Eugenia Neves: ¿Podría relatarnos algunos de los momentos más importantes de su vida?
Lezama Lima: La muerte de mi padre me alucinó desde niño, esa ausencia me hizo hipersensible a la presencia de la imágen.
Mi niñez con mi madre y mis dos hermanas, en la casa de mi abuela en el Paseo del Prado.
El comienzo de la infinita posibilidad histórica de lo cubano en lo que va del siglo, el 30 de septiembre de 1930, en la muerte del estudiante Rafael Trejo.
Mi amistad con el poeta Juan Ramón Jiménez, cuando visitó La Habana en 1936.
Los doce años en que trabajamos en los cuarenta números de la revista Orígenes.
La muerte de mi madre, el 12 de septiembre de 1964, me vuelve a alucinar de nuevo.
Mi boda con María Luisa Bautista, que me acompaña todos los días, como acompañó a mi madre y a mis hermanas.
Así ha transcurrido entre esas imágenes de la ausencia infinita encarnada en la presencia inmediata de la metáfora, con su libre y absoluta compañía.
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