martes, 1 de agosto de 2023

Cubanos tras el dólar.

Por Iván García.

En algún momento del otoño de 1989, mientras los alemanes del este demolían el Muro de Berlín, el habanero Frank, recuerda que esparció 20 mil pesos encima de su cama, prendió un tabaco Montecristo comprado de contrabando en una tienda para diplomáticos y durmió encima de los billetes. Él es el clásico tipo surgido en los sistemas totalitarios que ganó dinero traficando con dólares y pacotilla occidental.

“Desde adolescente tengo ADN para los negocios. Cuando estudiaba en el preuniversitario ya vendía chicles, zapatillas y pitusas. Y luego nos reuníamos un grupo de amigos en mi casa para ver en video películas prohibidas. Mi padre fue funcionario del gobierno y tenía acceso a ciertos privilegios, pero la política nunca fue mi prioridad. Lo mío era ganar dinero. Mi primer negocio grande fue cuando vendí un Ford de 1954 que heredé de mi abuelo. En aquella época, 20 mil pesos era una fortuna», relata Frank, que entonces tenía 25 años.

Con los 20 mil pesos compró un puesto de trabajo en turismo. A mediados de la década de 1990 se marchó de Cuba y se fue a vivir a España. Allí se casó y tuvo dos hijos. Hace un año regresó a la Isla y con dos socios europeos organizó una MIPYME que se dedica a importar alimentos.

“Las cosas me han ido bastante bien. Hacer negocios en Cuba es muy peculiar. Más que la cantidad de capital o grandes ideas, debes tener buenos contactos que te abran determinadas puertas y aceleren los trámites burocráticos. Eso cuesta dinero y suele funcionar, porque aquí el entramado empresarial e institucional es muy corrupto. Pero nunca te puedes fiar, porque el sistema es más ideológico que económico. Siempre sospechan que un emprendedor privado es un enemigo. Eso espanta a los potenciales inversionistas. Por tanto, el plan es hacer dinero lo más rápido posible y cuando el panorama se torna confuso cerrar el negocio”, apunta Frank y añade:

“Se gana dinero porque hay un segmento de mercado virgen con cierto poder adquisitivo y el Estado apenas le oferta bienes y servicios. Pero las trabas son muchísimas. El problema mayor es comprar las divisas para reaprovisionar el negocio. Cuando se iniciaron las MIPYMES, el acuerdo con las autoridades era vender en pesos para que las personas que no tienen acceso a los dólares pudieran comprar mercancías. Nos dijeron que se iba a implementar un banco que le vendería divisas a los nuevos negocios”.

Todo quedó en promesas. Según Frank, solo las MIPYMES ligadas con el gobierno, tienen acceso a comprar divisas. “Si los que tenemos negocios privados pudiéramos obtener dólares o euros de manera estable, al precio que rige en el sistema cambiario estatal, donde un dólar cuesta 123 pesos y el euro se cotiza a 127, te aseguro que los precios fueran un 30 por ciento más baratos. Y si el gobierno rebajara los elevados impuestos y la obligación de importar con intermediarios estatales el precio al consumidor se reduciría otro 10 por ciento. Las autoridades son los máximos culpables de que no disminuya la inflación. Te exigen precios justos y encadenarnos con el sector productivo estatal. Pero no te venden divisas, tenemos que comprarlas al precio que esté en el mercado informal. Y constantemente ponen zancadillas a los particulares. Les molestamos. Nos permiten por necesidad, no porque lo deseen”, concluye.

Recientemente, el ministro de economía Alejandro Gil dijo que las formas de gestión no estatal habían importado 268 millones de dólares en los primeros cuatro meses del año. Gustavo, economista, cree que la cifra es mayor.

«Porque debido al burocratismo y la corrupción no se suele declarar la cantidad exacta de mercancías que se importas para pagar menos impuestos. Aún tomando como cierto ese dato, es probable que para diciembre los emprendedores privados hayan importado casi mil millones de dólares. Eso genera un constante reaprovisionamiento de divisas. La única forma de conseguirla es comprándola en el mercado informal. La demanda de divisas supera a la oferta. Por eso el dólar y el euro han tenido un repunte. El lunes 31 de julio un euro se cotizaba a 235 pesos en el mercado informal y el dólar a 227 según la web El Toque. Y seguirá subiendo”, opina Gustavo, quien considera que para fin de año el dólar pudiera superar los 250 pesos y «no te sorprendas si llega a 300 pesos».

Otro economista consultado por Diario Las Américas piensa que la “inacción del gobierno es porque hay señales que se puede estar llegando a un precio tope en la venta y compra de divisas en el mercado paralelo. No se ha imprimido tampoco más moneda local. Los salarios están congelados y no se han reajustados según la inflación imperante. El sector laboral estatal, el mayor del país, con 4 millones de trabajadores, es el más afectado, pues ha visto disminuir su poder adquisitivo en los últimos dos años y medio casi ses veces. Un profesional que devengaba un salario de 5 mil pesos en enero de 2021, el dólar se cotizaba en el mercado informal a 40 pesos y equivalía a 125 dólares. Ahora ese mismo salario, que se ha mantenido congelado, equivale a 22 dólares con 50 centavos. Por eso creo que el precio de la divisa forzosamente va a llegar a un tope de equilibrio, porque la mayor cantidad de dinero está en manos de un pequeño segmento de la población. El resto apenas tiene posibilidades financieras para comprar dólares o euros”.

Sergio, dueño de un bar, señala que “se percibe la falta de dinero en poder de la población. En los bancos te limitan la cantidad de dinero a extraer y no hay billetes de altas denominaciones. En la mayoría de los negocios gastronómicos, a pesar de estar en verano, las ventas son escasas. Ya el cliente no te paga con dólares o euros como un tiempo atrás: en los negocios privados se valora la divisa por debajo del cambio en el mercado informal. Y la gente que sale a comer con su familia cambia los dólares antes de venir y paga en pesos”.

Miguel, contable de una MIPYME, comenta que “cinco o seis meses atrás yo tenía clientes que con regularidad me vendían de 300 a mil dólares. Pero de un tiempo acá, el mercado cambiario en la calle se ha deprimido bastante. Una de las razones, pienso, es que al existir mayor cantidad de negocios privados, ha aumentado la demanda para comprar divisas, necesarias para mantener el ciclo para importar mercancías”.

Ocurre también que los cubanos que aspiran a emigrar, ya sea de manera irregular o por un parole humanitario a Estados Unidos, suelen comprar cifras superiores a los 10 mil dólares. “No quiero ser una carga para la familia”, confiesa Miladis. Ella vendió en 20 mil dólares un apartamento de tres habitaciones en La Habana para emigrar con su hijo.

En Cuba se está dando otro fenómeno raro. La inflación ha provocado que se disparen los precios de alimentos, transporte y otros bienes. Pero los precios de las propiedades han bajado entre un 30 y un 50 por ciento. Leonel cuenta que “hace dos años su casa estaba valorada en 70 mil dólares. Ahora, a mucho reventar, me dan 30 mil dólares. Y tengo que venderla con todo adentro. Esperé a ver si subían los precios, pero no quiero perder demasiado tiempo. Corro el riesgo de no poder vender la casa y quedarme en este infierno”.

El problema del habanero Frank, dueño de una MIPYME, es distinto. “Tengo una gran cantidad de efectivo en pesos y no he podido comprar los dólares que necesito para adquirir uno o dos contenedores de alimentos. Cada vez que me reaprovisiono, al incrementarse la cotización del dólar, debo subir los precios y pierdo clientela. La otra variante es vender exclusivamente en dólares o euros, pero no todos en Cuba tienen divisas”. A él le sigue excitando la idea de esparcir fajos de billetes encima del colchón y dormir encima del dinero. “Pero por favor, que sean dólares”.

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