Hay en el universo del trabajo, en la compleja y múltiple esfera laboral, algunos oficios y profesiones que se realizan, que se hacen, no por el estímulo del dinero, de prebendas materiales o por un estatus aventajado en la sociedad. Esas faenas prosperan, florecen y se mantienen en su más alto nivel por un factor humano y por una sentimiento interno que se llama vocación.
Hablo, por ejemplo, del periodismo, donde el elemento que garantiza su calidad, su fuerza y su efectividad no radica en la cantidad de billetes que cobren los comunicadores, sino en el entusiasmo y la entrega que pongan los periodistas en el desafío, misterioso y conmovedor, de la página en blanco.
Siempre será bueno y decoroso que se pague bien a los redactores, columnistas y reporteros que trabajan en los medios. Lo que es una barrabasada, una torpeza y una seña hecha por los demonios de la estupidez y la miseria política, es subirle el sueldo a los informadores no para tratar de que eleven su nivel técnico, más bien simplemente con la intención y el deseo de afianzar y magnificar su docilidad.
Pues bien, eso es lo que acaba de hacer el gobierno cubano al subirles el sueldo tres veces a los hombres y mujeres que están en las nóminas de la radio, la televisión, los periódicos, las revistas y los sitios oficiales de internet.
Miguel Díaz Canel, el anunciador de los aumentos de salarios está satisfecho con la medida. En los sitios oficiales algunos han mostrado su leve alegría y sus dudas: “Sabemos que no es lo que nos merecemos, pero al menos es algo.”
Y hay también opiniones más radicales: “Las redacciones están vacías. Ellos saben que si quieren tener periodistas para la propaganda tienen que pagar más. La mayoría de los que se graduaron conmigo se han ido del país o están colaborando con la prensa independiente que paga mejor.” Por cierto, ninguno de los que dan su opinión quiere decir sus nombres.
El gobierno puede triplicarles el sueldo para que sean más obedientes, disciplinados y para que al aplauso resuene y llegue a la ovación. Lo que no tiene la dictadura, ni nadie, es una moneda para comprar la inspiración y la pasión por escribir la verdad y expresar con honestidad las ideas que tiene el hombre en la cabeza.
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