martes, 22 de diciembre de 2020

Las caras ocultas del “ordenamiento”.

Por Ernesto Pérez Chang.

Los cubanos se acercan a un nuevo año con más incertidumbre que nunca.

El régimen cubano ha prometido controlar los precios de los productos y el canje de moneda con “medidas severas” contra acaparadores, revendedores y especuladores, pero su promesa y su estrategia son un sinsentido rotundo, a no ser que detrás de la “intransigencia revolucionaria” se oculten una vez más las verdaderas intenciones de neutralizar e incluso monopolizar algunos sectores tanto del emprendimiento individual como del mercado negro que le resultan molestos, y no solo en cuanto a la ideología comunista, enemiga de lo privado, sino en cuestiones de mera capitalización.

Las califico de sinsentido porque encareciendo los servicios básicos, pagando salarios en una moneda sin respaldo en nada, estableciendo tasas de cambio más fantasiosas que irreales, congelando cuentas, decomisando dinero en la Aduana, dolarizando la red de comercio, frenando importaciones sin aumentar producciones, demonizando y temiendo a la iniciativa privada, y además multando y encarcelando personas, solo logrará que los precios, así como la reventa de dólares, se disparen de manera incontrolable, en tanto cada día se tornará más difícil acceder al “billete fuerte”, ese que nos asegura a los cubanos y cubanas no morir de hambre o escapar de la Isla-cárcel llamada Cuba. 

Pero, reitero, a lo mejor los tiros van por ahí, cargados de mala intención, en un contexto tan complejo y camaleónico como el nuestro, donde los militares han mutado con gran entusiasmo en empresarios codiciosos, y donde la corrupción -como estrategia de sobrevivencia- ha permeado todos los estratos de la sociedad. 

Es decir, que si bien el caos, por una parte, ha sido inevitable debido al obstinado mal manejo de la economía, por otra pudiera haber derivado en propósito perverso para un régimen que, por motivos que sospechamos pero que en realidad desconocemos a fondo, se siente muy seguro de conservar el poder a pesar de la creciente impopularidad de las medidas económicas más recientes.   

Un modo de actuar hasta cierto punto sorprendente pero nada inusual porque responde a un patrón conocido que en los últimos años, lejos de ser remedio a los problemas, ha caotizado la economía. 

Cada “solución” ofrecida por el Partido Comunista de Cuba ha llegado a complicar las cosas aún más, lo que hace pensar que, a pesar del descontento popular creciente incluso dentro de las propias filas del Partido Comunista, algunos “pescadores poderosos” estarían sacando provecho de un mar revuelto. 

Recordemos lo sucedido hace apenas un par de años con el transporte público y cómo la promesa y la estrategia de una alternativa “estatal” contra los “boteros” (choferes de taxis particulares), que buscarían precios más económicos y mejor servicio, han sido contraproducentes. 

Las medidas del Gobierno generaron descontento en el gremio, incluso surgieron brotes de protestas y brevísimos parones pero, al final, nada grave sucedió porque la reforma apenas se trataba, en su esencia, de un “reordenamiento” de esa zona en específico del mercado subterráneo, un traspaso de poderes de unos “delincuentes” a otros.

Hoy el transporte público en toda Cuba está peor que hace cinco años atrás a pesar de que se importaron, con destino a las cooperativas estatales, lotes de autos nuevos y piezas de repuesto. No hacen falta estadísticas del Ministerio de Transporte para hacer comparaciones, sino solo intentar trasladarse de un punto a otro de la Isla para comprobar que la realidad es infernal. 

Han disminuido las frecuencias en las rutas y el control de estas, no se cumplen los horarios con rigurosidad, los precios de los taxis -no importa si estatales o privados- ni han sido estables ni han dado señales de frenar el ascenso, además de que el mercado negro de piezas y combustibles muy oportunamente se desplazó de las calles hacia las cooperativas transportistas estatales, identificadas popularmente como verdaderos núcleos mafiosos donde, por cierto, las plazas de choferes y mecánicos actualmente son vendidas sobre los 1.000 dólares. Pero sobre esos detalles la prensa oficialista guarda silencio, o no profundiza en los análisis, mientras nada al respecto se debate en la Asamblea Nacional.

Lo sucedido con el transporte no es fenómeno casual ni aislado. Como tampoco fue la primera reforma implementada en el sector buscando eliminar los robos de combustible y piezas. Ha sido un fenómeno que de tan “cíclico” hace sospechar de una muy mala intención.

Igual, la apertura de las llamadas “tiendas en MLC”, con la obligatoriedad de depositar los dólares en los bancos para así obtener una tarjeta de compra válida únicamente en el territorio nacional, respondería a un mismo patrón gansteril, revanchista, a un “reordenamiento” del mercado, en tanto fueron creadas para apropiarse de los dólares en manos de la población, impedida de usar la moneda nacional. Como si fuera poco, esto también afecta la capacidad de compra de los cuentapropistas y les causa pérdidas considerables a quienes ya de por sí estaban siendo perjudicados por la situación epidemiológica de la COVID-19.

Pero también es la fórmula que, junto con las nuevas normativas de la Aduana que justifican el decomiso de cualquier suma de dinero “sospechosa”, le permitirá al régimen sacar del juego a las llamadas “mulas”, no tanto por evitar la fuga de dólares sino, en buena medida, por el hecho de monopolizar un súper negociazo de reventas que les reporta jugosos dividendos. De ahí que en las tiendas en MLC los productos se vendan prácticamente en los mismos precios excesivos de los contrabandistas, a pesar de no existir intermediarios.

Se sabe que la salida de las mulas del negocio de contrabando no afectará en nada el volumen de carga transportada tanto por vía aérea como por las navieras cubanas, sobre todo desde Panamá, en tanto ese “vacío” está siendo ocupado por las importadoras establecidas por el régimen como canal obligatorio para el trasiego de mercancías, sin contar que varias de las empresas radicadas desde hace años en la Zona Libre de Colón, pero también en los Estados Unidos, México, Canadá, incluso en Europa, todas especializadas en el envío de cargas a la Isla, dan la impresión de ser off-shores administradas desde Cuba, lo cual hace mucho más “redonda”, perfecta, la monopolización. 

Varios aspectos de la llamada “Tarea Ordenamiento”, en tal sentido, pudieran ser interpretados como el colofón de todo un proceso velado contra el sector privado que, a partir de ahora, deberá encontrar otros mecanismos “no legales”, de alto riesgo, para alcanzar los niveles de ingresos anteriores, esquivar la competencia desleal del Gobierno y, sobre todo, evitar ser despojado de los dólares que alcance a acumular puesto que trocándolos por pesos cubanos, a la tasa oficial de 1 por 24, evidentemente artificial, jamás le “cuadrará la caja” mientras en el mercado negro el canje continúe aumentando, incluso sobre los valores que alcanzó durante la hambruna de los años 90.

Una “tarea” la de ahora que, lejos de ordenar, sospechamos que terminará de abrir las puertas de par en par a un caos mayor, plagado de absurdos e injusticias sociales de todo tipo. 

Las pruebas no estarían solo en esa declaración del fin de las gratuidades y los subsidios, en tanto el Partido Comunista de Cuba siempre ha cobrado todo al altísimo precio que representa el despojo de nuestras libertades individuales, sino en la burla de una reforma salarial donde un payaso y un domador de animales -sí, literalmente un payaso y un domador de circo- a partir de enero de 2021 cobrarán casi lo mismo que un médico, incluso más que un enfermero o un técnico de la salud. 

Según las disposiciones publicadas el salario de un médico no se diferencia casi nada del de un artista de circo (Recorte Gaceta No. 69/2020).

Tal absurdo en un país donde los mayores ingresos provienen de la exportación de servicios médicos y no de las artes circenses. Aunque, según nos han ido las cosas en los últimos 60 años, nadie sabe si los cubanos -incluidos los médicos- hemos vivido en un país o bajo la carpa de un circo, obedeciendo las órdenes de un payaso-domador, mientras el mundo se divierte con nuestro sometimiento y aplaude nuestras “proezas”.

Un payaso o un domador cobra casi lo mismo que un médico y más que un enfermero Recorte Gaceta No. 69/2020).

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