuba fue tan grande que mereció una airada réplica de Fidel Castro en uno de sus discursos. La razón de tal respuesta se debe a que Karol había recogido en su obra el testimonio de artistas e intelectuales cubanos, entre ellos Heberto Padilla, hecho que éste mismo confesó en su humillante autocrítica.
25 Cabrera Infante, 1992. Esta colección de ensayos políticos, de inestimable valor documental, se inscribe en la línea de la escritura no ficcional, de carácter autobiográfico, cultivada por los escritores hispanoamericanos contemporáneos, a la manera de un balance, en la que dan cuenta de sus experiencias personales, políticas y estéticas: Confieso que he vivido de Pablo Neruda, Persona non grata de Jorge Edwards, El pez en el agua de Mario Vargas Llosa, Antes que anochezca de Reinaldo Arenas, Permiso para vivir de Alfredo Bryce Echenique, entre otras. Como es corriente en el discurso autobiográfico hispanoamericano, la construcción del Yo en el texto es realizada siempre como un fruto de su propio contexto, de allí la perspectiva más amplia que adquiere esta escritura que supera la meramente intimista y su valor para el conocimiento del convulsionado siglo XX en Hispanoamérica.
26 En Cabrera Infante, 1992: 64-104. Adviértase, así mismo, que este ensayo fue publicado primero, en inglés, por The London Review of Book el 4 de julio de 1981 y en español, en Quimera, España, en agosto de 1984.
27 Ibídem: 77-78.
28 Ibídem: 79-80.
29 Ibídem: 81.
30 Ibídem: 87.
31 Ibídem.
32 Franqui, 1988: 374.
33 Ibídem: 270.
34 Franqui, 1981: 265.
35 Ibídem: 265.
36 Ibídem: 272-273.
37 Afirma Seymour Menton (1978: 132) que Lunes dejó de publicarse y sus tres editores principales fueron enviados al extranjero. Cabrera Infante fue designado agregado cultural y luego encargado de negocios en Bruselas. El nombre de Pablo Armando Fernández aparece como jefe de redacción en los números 11-12 (marzo-junio de 1962) de Casa de las Américas, pero el número siguiente, 13-14 (julio-octubre de 1962), anuncia su designación como agregado cultural en Londres. Heberto Padilla se fue a Moscú y a Praga como periodista. También Juan Arcocha, asistente de Carlos Franqui, fue despachado a Moscú como corresponsal.
38 Escrito en 1968, en respuesta a las calumniosas expresiones de Rodolfo Walsh, en las que lo acusaba de traidor a Cuba, en una publicación argentina. Cabrera Infante (1992) 45-56
39 Ibidem: 49.
40 Cf. Mundo Nuevo (1968).
41 Hasson, 1990: 68.
42 "La respuesta de Cabrera Infante". Este texto es la contestación de Cabrera Infante al cuestionario de la revista argentina Primera Plana. Como es su costumbre, responde siempre por escrito. Está fechado el 14 de enero de 1969. Es decir, en el momento de mayor presión de las calumnias desatadas sobre él a causa de su disidencia. El texto no fue nunca publicado de este modo. Está recogido en Mea Cuba, 1992: 23-39.
43 Ibídem: 23.
44 Ibídem: 24. Las cursivas son nuestras.
45 Citado Menton, 1978: 137. El artículo aparecido en Primera Plana fue publicado también en Letras Nacionales (Bogotá), nº 20 (mayo-junio 1968), pp. 61-70.
46 "Carta a Tomás Eloy Martínez de Primera Plana", recogido en Cabrera Infante, (1992): 39-43. En esta obra recoge a continuación la carta de respuesta a Rodolfo Walsh precedida por un breve artículo "Polémica con un muerto", en la que refiere que esta respuesta no fue nunca publicada por Primera Plana, aduciendo para esta omisión falta de espacio.
47 "La confundida lengua del poeta". Este artículo fechado el 14 de enero de 1969 constituye una durísima aclaración del caso Padilla en virtud de haber sido culpado por el poeta de contrarrevolucionario que intenta crearle una situación difícil al que no ha tomado su mismo camino. Cabrera Infante reseña la represión de los intelectuales por el régimen castrista, narra los episodios de la persecución a Padilla, define a la revolución como un lecho de Procusto y aclara que su único crimen fue denunciar la infamia. Concluye: Quiero sí decir que considero a Heberto Padilla infinitamente menos cómplice que a todos esos huéspedes políticos con equipaje de excusas, que pasan sus vacaciones en el triste trópico y cuando no describen una sociedad de miserias como el país de Cocaña (azúcar), regresan imitando a la trinidad simia: nada vieron, nada oyeron, nada dicen, porque "Grande es la verdad, pero todavía mayor, desde un punto de vista práctico, es el silencio de la verdad." AldousHuxley: Un mundo feliz". En Cabrera Infante, 1992: 32-38.
48 Hasson, 1990: 72.
49 El exilio de los intelectuales y artistas cubanos merece un estudio particular. Tanto LilianeHasson, en el trabajo antes citado, como Carlos Alberto Montaner, reconocen que los autores más relevantes de la literatura cubana de la segunda mitad del siglo XX viven fuera de Cuba. Por eso Montaner afirma: (.) en la próxima edición que el infeliz Salvador Bueno haga de su Historia de la Literatura Cubana, no podrá incluir a Leante, ni a Benítez Rojo, ni a Cabrera Infante, ni a Salvador Ruíz, ni a Luque Escalona, ni a Heberto Padilla, ni a Severo Sarduy, ni a Reinaldo Arenas, ni a Hilda Perera, Virgilio Piñera, ni a Pepe Triana, ni a Gastón Baquero, ni a Ricardo Alonso, ni a Armando Alvarez Bravo, ni a Juan o Pepe Arcocha, ni -por supuesto- a Jorge Valls, Armando Valladares, Angel Cuadra, o a media docena de buenos escritores que hoy cumplen prisión en Cuba, como es el caso de Fernando Velázquez, Jorge Pomar o la gran poetisa María Elena Cruz Varela.(.) La gran literatura, la ciencia, el pensamiento, la música, el cine, el teatro de los cubanos, radica en el extranjero. El talento que queda en Cuba -todavía mucho- no puede crecer. No lo dejan. Este es hoy el panorama de la cultura cubana. Triste Cosa. En Montener, 1993: 129-130.
50 "La Castroenteritis", artículo fechado en Londres, 2 de marzo de 1990, recogido en Cabrera Infante, (1992): 231-232.
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