Por Esteban Fernández.
¿Discriminación? Bueno, personalmente yo puedo garantizar que no la observé nunca dentro de la juventud en el lugar donde yo nací y me crie. Quizás existía, pero ni la vi, ni la sufrí ni la infringí.
Todos llegábamos al parque y todos éramos bien recibidos. A nadie le importaba si eras pobre, rico, blanco, negro, mulato, chino o isleño.
Sólo se requería llegar con un pantalón y una camisa limpia y comportarse correctamente. A nadie le gustaban los pesados, ni los lijosos, ni los engreídos, ni los tártaros. Pero ellos mismos entraban por el aro, o nosotros aprendíamos a tolerarlos.
Jamás en la vida yo noté un caso de que llegara un negro al grupo y alguien dijera: “Oye, mira ahí está un negro, ignórenlo, denle de lado, o díganle que se vaya para el diablo”. Repito, eso no pasaba jamás. Muy poco (o nada) nos interesaba si el recién llegado vivía en una mansión o en el Barrio de las Yaguas.
Mis contemporáneos saben que los negros Ángel Budete, Ángel “Cuqui” Amorós Oliva, Bebo Mcgregor y el tremendo pelotero “Candito” Rojas eran estimados amigos de todos nosotros.
¿Cuánto dinero se necesitaba para participar de las actividades? Una peseta para la tanda del cine Campoamor, 10 centavos para una deliciosa frita que nos hacía Medina frente al parque, y el que no quería bajarla con agua, entonces requería un nickel para una Coca Cola.
En el Instituto de Segunda Enseñanza entrabamos y nos hermanábamos todos, sin distinción de raza, ni de situación económicas de sus familias. Es más ¡ni por brutos discriminábamos a nuestros condiscípulos!
Para salir al exterior rumbo a San José de las Lajas, Melena, San Nicolás, Madruga, Catalina, los centrales azucareros Amistad o Providencia y ¡hasta Varadero! sólo nos situábamos a las afueras del pueblo a pedir “botella”. Y, desde luego, la guagua era baratísima.
Había tres o cuatro hijos de ricos que se daban importancia, pero si insistían en comer catibía los discriminados eran ellos.
¿Alguien puede decir que Enriquito Lee (el chino Kike) y Wilfredo Muñoz (el chino Fito) eran discriminados por ser descendientes de chino? Al contrario, eran súper queridos entre nosotros.
Los había hijos de libaneses, de sirios, de polacos, de españoles. ¿Alguien discriminó a Simón Der Arap “Puntilla”, ni a Félix Nasser, ¿ni a los “gallegos” José Manuel López o a Ricardito González? Nunca y jamás. A todos los queríamos entrañablemente.
Llamarnos unos a otros “el negro tal”, “el mulato”, “el chino” y hasta “el blanquito” eran términos demostrativos de afecto y cariño mutuo.
Está demás decirles que cuando llegó la bestia al poder absoluto se acabó la compenetración y la camaradería y todos los que no nos unimos a la tiranía “fidelista” no solamente fuimos discriminados sino acosados, apresados, y obligados a convertirnos en parias dentro de nuestra tierra y acto seguido en desterrados.
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