miércoles, 13 de marzo de 2019

Los hippies de ayer son los profesores universitarios de hoy.

Por Esteban Fernández.

Aquellos polvos trajeron estos lodos: Durante finales de los años 60’s y 70’s esto se llenó de hippies.  Barbudos, peludos, desgreñados, simpatizantes del comunismo y del castrismo.

Asquerosos, piojosos, con ínfulas de intelectuales, predicadores del socialismo y del marxismo-leninismo, marihuana y alucinógenos a tutiplén, viviendo en precarias condiciones en comunas desde la cuales se podían escuchar a una milla la escandalosa música protesta interpretadas por Joan Báez, Janis Joplin, Jefferson Airplane y los Beatles.

El coito indiscriminado, y el “amor libre”, no solamente fueron los precursores del rampante socialismo actual sino también de la terrible enfermedad del SIDA.

Constantes manifestaciones públicas en contra de la guerra en Vietnam. Los compatriotas que vivieron en esta área en esa época saben que los muchachos de La Juventud Cubana de Los Ángeles (Hurtado, Fandiño, Denis, Garcell, Barco, Gaviña, Castaño, Gil, Beato, Pepecito Alegría) tratamos de enfrentarnos a ellos en una desventajada lucha de mil a uno.

Dos importantes factores lograron la ilusión de la evaporación de los hediondos hippies: Se terminó la contienda militar en el sudeste asiático que les brindaba una excusa para protestar, y años más tarde un valiente norteamericano llamado Ronald Reagan asume la presidencia de los Estados Unidos, mete en cintura la situación y los verdaderos norteamericanos dan riendas sueltas a su patriotismo.

¿Qué pasa entonces? Los hippies se guillan, se pelan, se afeitan, botan sus atrabiliarias vestimentas, y es cuando verdaderamente se convierten en peligrosos.

Se lanzan en una labor de zapa, se convierten en unos modernos Caballos de Troya.  Se infiltraron como estudiantes en las universidades y Colegios, donde en la actualidad ya son profesores destilando todo su veneno e inoculando en las nuevas generaciones el veneno socialista.

Se convierten en actores, directores, cineastas y productores en Hollywood, convirtiendo al cine y a la farándula de este país en una quinta columna, enfermando las mentes de millones de incautos cinéfilos.

Se colaron en la radio, en la prensa, campean por sus respetos en MSNBC, en CNN, en ABC, NBC, CBS, en el New York Times, en el Washington Post, en las revistas, en las redes sociales, y prácticamente se cogieron para ellos a uno de los dos grandes partidos políticos de esta nación.

Pero no han ganado ni van a ganar, en contra tienen a millones de patriotas norteamericanos, a un presidente que parece entender perfectamente esta situación, unas gloriosas fuerzas armadas, unos departamentos policiacos de envergadura, una Fox News, valientes ultraderechistas comentaristas radiales, y muchos cubanos anticastristas dispuesto a defender este último baluarte de libertad.

Por lo tanto, yo soy optimista, y creo y hago mía aquella consigna de la Agrupación Abdala: ¡El Futuro será nuestro!
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