Luis Posada Carriles es un anticastrista prominente, ex agente de la CIA y, para algunos, un asesino en masa. Pero en su casa de Miami, me muestra orgulloso una placa dedicada a "Bambi", regalo de un grupo de partidarios.
"Bambi" es uno de la media docena de nombres de guerra que ha utilizado en más de 50 años de lucha contra la Cuba de Fidel Castro.
Posada Carriles me enseña las cicatrices que, asegura, esa batalla ha dejado en él. Me toma la mano y presiona con ella la parte derecha de su cara, destrozada como resultado de un intento de asesinato sucedido en 1990 en Guatemala.
"Una bala me dio en la mandíbula, otra me entró por el pecho y salió por la espalda. Me dispararon seis veces".
Asegura que el ataque fue ordenado por Fidel Castro, algo que el gobierno cubano niega.
Le pregunto cuántas veces cree que Castro ha intentado matarlo.
"Que yo sepa, tres".
"¿Y cuántas veces intentó usted matarlo a él?", le digo.
En este punto, su abogado interviene y le detiene antes que conteste. Posada Carriles sonríe. Parece que se muere de gana de contar más.
"El Bin Laden de América"
Pero no sólo está acusado de haber pergeñado numerosos planes para matar a Fidel Castro. Las autoridades cubanas le llaman "el Bin Laden de América" y es reclamado en Cuba y Venezuela por una serie de ataques terroristas.
En 1961, Posada Carriles participo en la fallida invasión de Cuba en la Bahía de Cochinos, impulsada por Estados Unidos. Después trabajó como agente de la CIA hasta mediados de los 70.
En 1976, tras el atentado contra un avión de Cubana de Aviación en el que murieron 73 personas, fue detenido en Venezuela. Documentos desclasificados por el FBI y la CIA muestran que agentes de Estados Unidos recibieron información según la cual Posada Carriles estuvo involucrado en esos ataques.
Fue absuelto por un tribunal militar en Venezuela, pero se escapó de la cárcel mientras estaba siendo juzgado por una corte civil.
Posada Carriles también fue acusado de organizar una serie de ataques contra hoteles en Cuba en 1997 en los que murió un turista italiano. En una entrevista grabada por una periodista del diario estadounidense The New York Times en 1998 reconoció haber planeado aquellos atentados, pero después se retractó de esa confesión.
Últimas acciones.
La larga carrera de Posada Carriles como militante anticastrista no terminó ahí. En 2000 lo encarcelaron por intentar asesinar a Fidel Castro en Panamá, aunque fue perdonado cuatro años después.
Más tarde, Posada fue detenido en Estados Unidos tras haber entrado de manera irregular en el país desde México en 2005.
Sin embargo, para enfado del gobierno cubano, no fue procesado con cargos de terrorismo. En su lugar fue acusado de mentir a los funcionarios de inmigración sobre cómo entró en Estados Unidos y sobre su presunta participación en los ataques contra hoteles cubanos.
En abril fue absuelto. Tres meses más tarde, el gobierno cubano sigue furioso de que viva libre en Estados Unidos y alega que las pruebas contra él son abrumadoras.
En un edificio gubernamental de La Habana me presentan a Otto René Rodríguez, un salvadoreño que está cumpliendo una condena de 30 años de cárcel.
Acusaciones desde La Habana.
Otto René Rodríguez, condenado por los atentados contra hoteles en La Habana en 1997
Rodríguez reconoció haber colocado una bomba en un hotel de La Habana en 1997 bajo instrucciones de Posada.
"Me ofreció pagarme entre US$1.000 y US$2.000 por cada artefacto. Al final sólo coloqué uno. Quería que lo hiciera para perjudicar al sistema turístico cubano. Me entregó los explosivos y los detonadores y me ayudó a fabricarlos".
Después de colocar la bomba, asegura Rodríguez, Posada le pagó un segundo viaje a Cuba con un envío de explosivos. Afirma haberlos introducido en el país viajando en un avión y llevándolos escondidos en los zapatos, en una botella de champú y en una barra de desodorante.
Rodríguez dice que le pidieron que entregara los explosivos a un hombre llamado Juan.
Pero en realidad, Juan resultó ser un agente cubano, quien se había infiltrado en la red de exiliados cubanos que trabajaban con Posada. Rodríguez fue detenido en el aeropuerto.
Poco después fue interrogado por el coronel Roberto Hernández Caballero, un investigador del Ministerio de Interior cubano, un hombre que pasó más de dos décadas intentando reunir pruebas contra Luis Posada.
"Tenemos los testimonios de seis mercenarios que vinieron a colocar explosivos, tenemos las pruebas que confiscamos a esos mercenarios y tenemos testigos de las explosiones".
"No sólo nosotros tenemos esas pruebas. Se las dimos al gobierno de Estados Unidos, en documentos escritos y en cintas con declaraciones de los terroristas. Compartimos todos los hechos con funcionarios estadounidenses para que pueda hacerse justicia".
El gobierno cubano pide que Posadas sea procesado por cargos de terrorismo en Estados Unidos, o que sea extraditado a Venezuela para que pueda enfrentarse a los cargos de haber participado en el atentado contra el avión cubano en 1976.
¿Retiro apacible?
En un comunicado, el Departamento de Justicia de Estados Unidos le dijo a la BBC que había intentado por todos los medios conseguir el procesamiento de Luis Posada durante varios años y que sus fiscales habían presentado el caso de la manera más contundente que pudieron ante los tribunales.
Pero desde su casa de Miami, Posada Carriles parece plantearse un retiro sin temor a un posible proceso.
Señala sus pinturas favoritas de entre los cuadros pintados por él que adornan los muros de su casa.
Asegura que no tuvo nada que ver en el ataque al avión cubano. Pero cuando le pregunto acerca de las pruebas contra él, su abogado amenaza con terminar la entrevista.
El letrado también me impide que le plantee preguntas sobre los ataques a los hoteles de La Habana, incluso evita la respuesta de si condena aquellos hechos o no.
Posición actual.
En cambio, Posada sí contesta acerca de la dirección que está tomando su oposición actual al gobierno cubano.
"Si hubiera un movimiento revolucionario real del pueblo cubano contra el gobierno de Cuba, o del ejército cubano contra su tiranía, yo estaría allí, aunque eso significara que tengo que cocinar comida para los soldados".
Pero se muestra más reacio ante la posibilidad de apoyar en la actualidad acciones violentas lanzadas por el exilio cubano en Estados Unidos.
"Vivo en Estados Unidos y no violaría la ley estadounidense".
En muchos aspectos, Luis Posada Carriles es una reliquia de un tiempo pasado. Hoy en día, la mayoría de cubanos estadounidenses quieren ver una transición pacífica en La Habana.
La generación del exilio militante está desapareciendo. Pero para ellos, al igual que para los envejecidos dirigentes cubanos, la lucha que comenzó hace 50 años no ha terminado.
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