Por Ernesto Pérez Chang.
Una vez más en el informe sobre la ejecución del presupuesto del Estado en 2017 no encontramos los gastos generales e individuales de las principales figuras del gobierno cubano lo cual puede llevar a sospechar que se trata de una cifra considerable, tanto así que posiblemente tampoco aparecerá en el balance de 2019, cuando ya estemos hablando de “Presidente de la República”, “Primer Ministro” y hasta de “Gobernadores”, aunque no de “transparencia”, entre otros términos afines a una democracia y un gobierno medianamente correctos.
Alguien pudiera justificar la ausencia basándose en la no pertinencia o irrelevancia de los datos para tal tipo de informe o quizás apelando a quién sabe cuál derecho a la privacidad o reclamo de esta, que en cambio no posee quien por ser “pueblo”, “gente de a pie”, “masa” está obligado a declarar ingresos a la vez que impedido de acumular riqueza, amén de monitoreado para evitar que la imaginación vuele más allá de lo permitido.
Lo cierto es que no hay en Cuba, no existe, una vía para que cualquier ciudadano interesado en el asunto encuentre la información sobre lo que hoy es un enigma y que, de ser descifrado sin permiso, pudiera colocarnos en riesgo mortal. Aún cuando se trata de una información que, de estar en orden y en correspondencia con lo que espera la ciudadanía de un gobierno que constantemente llama al sacrificio, para nada pondría en peligro a nadie y que, por el contrario, de no sufrir manipulaciones en su camino a la luz pública, brindaría solidez a una estructura de poder que ha comenzado a ceder por algo más que el paso de los años.
¿Cuánto es o era el salario o la pensión de, por solo poner un ejemplo, Raúl Castro? ¿Cómo hace para, decorosamente, poder comer, vestir, sanar de las dolencias, distraerse, pasear, vacacionar en familia y no morir en el intento?
Quienes vivimos el día a día en las calles de Cuba durante años hemos escuchado las mismas preguntas, ya sea referidas a un sujeto u otro, todos en el poder. ¿Cuánto ganará…? ¿Comerá lo mismo que nosotros? ¿Comprará en la misma bodega? ¿Le gustará el pan “de la libreta”?
En los años 60, 70 y aún en los 80 del siglo pasado abundaron, y en todas direcciones, las fábulas y los sarcasmos en torno al “misterio”. Fidel Castro intentó responder algunas veces a la pregunta, siempre lanzada por un periodista extranjero pero jamás por un reportero portavoz del Partido Comunista.
Sus respuestas solo algunos pocos las tomaron en serio. Más cuando en Cuba la idea de “salario” no responde exactamente a cuánto dinero se percibe por tiempo, importancia, demanda o dificultad del trabajo que se realiza.
Es una duda que indaga más por los “beneficios” constantes que por el dinero sonante y hasta pudiera decirse que, al intuirse la contestación, es una fórmula retórica.
No sabemos lo que ganan “nuestros dirigentes” pero lo “imaginamos” (y no solo porque sean raros especímenes de animal cubano, más gordos y mofletudos).
No es la mía una curiosidad retorcida. No por ser periodista y escritor suelo desvelarme a veces con esas dudas sino, simplemente, porque considero que es mi derecho obtener una respuesta lo antes posible, digo, como cubano al que por ley se le ha exigido fidelidad ideológica, compromiso político, y mucha fe y demasiados sacrificios personales por un futuro de prosperidad colectiva, entre otras demandas que bien valdrían cierta condescendencia.
Sí, condescendencia, como para no forzar las cosas y que nadie se sienta bajo presión al responder, por ejemplo, ¿qué porciento del presupuesto, y de los impuestos, es destinado a cubrir las necesidades, comodidades, seguridades y antojos de los dirigentes cubanos y sus familias? ¿Cuánto se ha gastado en la compra de computadoras, aparatos y sistemas de telefonía, muebles, accesorios de todo tipo, equipos de aire acondicionado, combustible, ropa, comidas, banquetes, ceremonias, impresión de documentos, viajes al exterior, recorridos por el interior, alojamientos y habilitación de estos, seguridad personal, pago de salario a secretarias y personal administrativo o de apoyo tan solo en aquellos edificios y zonas residenciales pertenecientes a los llamados consejos de Estado y de Ministros, así como en la totalidad de las dependencias que en similar carácter de “propiedades” controla el Partido Comunista de Cuba?
Igual que estrenará pronto una cuenta en Twitter, también debiera pensar el presidente Miguel Díaz-Canel en habilitar un sitio en Internet dónde libremente la ciudadanía pueda monitorear, contrastar, investigar ingresos, propiedades, gastos y muchos otros elementos sobre el nivel de vida de una clase “dirigente” que, al amparo del secretismo, pareciera habitar en zona sagrada.
Ya que han decidido cambiar el guion de la obra, como remedio para no despedir ni al guionista ni a los actores que la han hecho fracasar, nosotros, el público, tan maltratado y decepcionado, incluso obligado a aplaudir tras cada caída de telón, debiéramos comenzar por obligarlos a declarar qué hacen con nuestros dineros esos que no quieren bajar del escenario ni a fuerza de abucheos.
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