jueves, 24 de agosto de 2023

Cuba, casi un Estado fallido.

Por Iván García.

La Habana se parece cada vez más a Puerto Príncipe. En cualquier esquina de la ciudad se amontona la basura y proliferan mosquitos, cucarachas y roedores. En algunos barrios de la Cuba profunda la gente se come los gatos callejeros y si eres dueño de un caballo o una vaca corres el peligro que al animal lo descuarticen los matarifes y vendan su carne.

Se roba de todo. Los bombillos de una escalera, un par de sillones de un balcón y han linchado a una persona para robarle su moto eléctrica. La violencia en Cuba asusta. 55 mujeres han sido asesinadas por sus parejas en los primeros siete meses del año. Los robos con fuerza en viviendas ocupadas se han triplicado con respecto a 2020, reconoció a Diario Las Américas un instructor policial.

También aumentaron los asaltos en la vía pública. Lo mismo arrebatan un teléfono móvil o un reloj o sustraen dinero de un bolso. Daniel, residente al oeste de La Habana, cuenta que “hace una semana fui a comprar cerveza en un bodegón y dos muchachos montados en una moto me halaron la cadena de oro que tenía en el cuello y me arrastraron como diez metros por la calle. Por poco me desnucan”.

A Virgen, profesora de bachillerato, el mes pasado se colaron en su casa en pleno día, «y cargaron con todo: televisor, equipo de música, ropas y el dinero que tenía guardado”. La gente tiene miedo. Y por eso transforman sus casas en auténticos búnkeres. Las familias más solventes, además de rejas, colocan cámaras de vigilancias. Pero ni así frenan los robos.

Miguel, dueño de una MIPYME, a tres custodios les paga “quince mil pesos al mes a cada uno, para que me cuiden el negocio. Está de moda los atracos a bodegones donde se almacenan productos alimenticios. Hace dos meses, en un apartamento donde guardaba queso y solomillo deshuesado de cerdo, rompieron las cámaras de vigilancia y se lo robaron todo. El hambre y la pobreza es una combinación letal. Empuja a las personas a hacer cualquier barbaridad para sobrevivir”.

Pregúntenle a Raisa, ama de casa, cómo es vida cotidiana y escuchará un rosario de reproches subidos de tono contra del régimen de Díaz-Canel. “Vivir en Cuba es una pesadilla. Tenemos un gobierno que todo lo hace mal. Ningún servicio básico funciona. Ni el transporte público, el abasto de agua, la electricidad, la salud o la educación. Comer arroz blanco, frijoles negros, ensalada de aguacate y tomarse un vaso de agua con azúcar se ha convertido en un lujo. Un cartón de huevos ronda los dos mil pesos y un jubilado recibe solo mil quinientos pesos. La gente se está enfermando de los nervios Una vida cotidiana para volverse loco. O darse un sogazo (suicidarse). A veces he pensado en matarme”.

Yoel, 59 años, camionero, se pregunta “por qué los cubanos llevamos 64 años cargando con esta cruz. Es como si fuera un maleficio. El país se hunde cada día más y esta gente (el régimen) hablando de una sociedad próspera y sostenible cuando la mayoría de las familias no tienen siquiera para comer. Rezo todos los días para que el Señor nos quite esta desgracia de encima. Nuestro pueblo no se merezca tantos atropellos. Trabajo en una empresa estatal de carga por camiones. Estoy parado hace cinco meses por falta de piezas de repuesto. Me pagan el 60 por ciento de mi salario (2,800 pesos, equivalente a 11 dólares en el mercado informal). Tengo esposa y dos hijos. Los mismo chapeo un jardín que vendo una caja de muerto. Pero no salgo adelante. Mi familia come una vez al día. He bajado treinta libras desde que estamos con la crisis coyuntural de Díaz-Canel que ya dura cuatro años y él cada vez más gordo. Cuba funciona por inercia, como si estuviéramos en guerra”.

Cuanto usted camina por La Habana puede observar cómo ha aumentado el número de indigentes que duermen en las calles. En un portal de una bodega estatal, justo frente a la Plaza Roja de La Víbora, al sur de la capital, cada noche duermen entre seis y ocho personas. Tahimí, 36 años, dice que se fue de su casa porque un tío la toqueteaba. «Yo trabajaba limpiando el piso en un policlínico y no me alcanzaba el salario para pagar un alquiler. Cuando era más joven jineteaba, pero cuando pasas de los 30 nadie te mira. Me empaté con un tipo alcohólico y se me pegó el vicio”.

Para dormir , Tahimí coloca unos cartones en el piso y luego se tapa con una sábana empercudida. En una estropeada mochila guarda sus escasas pertenencias. Come poco y mal. Pide dinero a las personas que pasan. Y junto a otros mendigos que acampan en el portal, bebe ron casero.

Sonia, madre divorciada con tres hijos, ya no sabe qué hacer para alimentar y cuidar a su prole. “Tengo tres trabajos. Y el dinero no me alcanza para mantener a los niños, que comen caliente una vez al día. Casi siempre mi comida es un pan con croqueta y un refresco instantáneo. O boniato hervido y mango. Esto es no es vida. No sé que he hecho para tener tan mala suerte”, confiesa mientras intenta contener las lágrimas.

Un informe de la ONU publicado en mayo de este año confirma que los cubano de 14 a 60 años sufren malnutrición. El Programa Mundial de Alimentos lamenta que la diversidad dietética es limitada: “La dieta del hogar cubano promedio es pobre en micronutrientes y no es lo suficientemente sana y variada debido a la limitada e inestable disponibilidad de alimentos nutritivos, factores socioeconómicos y malos hábitos alimentarios”, apuntó el demoledor informe del Programa Mundial de Alimentos, adscripto a la ONU.

Según datos de la ONEI (Oficina Nacional de Estadísticas e Información), el gobierno cubano gasta entre 16 y 27 veces más en turismo que en educación, salud pública o agricultura. Los sectores de salud y educación, otrora vitrinas del castrismo, recibieron juntos en 2022 una décima parte de la inversión dedicada a la industria del ocio. El turismo devoró el 33% de las inversiones que se hicieron en 202, con 23.360 millones de pesos (alrededor de mil millones de dólares al cambio oficial) .

Las cuentas son aún peores si se separan las áreas de salud y educación. En salud y asistencia pública se invirtió el 2,1% (1,520 millones de pesos o 63,4 millones de dólares). En educación fue de 1,2% (820 millones de pesos o 34 millones de dólares según la tasa oficial). Y en la agricultura, aunque el régimen alardea que es un sector priorizado, se le destinó 1.855 millones de pesos, tan solo el 2,6% de la inversión global en 2022.

Si tomamos como parámetros normativas de organismos internacionales, que consideran que miseria es vivir con menos de un dólar diario, de acuerdo a los salarios vigentes y actual tasa de cambio en el mercado informal, de un dólar a 250 pesos, la pobreza en la Isla afectaría al 65% de la población. Y la pobreza extrema rondaría el 27%. El salario mínimo, 2,100 pesos, se ha reducido a 8 dólares y 40 centavos.

Por el férreo control político, económico y social que ejerce la dictadura, Cuba aún no es un Estado fallido. Pero va por ese camino.


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