Por Iván García.
La máquina de contar dinero arroja fajos de billetes encima de una bandeja plástica. Después, Juan Carlos, dueño de una MIPYME que importa alimentos, le pone una liga a cada paquete de diez mil pesos y lo guarda dentro de una caja fuerte empotrada en la pared.
“Compré dos máquinas contadoras para agilizar las operaciones. A veces estaba dos horas contando dinero”, dice el emprendedor. Los billetes de alta denominación, de 500 y mil pesos, los separa en la caja fuerte. “Es para pagarle a clientes que me venden con frecuencia dólares y le gusta que le paguen con billetes grandes”, apunta. El resto del dinero lo guardan en bolsos negros de nailon amontonados en un closet.
“Es tanta la cantidad de efectivo que contraté a dos custodios. Lo ideal sería que todo ese dinero estuviera en el banco y mediante transferencia se hicieran las operaciones de compra y venta o el pago de los impuestos. Pero en Cuba las cosas no funcionan como en un país normal. La crisis de dinero en efectivo comenzó en enero de este año, cuando el Banco Central de Cuba dictó una norma que solo se podía transferir 80 mil pesos diarios y 120 mil pesos mensuales. Esa medida absurda obligó a muchas MIPYMES a no ingresar el efectivo en los bancos”, explica.
Juan Carlos comenzó vendiendo queso Gouda, cerdo deshuesado, jugos y cervezas, entre otros alimentos y bebidas . «Un día de venta promedio puede superar el medio millón de pesos. Y cuando comencé a vender piezas de repuestos de automóviles y neumáticos, las ventas han alcanzando dos o tres millones de pesos diarios. Los negocios privados tienen una ventaja que no te ofrecen las tiendas en divisas del gobierno: y es que puedes pagar lo mismo con dólares, euros, tarjetas o en pesos cubanos», afirma y añade:
“Querer ahora, a la cañona, bancarizar las operaciones monetarias, que es algo correcto, pero no existen las condiciones adecuadas ni tecnológicas ni financieras, va a provocar que muchos dueños de negocios vendan los productos que le queden y luego cierren. El mayor afectado será la población, porque los mercados del Estado están desabastecidos y la gente que no tiene acceso al dólar en los bodegones de las MIPYMES compran desde un paquete de leche en polvo hasta chucherías para los niños”.
Diario Las Américas conversó con varios emprendedores. Todos coinciden que esta medida no es fortuita. “Las MIPYMES no llevamos siquiera dos años y ya muchos funcionarios del gobierno y la prensa oficial nos señalan como culpables de la inflación y los altos precios. Nunca he leído un artículo en Cubadebate o Granma criticando los precios abusivos en las tiendas MLC. El Estado vende más caro que los particulares, a pesar que nosotros estamos acorralados por los elevados impuestos y pagamos entre un diez o quince por ciento a una empresa importadora del gobierno para traer un contenedor”, subraya Joel, dueño de un negocio de materiales de construcción.
Liana se dedica a la venta de maquillaje y calzado deportivo importado de Panamá. En su opinión, “cuando el gobierno tiene el agua al cuello, recurre al sector privado para que le saque las castañas del fuego. Como nos consideran un mal necesario, de buenas a primera te apartan de un manotazo. Y sales bien si no te meten preso o te decomisan toda la mercancía. En la última Asamblea Nacional, Esteban Lazo, presidente del Parlamento, lanzó un ultimátum: o bajan los precios o le confiscamos el negocio”.
El dueño de un bar de tapas al sur de La Habana está convencido que la nueva medida “es más política que técnica, porque quieren controlar la cantidad de dinero que ganan los dueños de negocios. Y porque aprovechan que mucha gente en la calle está molesta por los altos precios y el déficit de dinero para culpar al sector privado. Pero la realidad es diferente. Es culpa del gobierno que no haya dinero suficiente y que el país es un caos por culpa del desbarajuste que ha ocasionado la Tarea Ordenamiento. Quisieron eliminar la dualidad monetaria y ahora existen dos tipos de cambio estatal, un dólar por 25 pesos y un dólar por 120. A ello se suma el mercado informal donde el dólar se estaba cotizando a 245 pesos. Sin contar que circulan varias divisas y hasta criptomonedas. El peso cubano se ha devaluado por culpa del gobierno”, aclara y agrega:
“No hay que ser un genio para saber que esta estrategia es para apartar a los negocios que no sean del agrado del Estado. Hay MIPYMES buenas, las de ellos, y MIPYMES malas, las que no controlan. Increíblemente unos pocos, nadie sabe cómo, pueden importar vehículos eléctricos, ómnibus y camiones comprados en Estados Unidos, a la mayoría de los emprendedores el gobierno nos abre tremendo fuego”.
Un experto consultado considera que la bancarización decretada por el régimen es jugar a la ruleta rusa en plena crisis sistémica.
“Desconozco si el gobierno tiene un Plan B. Pero esta medida es un disparate, un suicidio político, pues el sistema bancario cubano no está preparado tecnológicamente para cubrir la mayor parte de las operaciones de compra y venta por transferencia electrónica. Puede que disminuyan las colas y los jubilados y trabajadores puedan sacar efectivo de los cajeros, pero están liquidando por asfixia al sector privado. Mientras no exista un mercado estatal de compra y venta de divisas, los negocios particulares tienen que recurrir al mercado informal. Cuando tu pones en una balanza los pros y los contras, observarás que esta regulación va a dañar todavía más la desconfianza del pueblo al sistema bancario y el temor de empresarios extranjeros de invertir en la Isla. Hasta Boris Titov, asesor de Putin para aplicar algunas reformas en Cuba, ha declarado que el gobierno debe apostar por la economía de mercado y el empoderamiento de MIPYMES y otros negocios privados”, señala el experto.
Sorprende la ingenuidad de los emprendedores locales. Ya desde la llamada Ofensiva Revolucionaria, en marzo de 1968, cuando Fidel Castro ordenó confiscar 55,636 pequeños negocios, muchos sostenidos por una o dos personas, quedó demostrado que el sector privado cubano no era bienvenido por el régimen castrista.
En distintas etapas se han liberalizado nichos de la economía, pero siempre bajo una rigurosa fiscalización del Estado que a la primera de cambio, frena las reformas y criminaliza a sus actores privados, los acusa de avaricia capitalista, les abre expedientes delictivos y termina cerrándoles sus negocios. Incluso empresarios foráneos, privilegiados por encima de las inversiones de cubanos radicados en el exterior, a los cuales el gobierno siempre tildó de gusanos y apátridas, cuando a las autoridades lo decide, les decomisan sus bienes y los encarcelan.
Robert Vesco, un estadounidense de padre italiano y madre de la antigua Yugoslavia, después de defraudar 224 millones de dólares a un fondo de inversiones recaló en Cuba y financió la construcción de un centro turístico en Cayo Largo y obras en el sector de la biotecnología. En 1996 fue acusado por defraudar a un sobrino de Fidel Castro y sentenciado a trece años de cárcel. Murió en 2007 de un supuesto cáncer terminal.
La lista de empresarios extranjeros estafados por las autoridades cubanas es amplia. La deuda del actual gobierno con empresarios españoles ronda los 350 millones de dólares. Invertir en la Isla es una temeridad. Históricamente, la autocracia verde olivo ha considerado como presuntos delincuentes a los emprendedores. El corralito financiero forma parte de esa colección de regulaciones que tiene el gobierno para frenar a los particulares. Los que hacen negocios en Cuba deberían saberlo.
Lectura recomendada: "Mi socio Fidel Castro", de Michel Villand.
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