jueves, 24 de diciembre de 2020

Cuba en 2020: El año que vivimos peligrosamente.

Por Elías Amor.

2020 en Cuba, un año de crisis.

Después de meses de ausencia de información oficial, el ministro de Economía y Planificación  reconoció en la Asamblea Nacional del pasado 17 de diciembre que el PIB de la economía cubana había decrecido un 11% en 2020. Se trata de un descenso superior, por ejemplo, a lo que preveía la CEPAL en su último informe “Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2020”. El desplome de la economía cubana era el más intenso desde los años del llamado Período Especial y, además, coincidía con una serie de hechos que complican notablemente la salida de la crisis.

Uno de ellos es que la economía cubana ya se encontraba mal antes de que estallase en el mes de marzo la pandemia por la COVID-19. En la misma sesión del Parlamento, el ministro anticipó lo que ya se sabía, aunque no se contara con la correspondiente confirmación oficial. La economía cubana en 2019 había descendido también, en este caso -0,2%, una cifra igualmente distinta a la publicada por la CEPAL, que atribuía un crecimiento del 0,5% en ese año.

Los datos permiten confirmar que la economía cubana giró su cauce rápidamente desde un crecimiento positivo en 2018, estimado en un 2,2%. Sin embargo, a lo largo de 2019, y sobre todo, a partir del tercer trimestre, la economía entró en recesión, produciendo el resultado final citado por el ministro. La Isla lleva año y medio con descensos del PIB que prolongan la recesión, causa de no pocos problemas relacionados con los equilibrios internos y externos. 

En tales condiciones resulta evidente que, para explicar el deterioro experimentado por la economía durante 2019, además de los factores externos, como los reducidos suministros de petróleo de Venezuela o un menor crecimiento de las divisas del turismo o las exportaciones, hace falta analizar la política económica del Gobierno cubano para hacer frente a la crisis, así como prestar atención a los datos que el mismo Gobierno no reconoce y, sin embargo, son esenciales para entender lo que está ocurriendo en la economía. 

Si se realiza este análisis cabe concluir que las medidas adoptadas por el Gobierno no fueron adecuadas, por cuanto no pudieron revertir el escenario de recesión de la economía. ¿De qué medidas se habla en este caso? Conviene recordar que, en el verano, el Gobierno acordó un incremento salarial en el sector presupuestado de la economía para aproximar los niveles de retribuciones ―eso dijeron los dirigentes― a los de las empresas estatales. 

En un contexto de economía en recesión, esta medida fiscal expansiva contribuyó a agravar más aún, si cabe, los efectos negativos de la crisis por tres vías: primero, por el incremento de costes unitarios de producción en el sector presupuestado que, dado su peso en la economía, generó tensiones inflacionistas de costes que se trasladaron a todos los sectores. Segundo, la expansión de los gastos públicos y del déficit para financiar los mayores salarios en un conjunto de actividades productivas y de servicios. Tercero, el aumento de la demanda de bienes de consumo que, dadas las limitaciones de oferta, obligó a topar precios con los consabidos problemas de suministro creados después.

Tras el escenario de errores en el diseño de las actuaciones de política económica, están los datos que el Gobierno no menciona, pero son relevantes.

La expansión monetaria incrementó el porcentaje del efectivo en circulación en manos del público desde un 17,8% en 2013 al 57,9% en 2019. Es difícil encontrar algún país del mundo con un porcentaje similar, que revela un descontrol monetario causante de tensiones en los precios, por la consiguiente pérdida de confianza en las monedas.

Un crecimiento imparable e insostenible de la deuda externa, que pasó de representar el 17,2% del PIB en 2014 a un 38,9% en 2017 (último año disponible en la estadísticas oficiales), lo que supone acercarse al 40% del PIB con un crecimiento muy rápido. Este resultado condiciona notablemente los márgenes de financiación internacional de la economía, cuyos bonos no salen de la categoría “basura” en los informes de las principales agencias de calificación. 

También sobresale el sector agropecuario improductivo, incapaz de producir suficientes alimentos para toda la población como consecuencia de las limitaciones impuestas por el Gobierno, lo que obliga a importar alimentos por 2.000 millones de pesos. En 2019 la cifra fue 1.910 millones de pesos, mientras que en 2015 alcanzó 1.800 millones, un crecimiento del 6% en dicho período.

Estando así las cosas, en 2020 se desató la pandemia de COVID-19, con impacto directo en la economía, sobre todo en el turismo y su potencial para captar divisas, y en el sector emprendedor privado de la economía. 

En 2020, a diferencia de lo ocurrido en 2019, la actividad económica ha ido claramente en declive durante los cuatro trimestres, comparados con igual período del año anterior. También se dio una mayor contracción en el segundo trimestre, sin que se observe en los siguientes un cambio de coyuntura que haga presagiar un mejor resultado a final del ejercicio. A ello han contribuido factores como la intensa contracción en el comercio exterior, la reducción del turismo internacional y de los ingresos en divisas al país, así como el impacto significativo de la COVID-19 en los sistemas de salud y educación.

A estos factores citados por el ministro habría que añadir los efectos de la expansión fiscal arrastrada desde 2019, las tensiones inflacionistas de costes y el cierre de la actividad productiva por los confinamientos, que llevaron al Gobierno a suspender los pagos de la deuda internacional con el Club de París, así como a acometer una reordenación urgente del presupuesto de gastos y del plan de la economía para intentar ejercer algún control sobre su dinámica. Y en este entorno de grave crisis interna y externa, caracterizado por una notable complejidad e incertidumbre, el Gobierno tomó la decisión de avanzar en la denominada “Tarea Ordenamiento”. 

Las autoridades confían en que, a partir del segundo pero sobre todo del tercer trimestre de 2020, la mejora de la situación epidemiológica y el restablecimiento gradual de la vitalidad de los principales servicios sociales permita iniciar el proceso de recuperación de la economía que debe conducir a un efecto rebote en 2021. De momento no hay informaciones oficiales, pero se mantienen las mismas tendencias recesivas de meses anteriores. El turismo no despunta en plena temporada invernal, las exportaciones siguen frenadas por la interrupción de las cadenas de valor y, a todo ello, se suma un menor volumen de remesas como consecuencia de la crisis en otros países. 

Sin embargo, el Gobierno cree que la puesta en marcha de medidas de estímulo a la actividad económica, incluidas en la Estrategia y, sobre todo, la “Tarea Ordenamiento”, permitirán alcanzar el restablecimiento de los niveles de actividad en la industria manufacturera, el transporte, la salud, el comercio, la educación, la cultura y el deporte, entre otros. La apuesta por el crecimiento interno choca con los límites del presupuesto.

En este complejo escenario se pretende utilizar la expansión fiscal como instrumento para alcanzar los objetivos y, así, con el Decreto-Ley 24 de 10 de diciembre se aprobó para 2020 una expansión del déficit público planeado hasta el 20% del PIB, llevando el nivel de endeudamiento acumulado a casi el 30% del PIB. Incrementos de esta magnitud devuelven a la economía cubana a los parámetros del Período Especial. Los presupuestos de 2021 presentados por la ministra de Finanzas y Precios ahondan en la cuestión, ya que sitúan el déficit del ejercicio en un 17% del PIB.

La experiencia confirma que la expansión fiscal no suele estar relacionada con el crecimiento económico. Por todo ello, hay que ser muy cautos con el escenario de rebote que plantean las autoridades para 2021. En tales condiciones será muy difícil que se alcancen los ritmos de crecimiento planeados del PIB en el intervalo del 6 al 7%.

Un escenario de recuperación para la economía cubana en los próximos dos años se hace muy complejo porque remontar el descenso acumulado desde 2019, casi un 24% del PIB, y esperar que las políticas fiscales expansivas den resultados, es aventurado y está lleno de incertidumbres. Las previsiones de recuperación de la actividad productiva y social, una vez se someta a control la pandemia, no serán suficientes para llevar la economía cubana a una senda de crecimiento sostenible. Sin el turismo o las exportaciones la economía no podrá disponer de las divisas necesarias para hacer frente a sus compromisos, volviendo a caer en su círculo vicioso.

¿Qué dice el Plan de la Economía para hacer frente a la crisis?

El ministro de Economía dijo que el Plan 2021 se ha diseñado bajo el principio de asegurar, como objetivos esenciales, los alimentos, combustibles, fertilizantes y plaguicidas, medicamentos, las demandas de la defensa y la prioridad en los financiamientos para la industria nacional, a partir de no importar lo que se pueda producir eficientemente en el país.

Además, en el Plan se distinguen transformaciones en la planificación, relacionadas con la descentralización gradual de la distribución de las divisas y la aplicación de medidas para la empresa estatal, en aras de lograr mayor autonomía sobre sus producciones, inversiones y financiamientos, unido a la introducción de incentivos.

En tales condiciones, el Plan se propone, entre otros, el incremento de la producción agropecuaria, asegurar los productos de primera necesidad a la población, priorizar las exportaciones tras la recuperación del turismo, mantener el control sobre el endeudamiento externo del país, concebir, desde el diseño del plan, encadenamientos productivos del sector estatal con el no estatal y la inversión extranjera, potenciar el crecimiento de la ZED Mariel y su vínculo con la economía interna, incrementar las ventas de las entidades nacionales a la red en moneda libremente convertible y, finalmente, insertar la participación de las formas de gestión no estatal en el Plan de la Economía, entre otros.

De lograrse estos objetivos tan variados como dispersos, el Plan prevé un crecimiento del 19% de las exportaciones, gracias a la influencia de los servicios de telecomunicaciones y la recuperación gradual del turismo, con la llegada de 2.200.000 visitantes, cifra que duplica los resultados de 2020.

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