viernes, 7 de septiembre de 2018

La Habana entre el mugre y mal olor en sus 500 años.

Por Jandery Albornoz.

Al parecer los dos compañeros más fieles que tiene La Habana son la mugre y el mal olor. Una capital en ruinas es lo que fotografían los turistas con sus cámaras de última generación.
Turistas pasean por calle habanera. Foto de Internet.

Los turistas que llegan a La Habana con sus cámaras fotográficas de última generación se llevan las imágenes de una capital en ruinas y llena de mugre por doquier.

El mal olor que emana de sus calles es impresionante, pues la “revolución” ha olvidado que el cuidado forma parte de una buena gestión, pero las dictaduras sólo velan por sus propios intereses sin importarles el pueblo, ni mucho menos la infraestructura de la Isla.

Cuba aparenta normalidad más allá de esos pasajes, reales y cotidianos, que nada tienen que ver con las noticias de la prensa oficial acostumbrada a reciclar la banda sonora manufacturada en los talleres del Partido único, reseña un reportaje de Cubanet.

Paradójicamente, es normal que los turistas se vean atraídos por los desastres provocados por un interminable ciclo de ineptitudes y torpezas cometidas por la burocracia nacional y lleguen en oleadas a la Isla.

Resulta incomprensible que los edificios despintados y a punto del colapso se hayan convertido en una atracción, mucho más si están habitados y un grupo de sus ocupantes juegan una partida de dominó justo entre el maderaje del apuntalamiento como si estuvieran en la terraza de una suite de un hotel cinco estrellas.

Las cordilleras de desperdicios en las esquinas y los bares en moneda nacional, con sus mesas mugrientas, baño de olores infernales, un perro callejero enclenque merodeando en busca de alimentos y un borrachín, entrado en años, entonando un bolero de los 50, también aparecen a menudo en el botín gráfico de los visitantes foráneos.

Se ha creado una especie de culto a los ripios de una dictadura que se acerca a su aniversario sesenta.

Duele que la inmundicia sea asimilada como parte del decorado de una gran obra política y social inconclusa por los presuntos efectos de un embargo, que a la luz de los hechos ha servido más como plataforma de legitimación a la cúpula de poder que como palanca para impulsar la transición hacia la democracia.

Los turistas van a continuar sordos y ciegos ante el dolor de muchos cubanos, sobre todo los que sufren represalias por su activismo a favor de un cambio, tales como los actos de repudio, las detenciones arbitrarias y las condenas a prisión.

Salvo raras excepciones, su misión es llevarse en la memoria de sus cámaras las pruebas de que la pobreza endémica no es óbice para estar deprimido ni mucho menos.
Share:

0 comments:

Publicar un comentario