domingo, 26 de septiembre de 2021

De La Güinera a El Resplandor: la otra intervención revolucionaria.

Por Víctor Manuel Domínguez.

Reunión de "factores" en La Güinera el pasado 18 de julio.

No creo en esa súbita preocupación y buena voluntad de las autoridades cubanas por sacar de la degradación, miseria y marginalidad a los moradores de 62 barrios habaneros en “desventaja social” . Algo está mal contado o, como siempre, el ataquito de laboriosidad revolucionaria oculta un as debajo de la manga que le permita trampear y así obtener alevosas ventajas de la situación.

Para quienes por décadas han ido por lana y vuelto trasquilados del raudal de promesas de la revolución es difícil asimilar que en medio de un contexto donde los niveles de rechazo a la gestión política, el desempeño económico y la desatención social alcanzan cuotas que superan las de anteriores crisis, aparezcan recursos para maquillar el rostro indignado y miserable de la Isla.

En mi opinión, el Plan de Intervención de los Barrios Vulnerables no alberga otras intenciones que revertir la matriz de opinión adversa generada en el país por la represión del pasado 11 de julio y eliminar los gérmenes de otro estallido social que incuban las necesidades y la desatención en estos barrios marginales del país.

De ahí en adelante todo es finta, manipulación, una cortina de humo para ocultar el canto de cisne de un régimen que agoniza por causa de su ineficiencia, intolerancia y represión. Nadie cree que las susodichas intervenciones para mejorar la calidad de vida de quienes habitan estos barrios insalubres “hayan llegado para quedarse”, como aseguró Díaz-Canel, pues esa no es su intención.

Pocos  dudan que después de tantas y amargas experiencias esta “intervención de apoyo” no sea más que otra maniobra para encubrir la intromisión en los asuntos internos de cada barrio y en el comportamiento individual –desempleado, colero, apáticos a la revolución– de cada morador. No importa que haya participado o no en la manifestación: si no es revolucionario, será otro a vigilar.

Además, si estos intercambios incluyen interacción entre “come candelas” de la comunidad y funcionarios del municipio y del país –incluidas fotos y entrechocar de puños con los vecinos a “beneficiar”– no dudo que ahí surjan las propuestas deshonestas para chivatear a quienes en el barrio no simpatizan con la revolución, a cambio de unas tejas de zinc de más. En un ambiente envilecido la dignidad es un objeto de canje que los indignos revolucionarios saben aprovechar.

De ahí que aunque nada resuelva pintar una bodega o construir una carnicería, que por dentro permanecerán igual de desabastecidas que las de mejor caché, algunos delatarán a ese vecino que habla mal de la revolución o se comprometerán en ponerle corazón a Cuba en la vigilancia de los barrios.

Dividir más a las familias, crear un escenario de paranoia general,  es lo que trae la “intervención”. Por esas y otras razones de nada servirá hacer un círculo infantil en La Güinera, suprimir un río  de aguas albañales en El Fanguito ni reparar el techo a dos bohíos en La Timba, aquí en la capital. Menos asegurar el temblor de las casuchas levantadas por la fuerza en el conocido “llega y pon” El Remeneo, en Bayamo, y por gusto ponerle luz al círculo de abuelos de Bollo Manso, en Holguín.

Los cubanos que salieron el pasado 11 de julio a reclamar cambios, libertad, patria y vida, hoy no se conforman con limosnas llegadas desde el exterior, ni viejas promesas con nuevos maquillajes desde el interior. Cuando menos, piden libertad de pensamiento y acción para decidir qué hacer con sus vidas dentro del país.

Si nunca una intervención revolucionaria tuvo buen fin para la población –la prensa libre, los miles de negocios cubanos y la empresa extranjera– esta sería la peor. Bajar la guardia, relajar la tensión en un momento en que una atemorizada dictadura promete lo que tenga que prometer para borrar los ecos de la represión que desató el 11J, sería traicionar a los manifestantes pacíficos que aún permanecen en prisión. Y por el arreglo de un techo no se puede acallar el grito de libertad

Cuidado: la nueva intervención no es más que un falso movimiento de tierra en Tamarindo y Hoyo colorao; demagogia revolucionaria; política barata; ideología chatarra en el discurso esclerótico pronunciado por Díaz-Canel durante la Cumbre de la CELAC. El rumbo actual está en el Patria y vida citado por Luis Lacalle Pou en México, y en la marcha convocada para el venidero 20 de noviembre en toda Cuba. Otra cosa sería condenarnos a la época de los dinosaurios y cromañones.

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