Ensueños fuisteis de la patria mía… Apuntes de exégesis himnológica
En una pieza hoy algo olvidada, se resume todo lo que se esperó, y es también la síntesis de todo lo que no se logró. Y no es un texto del “enemigo”, sino el propio canto del vencedor: la Marcha del 26 de Julio, con letra y música de Agustín Díaz Cartaya (Marianao, 1929).
Himno del 26 de julio (Letra original)Marchando, vamos hacia un idealsabiendo que hemos de triunfaren aras de paz y prosperidadlucharemos todos por la libertad.Adelante cubanosque Cuba premiará nuestro heroísmopues somos soldadosque vamos a la Patria liberarlimpiando con fuegoque arrase con esta plaga infernalde gobernantes indeseablesy de tiranos insaciablesque a Cuba han hundido en el Mal.La sangre que en Oriente se derramónosotros no debemos olvidar,por eso unidos hemos de estarrecordando a aquellos que muertos están.La muerte es victoria y gloria que al finla historia por siempre recordarála antorcha que airosa alumbrando vanuestros ideales por la Libertad.El pueblo de Cuba...sumido en su dolor se siente heridoy se ha decidido...hallar sin tregua una soluciónque sirva de ejemploa ésos que no tienen compasióny arriesgaremos decididospor esa causa hasta la vida
Igual que con el “discurso” de La historia me absolverá, ha sido editado: aparte del cambio -entendible- de “Oriente” por “Cuba” en el primer verso de la tercera estrofa, y un “debemos” por un “hemos” en la misma (cambio infeliz, porque se repite en el siguiente verso; así, pues, está mejor en la versión original), es llamativo que se le despojó de toda una estrofa:
Significativamente, era la estrofa donde más se enfatizaba el concepto de Libertad, el cual sería el primero que suprimiría el líder triunfante. Detrás irían la Paz y la Prosperidad, en el progresivo camino de decadencia y desintegración que llega hasta hoy. El “ideal” (de Castro, por supuesto), desconocía la Libertad y suprimía la Paz, por un permanente estado de guerra contra su propio pueblo y cualquier otro, y postergaba la Prosperidad como un vicio burgués, indigno de ser considerado por un austero y sufrido revolucionario incondicional. Hay algo obsesivamente tanático en este canto, una Oda a la Muerte, como aquellos que pocos años antes en España gritaron el formidable oxímoron: ¡Que viva la muerte!La muerte es victoria y gloria que al finla historia por siempre recordará.La antorcha que airosa alumbrando vanuestros ideales por la Libertad.
Se entiende perfectamente que el régimen no quiera recordar demasiado este himno, que en su momento fue una movilizadora llamada cívica. Quizá prefieren que lo olviden, porque lo que fue canto de esperanza y combate se convierte en baldón, en el testimonio doloroso de una traición completa y cruelmente reiterada hasta el día de hoy.
Todo el programa revolucionario se sintetizaba en un propósito: “en aras de paz y prosperidad”. Pero ¿qué paz hay en Cuba hoy cuando desde hace 60 años un gobierno impuesto se mantiene en guerra permanente contra su pueblo? ¿De qué prosperidad puede hablarse cuando después de seis décadas de tiranía, la situación material de Cuba es la peor de toda su historia? Si en 1958 Cuba era quizá la segunda o tercera economía en América Latina, hoy sólo compite vergonzosamente el último lugar con el desdichado Haití.
Cuba es un país de himnos… y de rumbas. Compárese el del 26 de Julio con su antecedente inmediato, el del 4 de Septiembre, el de la Revolución de 1933:
Evidentemente, es un canto más institucional, pues apela a un elemento patriótico organizado como ya lo era el Ejército de la República, no al improvisado y manipulable de una horda de “revolucionarios iluminados”. Se exalta al soldado, no al guerrillero; a la autoridad, no al desorden; a la contención responsable, no a las iracundas pasiones desatadas. Nadie asume el papel de juzgar ni condenar más allá de las entidades establecidas. Si el castrista termina exaltando ese concepto abstracto de “revolución”, el otro culmina con la glorificación del pueblo cubano, que está por encima de cualquier invento disociativo. No he podido conocer hasta ahora quién fue el autor de la letra y la música de este himno, pero sin duda ayudaría mucho saberlo para fijar más nítidamente su intención.Himno del 4 de septiembreCompañeros: la patria padecey debemos librarla de penas;quebrantemos sus duras cadenasy que goce, por fin, libertad.Como hijos de Cuba tenemosel supremo deber de ampararlay de toda opresión liberarlacomo sabe el soldado leal.Que termine el bregar fratriciday que Cuba no vierta más llanto;que su Ejército fiel, entre tanto,por su vida y honor velará.Así dijo, en septiembre, un sargentoen la fecha del cuatro gloriosoy, en un gesto viril y grandioso,el destino de Cuba cambió.Y hoy su Ejército digno y honrado,al nimbarla de un halo de gloria,ha esculpido su nombre en la Historia,en su página blanca de honor.Gloria y prez al soldado valiente,que es orgullo del pueblo cubano,porque supo con férvida manolas cadenas de Cuba romper.
Una Nación es la integración armónica de un Territorio, un Estado y una Población. La “revolución” desatada desordena todo esto. Es evidente que ambos himnos representaban visiones distintas y proyectos discrepantes: un Estado omnímodo el primero, centralizado en un proyecto condensado en una persona, y una nación pacífica y laboriosa el otro, también alrededor de una figura de autoridad como garantía de equilibrio y orden.
El “pueblo”, esa masa sin rostro como la definió certeramente José Ortega y Gasset, que bien sabía de manipulaciones, a la que apelan consistentemente todos los demagogos de diverso signo que en el mundo han sido, resultó atraído por la melodía más pegajosa del primero, opuesta a la tonada austera y solemne del otro. La música nos perdió, una vez más: Desde Aé, aé, la chambelona… hasta Cuba sí, Yanquis No, le pusieron fondo musical al drama cubano que es, por tanto, un melodrama, una gran radionovela en las ondas de la historia.
Por su esencia e intención, los himnos pueden ser celebratorios y/o movilizatorios. La Marsellesa puede representar ambas opciones. Sin embargo, el del 26 de Julio no puede ser celebratorio, pues musicaliza una derrota, mientras el del 4 de Septiembre consagra una victoria. Ambos son post facto, pero con resultados opuestos. Al primero lo mueve la venganza y la revancha y traza un sendero de perpetuo sacrificio y dolor; al segundo, el compromiso de esfuerzo y superación que permita una tranquila y contenida existencia en paz. El primero es sacrificial y heroico; el otro, pasiva y sosegadamente burgués.
El primero pretende y promueve que todos sean patriotas sacrificados en el altar de la Patria. El segundo, más modestamente, encarga la tarea de defenderla a los profesionales más capacitados, los militares. Uno condena, el otro compromete. Ambas actitudes republicanas fueron la banda sonora de dos Cubas muy diferentes, opuestas entre ellas, que siguen combatiendo en las páginas de una historia que se escribe día a día.
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