lunes, 11 de marzo de 2019

Arrecia la crisis económica y Díaz-Canel ni se entera.

Por Iván García.

Las cajas de tomates magullados se apilan desordenadamente en un antiguo bodegón de puntal alto en Lawton, a treinta minutos en auto del centro de La Habana. El piso del agromercado está repleto de tierra rojiza y hollín. Al fondo, varios envases de madera con fruta bomba, tomates y plátanos putrefactos generan un olor desagradable.

Irina, 56 años, enfermera de un policlínico, escoge entre los tomates apolismados y limones resecos. “Mira eso, ningún tomate sirve para nada”, se queja Irina. Al final deposita cinco o seis tomates maduros con manchas negras en una jaba de nailon. También carga con cuatro limones minúsculos y verdes. “¿Cuánto le debo?”, le pregunta al dependiente, quien si dejar de escuchar música por unos audífonos deposita la jaba en una anacrónica pesa.

El joven, que escucha música por unos audífonos, deposita la jaba con los tomates en una anacrónica pesa. “55 pesos”, responde. Irina arma una bronca al instante. “Pero eso es el colmo. Cómo tú me vas a decir que esos tomates pesan tres libras. Cómo la libra va a costar 13 pesos si los tomates ya están pasados. Y cada limón a 4 pesos si ni siquiera tienen zumo. De verdad que en Cuba hay que hacer otra revolución”.

Un cliente abre los ojos cuando el dependiente le dice que “los mameyes están aún verdes y no te puedo asegurar que salgan buenos o que maduren, pero cuestan 25 pesos cada uno, igual que una libra de maní”.

El señor, disgustado en alta voz comenta: “Díaz-Canel, baja a la tierra, compadre, pa’que veas lo que en este país está pasando la gente pa’ comer. Donde único no hay escasez es en el noticiero de la televisión”.

La comida sigue siendo la primera prioridad de los cubanos. El 90 por ciento de los ingresos de una familia, cualquiera que sea la cantidad de que disponga, se gasta en la compra de alimentos.

“Los que tienen entradas de divisas gracias a negocios privados o porque reciben remesas del extranjero tienen la posibilidad de alimentarse mejor, pero también gastan un elevado por ciento de ese dinero en la adquisición de alimentos. La comida sigue siendo un dolor de cabeza en Cuba, excepto para los mayimbes”, expresa Laura, dietista.

Saúl, un guantanamero que reside ilegalmente en La Habana y se gana la vida conduciendo durante doce horas un bicitaxi, afirma que gana unos 200 y pico de pesos diarios. “Y cada día, en jama se me van 200 pesos. El pico me lo gasto en una botella de chispa de tren (ron de baja calidad). Si no te das un trago te vuelves loco en este país”.

Ana, ingeniera, recibe dinero de un pariente que vive en España y su esposo trabaja en una empresa extranjera, lo que a ellos y su hijo les permite tener divisas y comer con cierta calidad. Muestra una libreta repleta de apuntes y explica: “Una familia de tres miembros, en viandas, vegetales, frijoles, frutas, pan y galletas, en un mes gasta el equivalente a 120 dólares. En carne de cerdo en el agro, de res por la izquierda o pollo y pescado, y productos que solo venden en divisas como espaguetis, puré de tomate, aceite, leche en polvo, detergente, jabón, desodorante y otros artículos de aseo, más de 200 dólares al mes. A ello hay añadir 50 dólares por el consumo de electricidad. En total 370 setenta dólares mensuales para desayunar, hacer dos comidas calientes y tener aire acondicionado en la habitación”.

Una cantidad que no todos los cubanos se pueden permitir, si se tiene en cuenta que el salario promedio en Cuba no supera los 30 dólares mensuales.

Yaidel, dueño de una cafetería de comida criolla y entre panes, subraya que “este nuevo período especial afecta muchísimo a mi negocio, porque al no existir un mercado mayorista, debo comprar los alimentos en las tiendas minoristas. Y ahora en las shoppings están racionando la venta de pollo y aceite. En una tienda en Centro Habana solo vendían dos botellas de aceite y diez libras de pollo por persona. La cola era de ampanga”.

Un funcionario de la cadena TRD Caribe, administrada por las fuerzas armadas, asevera que “desde el año pasado han disminuido las exportaciones de alimentos y en 2019 el Estado tiene planificado ahorrar 400 millones de dólares en la compra de alimentos y sustituirlos con producciones nacionales. Pero en Cuba en estos momentos la producción de pollo, carne de res y pescado es insignificante. Por falta de liquidez, las fábricas productoras de aceite, mayonesa, pastas y embutidos no han podido adquirir las materias primas necesarias para su elaboración. Por eso tenemos este cuello de botella”.

Jesús, licenciado en ciencias políticas, considera que “a diferencia Fidel Castro, quién asumió la situación y públicamente informó de que Cuba había entrado en un ‘período especial en tiempo de paz’, una especie de guerra sin tiros ni cañones, la nueva camada de dirigentes carecen del carisma de Fidel y lo que hacen es dorar la píldora, por temor a causar pánico en la población. Saben que el desgaste tras seis décadas de disparates económicos podría provocar un estallido social. Entonces la estrategia es vender optimismo”.

A once meses de ser elegido a dedo por su mentor Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, un ingeniero eléctrico que desde hace más de veinte años se insertó en las estructuras políticas del Estado, ha recorrido casi toda la isla y analizado con sus ministros los múltiples problemas económicos y sociales.

Con su pelo canoso peinado al cepillo, recostado en una silla giratoria y con cara de póker, Díaz-Canel en sus numerosas reuniones, se dedica a supervisar planes presentes y futuros de la nación o de provincias y municipios. Pero no ofrece soluciones eficaces. Suelta un discurso políticamente correcto y apunta detalles en su agenda de mano. Ni siquiera ha efectuado grandes cambios en su cartera de ministros. Siempre está en modo de exploración.

Arturo, músico habanero que sobrevive ‘haciendo sopa’ (cantando) mientras los turistas almuerzan en un restaurante de la Habana Vieja, espera que Díaz-Canel implemente medidas oportunas y urgentes que atajen el desabastecimiento y frene la profunda crisis socioeconómica de la cual analistas locales y foráneos vienen alertando.

“Desde que en 1959 llegó Fidel Castro con su revolución, en Cuba vivimos de crisis en crisis, hasta una de misiles tuvimos, en octubre de 1962. Las etapas de bonanzas han sido cortas y esporádicas. El pueblo está esperando que el men (Díaz-Canel) se amarre bien los pantalones y diga cómo vamos a salir de esta crisis o corte cabezas entre los descarados que le rodean. Él no tiene pinta de ser mala gente, pero no parece muy espabilado”.

Por ahora, el presidente designado sigue sin dar respuesta de la crisis que se avecina.
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