Por Ángel Santiesteban-Prats.
Como si se pusieran de acuerdo, Mariela Castro por Holanda lisonjeando el sistema de prostitución en la zona rosa de Ámsterdam, y Aleida Guevara, (ambas sin más destaques que haber sido los espermatozoides más aventajados de sus padres que fecundaron los óvulos de sus madres), aconsejándole al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, que nacionalizara toda la prensa. Realmente ambas son sus peores enemigas. Sus declaraciones las desacreditan por sí solas. En cada entrevista que conceden reciben tarjeta roja y castigo de penalti.
Aconsejar tamaña barbarie al Caudillo es subestimarlo olímpicamente, como si a él no se le hubiera ocurrido con anterioridad. ¿Acaso Aleidita no lee sobre el cierre, por parte de Chávez, de periódicos y canales de radio y televisión? ¿Ni siquiera puede imaginar que su tío Fidel ya le había aconsejado lo mismo?
Lo que sucede es que los tiempos ya no son los mismos si los comparamos con la década del sesenta, y nadie se lo ha hecho saber a esta niñata que ha vivido dentro de una burbuja (ha tenido el privilegio de creerse que el socialismo es efectivo porque sobre su mesa nunca faltó el filete miñón, el turrón, la manzana y el vino, todo como un gran concierto de importación), y desconoce que el mundo observa y se expresa en desacuerdo con tales atropellos y falta de democracia, y, precisamente por esos desatinos típicos de dictadores, en los últimos tiempos están ocurriendo los cambios políticos más importante de la historia contemporánea.
Quiero destacar que este post ha sido el más difícil de todos los escritos por mí hasta ahora. Aleida me resulta tan ajena, tan distante de los acontecimientos del mundo, que a veces me parece retrasada mental. Muchas veces pude observarla en la escuela primaria de sus hijos en 5ta y 62, con sus aires de prepotencia y de figura, mirando al resto de los padres por encima del hombro y con la distancia prudente para no mezclarse con el populacho. También pude apreciar el desprecio solapado con que los padres le respondían. Escuché a las maestras, luego de lisonjearla, maldecir de ella y catalogarla de ingrata y abusadora por su posición de "niña de papá".
Además de su educación caudillista y talibán, hay que recordar su herencia genética, de ahí que la Aristócrata de la Corte, Aleida Guevara, saque las uñas que le son naturales. No habría que imaginar mucho de lo que sería ella capaz de hacer si le pusiera un poco de poder en sus manos.
Siempre recuerdo el testimonio impactante del Comandante Benigno, que pudo conocer bien al Ché, cuando fueron a ajusticiar al campesino que entregó al enemigo las coordenadas donde se encontraba el campamento guerrillero de Fidel Castro en la Sierra Maestra, y luego de un "juicio sumario", el acusado iba conducido por el Ché, William Gálvez y Benigno, y mientras se alejaban del campamento, buscando el lugar que se prestara para la ejecución, escucharon un disparo sorpresa muy cerca de sus oídos. El susto los hizo tomar posición defensiva, cuando vieron el cuerpo del campesino caer con la cabeza explotada por un disparo que le hiciera el Ché, quien, con sangre fría, guardaba la pistola y aconsejaba regresar con prisa porque iba a llover. Huelgan los comentarios. Para terminar esta historia interminable, a su llegada a la prisión la Cabaña, donde puso su Puesto de Mando, provocó un río de sangre con los cientos de fusilamientos. Gastó más balas en la Cabaña que en toda su etapa de guerrillero.
En África, luego del combate en que un soldado africano tuvo que abandonar la ametralladora por su peso y lo difícil de trasladar, en aras de salvaguardar su vida, el Ché, delante de todos, lo llamó cobarde. Y el soldado africano le rebatió, que no tenía otra opción humana de trasladar la técnica y salvarse, según explicó. Y el Ché, con esa misma frialdad que destrozó con la bala el cráneo del campesino, le dijo lacónico "te acobardaste". Y en el siguiente combate, el soldado prefirió perder la vida antes de abandonar nuevamente la técnica, y el mismo Ché, más tarde en su diario reconoció que había sido su culpa. Tenía ese don de asesinar directa e indirectamente a los que por ideología o por casualidad coincidían con él.
Y ahora su niña, sin esperar menos de sus entrañas, desconoce cuál es la realidad de los cubanos, que vive en una casa que no sabe cómo ni quién construyó, ni jamás ha tenido que pagar su costo, que maneja un auto sin habérselo ganado, que es a costa del sudor del pueblo que en ningún momento le fue consultado si aceptaba sacrificarse por su comodidad, y ahora en su Viaje a Perú le asegura a la prensa, haciendo creer que es una gran conocedora del mundo político y social, que había aconsejado al dictador Hugo Chávez que imite a su tío Fidel. Ridícula esta muchacha de la corte. No podré olvidar cuando, de adulta, fue por primera vez a la Argentina, y en menos de un mes regresó hablando con la entonación de su padre. Fue recibida en el aeropuerto, y delante del mundo que sufría vergüenza ajena, frente a su tío Fidel, que apocado la observaba con el acento mal pronunciado, una cadencia caprichosa y con prisa que desesperaba.
Y ahora nos viene con esos aires de sabelotodo, paseando el mundo con el dinero del pueblo y con la memoria de su padre. Jamás voy a entender cómo pueden existir personas que se sientan orgullosas de un hombre que ordenó fusilamientos y él mismo, con sus propias manos, cumplió la sentencia. Me parece que la figura del Ché ha sido la imagen más manipulada de los últimos tiempos.
Ahora tenemos que soportar a esta hija de su padre y sobrina de su tío, que nos venga con acciones extremistas que reafirman, además de su genética, los sentimientos de su familia biológica y el obrar de su pariente Fidel Castro.
Como diría mi tía: "Dios nos salve y nos tome confesados".
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