jueves, 14 de marzo de 2019

Las tiñosas en tiempo contado.

Por Alfredo M. Cepero.

Todo comenzó con la llegada a La Habana de una bandada de tiñosas liderada por un ave de rapiña llamada Fidel Castro. Durante sesenta años se han alimentado de la carroña en que convirtieron a una sociedad saludable y próspera. Nos quitaron la vida en paredones de fusilamiento, nos cercenaron la libertad en cárceles inmundas, nos privaron del derecho a vivir en nuestra patria y nos despojaron de nuestras propiedades bien habidas y bien adquiridas.

Y cuando ya habían devorado el cadáver de la patria decidieron vender sus despojos a tiñosas extranjeras. Mercaderes de todas las latitudes se han enriquecido con la miseria de Cuba y la esclavitud de sus hijos. Y, más miserables todavía, las tiñosas cubanas exiliadas que han medrado comprando propiedades robadas por la tiranía a sus legítimos dueños. Pero, como no hay nada eterno bajo los cielos, todo indica que estas tiñosas, las cubanas y las foráneas, tienen el tiempo contado.

La cuenta regresiva comenzará dentro de una semana. El 19 de marzo se abrirá la puerta en los Estados Unidos a demandas sobre expropiaciones de propiedad privada por parte del régimen comunista de Cuba. El Departamento de Estado norteamericano ha anunciado que ciudadanos estadounidenses podrán demandar a empresas y otras entidades cubanas que estén controladas por el Ejército Cubano. Las empresas afectadas están incluidas en la Lista Restringida de Cuba e incluyen el Grupo de Administración de Empresas S.A. (GAESA), Gaviota, CIMEX o Habaguanex S.A., entre otras.

Estas acciones no se realizarán al amparo de una nueva ley. Todo lo contrario. Se llevarán a cabo de acuerdo con una vieja ley aprobada, pero nunca aplicada, hace 23 años. Se trata de la Ley Helms-Burton, aprobada en 1996 pero ignorada por tres presidentes norteamericanos que, bajo presión de intereses agrícolas de este país, decidieron mantenerla en congelación. El proyecto de ley, que había sido opuesto por los congresistas demócrata, fue aprobado con motivo del asesinato por Raúl Castro de cuatro pilotos de Hermanos al Rescate en misión humanitaria en aguas internacionales.

Dicha ley cuenta de cuatro títulos pero el de mayor fuerza es el Título III. Al amparo del mismo, ciudadanos norteamericanos cuyas propiedades hayan sido confiscadas en Cuba, tienen el derecho a demandar al régimen comunista en tribunales norteamericanos. Pero su talón de Aquiles, es que la misma ley concede al presidente de los Estados Unidos la potestad de suspender por un período de 6 meses la aplicación del Título III, si su suspensión es necesaria para proteger los intereses de los Estados Unidos. La acción del Presidente Trump fue permitir la aplicación de dicho título y facilitar las demandas de ciudadanos norteamericanos contra la tiranía de Cuba. Los comunistas cubanos están chillando como cerdos cuando se acercan las fiestas navideñas.

Pero las cosas se le complicará aún más a las tiñosas del régimen y a sus cómplices europeos y canadienses. El senador cubanoamericano Marco Rubio ha destacado que esta medida es el primero de una serie de pasos encaminados a responsabilizar al "régimen de Cuba por 60 años de dictadura e ilegalidades que incluyen el apoyo al régimen asesino de Nicolás Maduro". Y aunque la acción adoptada por Donald Trump no perjudique por el momento a empresas españolas, canadienses y de otros países europeos deja la puerta abierta para incluirlas en el futuro. Debe también ser motivo de preocupación para algunas compañías estadounidenses que han comenzado a invertir en la isla tras la apertura política y comercial que inició el zurdo solapado de Barack Obama.

Todo esto es además el prólogo del libro de la libertad y de la democracia que deberá escribirse en Cuba cuando caiga la tiranía. Todos aquellos que se hayan robado propiedades o las hayan adquirido de los ladrones originales tendrán que pagar sus deudas con la justicia. De lo contrario la nueva nación nacería viciada por la injusticia de permitir la impunidad de los principales culpables de nuestra larga noche de sangre, dolor y lágrimas.

Los ladrones y sus defensores califican de avariciosos a quienes demandan la devolución de sus propiedades o la compensación por el despojo del que fueron víctimas. Argumentan que los nuevos ocupantes o usufructuarios de esos bienes las recibieron de terceros que fueron los ladrones originales. Que ellos, por lo tanto, no tienen culpa alguna. Otros hablan de la prescripción del derecho de los dueños legítimos de las mismas. Pero están totalmente equivocados porque no se trata solamente del derecho individual a una propiedad bien habida sino de la propiedad privada como columna vertebral de una nación de hombres libres y de un estado de derecho.

La importancia de la propiedad privada radica en su simbología como uno de los primeros derechos humanos. De este modo, una definición amplia del concepto de propiedad privada involucra, en efecto, al derecho indiscutido de las personas físicas o jurídicas de comprar por medios lícitos, conservar, controlar, disponer y dejar como herencia a otros individuos un bien real (objetos muebles, capital financiero, tierras, inmuebles u otros).

Uno de los más importantes elementos de la libertad es el derecho a la propiedad privada sobre los productos del propio trabajo. El respeto a la propiedad privada es reconocimiento al esfuerzo del otro, y al esfuerzo propio.

Por otra parte, la propiedad privada ha sido asociada con otras libertades individuales, como la posibilidad de comerciar, aprender, enseñar, desplazarse por el territorio nacional y ejercer la libertad de cultos. Por lo tanto, es difícil desprender el concepto de propiedad privada de la definición de democracia o de una estructura republicana de gobierno. Los cubanos aspiramos a ser beneficiarios de un genuino régimen de libertad y democracia que solo podrá ser realidad si tenemos como piedra angular el respeto a la propiedad privada.
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