martes, 13 de agosto de 2024

Cruzada contra los negocios privados privados en Cuba.

Por Iván García.

En los estantes de un bodegón ubicado al sur de La Habana cada vez hay menos productos. Un señor le pregunta a la dependienta si tienen cartones de huevos. “Ya se acabaron”, dice. “¿Cuándo tendrán?”, indaga el cliente. Ella encoge los hombros y responde: “Creo que no va entrar más, van a cerrar el negocio”.

El hombre se queja. “El gobierno desata su guerra contra las MIPYMES sin garantizar ofertas suficientes al pueblo. Estos negocios privados son para las personas que tienen cierto poder adquisitivo. Al resto de la población tiene que alimentarla el Estado, que para eso hicieron una revolución con empresas estatales y planificación central. La estrategia es sencilla: quieren que quienes recibimos dólares compremos en las tiendas por divisas”.

El dueño del negocio, recostado en un mostrador, asiente. “Estoy liquidando los productos que me quedan. Ya el huevo está desaparecido en combate, la mayor parte del pollo se vende por la izquierda. A varias mercancías, como el papel sanitario, gel y jabones de baño, he tenido que subirles el precio y se venden menos.

“El gobierno asegura que no es una guerra contra las MIPYMES, pero los indicios sugieren lo contrario. Las medidas aprobadas están diseñadas para frenar al sector privado. Somos una amenaza para sus ‘negocios’, ya que una parte importante de los dólares que entran al país no pasan por sus manos. Por ejemplo, subieron en un 50 por ciento los impuestos de productos importados que según las autoridades no son de primera necesidad. Para ellos (los del régimen) el pueblo debe limpiarse el fondillo con papel de periódico y bañarse con jabones de mala calidad. Antes pagaba los aranceles en pesos a una tasa de 24 pesos por un dólar. Ahora lo cobran en divisas y la tasa es de 120 pesos por un dólar. Desde enero del año pasado comenzaron a implementar un corralito financiero. Solo se podía transferir 80 mil pesos diarios y 120 mil pesos al mes, que provocó que los dueños de negocios guardaran el efectivo en sus casas. Nadie confía en el sistema bancario cubano», afirma el dueño del bodegón y añade:

«El Estado no nos vende dólares, tenemos que comprarlo por la calle al precio del mercado informal. Por si no fueran suficientes esas dificultades, toparon el precio a seis productos y amenazaron, veladamente, de limitar el precio a más productos en el futuro. El gobierno ha desplegado un ejército de inspectores y funcionarios que se dedican a fiscalizarnos. Te multan por cualquier cosa. O de lo contrario hay que pagarle por debajo del tapete. La corrupción es tremenda. Y a partir del 1 de agosto, las cuentas en divisas del negocio hay que tenerlas en el banco. Una locura. Quieren recaudar divisas, pero a la fuerza”, señala el emprendedor habanero.

Gustavo, economista, opina que “cuando se analizan fríamente las medidas aplicadas por el gobierno, no hay forma de encontrarle una lógica económica, incluso, ni siquiera política. Casi todas esas normativas son contraproducentes. A corto plazo habrá una escalada inflacionaria. Lo sensato sería que hubiera medio millón o un millón de MIPYMES. Once mil, las que hay en estos momento, son demasiado pocas, una cifra simbólica. Existe un error conceptual: los negocios privados, debido a los exiguos salarios que reciben los empleados del sector estatal y los pensionados, no están creados para satisfacer la demanda de las personas que tienen bajos ingresos, que son la mayoría de los cubanos”.

“Es duro entrar a un mercado privado y ver el local climatizado, limpio con productos importados de muchísima mayor calidad y diseño de los que recibe la población por la libreta de racionamiento y no poder comprar. Las MIPYMES no son las bodegas estatales del barrio. Es un error regular sus precios, porque la reacción será cerrar el negocio. El gobierno tiene que recordar que el sector privado maneja sus emprendimiento con dinero propio, no con dinero público. Esas políticas desalientan a futuras inversiones extranjeras y de cubanos radicados en el exterior. Además, a falta de una oferta sostenible de bienes y servicios, se reducirá aun más el poder adquisitivo de los asalariados estatales y jubilados, se incrementarán los precios y los cubanos seguirán emigrando”.

“Lo correcto, para poder detener la crisis multisistémica y la inflación, sería reducir los impuestos, para que florezcan los negocios privados, entregar la tierra en latifundio, permitir que empresarios foráneos paguen directamente a sus trabajadores y privatizar las más de 300 empresas estatales que son irrentables. Y, sobre todo, reducir el enorme aparato burocrático del Estado”, concluye el economista.

Carlos, sociólogo, considera que “las actuales normativas del gobierno son una huida hacia adelante. Apuestan por lo que mejor saben hacer: mayores controles y métodos para disuadir e intimidar a la población y el sector privado. Recientemente la prensa oficial publicó que se pretende aplicar sanciones penales a los que compren o vendan divisas. Es un disparate. Quieren captar los más de dos mil millones que según el primer ministro Manuel Marrero entran al país, a golpe de amenazas. Pretenden obligar a los que reciben remesas a que vendan los dólares al precio artificial, de 120 pesos por un dólar, elegido por el Estado, cuando en el mercado cambiario informal se paga a 320 pesos. Esas medidas traerán consigo la disminución del sector privado que a su vez incidirá en menores ingresos a las arcas públicas por conceptos de impuestos. Los cubanos no se van rendir. Muchos negocios pasarán a la ilegalidad, como ha venido sucediendo desde hace 65 años. La política de mano dura del gobierno abarca a las personas que no trabajan. Las autoridades pretenden revivir aquella nefasta Ley contra la Vagancia de la década de 1970. El enfoque es equivocado. No se puede gobernar atizando el miedo contínuamente”.

Las políticas coercitivas del Estado suelen traer más miseria. En los años 30 del siglo pasado, el sanguinario Stalin aplicó la colectivización estatal de la agricultura, la expropiación forzada de las cosechas, las tierras, las maquinarias y el ganado. Esas medidas provocaron una horrible hambruna en Ucrania, conocida como Holodomor, en la que perdieron la vida entre tres y diez millones de ciudadanos.

Una y otra vez, las dictaduras de la fracasada ideología marxista, insisten en estrategias que han demostrado su ineficacia. Cuando el Estado interviene en el sector productivo, la economía se estanca y la población empobrece. ¿Por qué lo hacen entonces? La fábula del escorpión y la rana, con su moraleja, nos da la respuesta: «No confíes de las buenas intenciones de aquellos que no pueden cambiar su naturaleza». Es el caso del régimen cubano.

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