martes, 17 de septiembre de 2024

Cuba, mucha basura y poca comida.

Por Iván García.

En la esquina donde se estacionó el viejo camión de la era soviética, cargado huesos de res y bolsas de picadillo ,se amontonaba la basura, pululaban las cucarachas y por el borde de la calle corrían las aguas albañales de una cloaca rota.

A pesar del olor nauseabundo, decenas de vecinos hicieron la cola para comprar la piltrafa. La osamenta no tenía nada de carne. Puro hueso. El picadillo era gelatinoso, grasiento y con ribetes verdosos generado por falta de refrigeración.

Mucha gente se quejaba. “Qué asco. Una muestra, otra más, de cómo tratan a los cubanos. La carne buena para ellos y para el pueblo, la sobra y la mierda”, dijo una vecina. “Los que rebanaron las ternillas son artistas con el cuchillo. No le dejaron ni un trocito de carne con la cual pudiéramos hacer una sopa. Y el picadillo, además de repugnante, es más agua y cebo que otra cosa”, apuntó una anciana.

La libra de hueso costaba 100 pesos. Y la de picadillo 800 pesos. “El descaro de esta gente (el régimen) es tremendo. Te venden la carne casi podrida a precio de primera”, se lamentó un jubilado. A pesar de las quejas a los gobernantes y la mala calidad del producto, las personas lo compraban. “Esta porquería ni los perros se la comerían”, comentó un señor que compró dos bolsas de picadillo y varias libras de huesos.

Una mujer mayor en voz baja señaló: “Muchos se avergüenzan de su miseria e intentan fingir que viven bien, pero están pasando hambre. Si en algo somos expertos los cubanos es en aparentar lo que no somos”. Alejandro, licenciado en física, 59 años, reconoce que está pasando hambre.

«No recuerdo la última vez que desayuné, almorcé y comí. Hago una sola comida y por lo regular es arroz acompañado por alguna vianda hervida. Hace más de cuatro meses que a la carnicería no viene el pollo y los huevos por la libreta. El pan de la cuota se lo dejo a mi nieto. Lo dices y no se cree que profesionales como yo, en Cuba andemos con los zapatos rotos, andrajosos y hambrientos. Gracias, Fidel”, expresa con sarcasmo.

Comer en Cuba es una misión casi imposible. Ya no se trata de alimentarse con más o menos calidad. La persona que desayuna, aunque sea un pan con aceite y sal, almuerza arroz y frijoles y de vez en cuando come carne de res, cerdo, pollo, pescado o huevo, puede considerarse un tipo con suerte.

Un informe de la ONU publicado en abril de este año confirma que los cubanos de 14 a 60 años sufren malnutrición. El Programa Mundial de Alimentos lamenta que la diversidad dietética sea limitada. “La dieta del hogar cubano promedio es pobre en micronutrientes y no es suficientemente sana y diversa, debido a la limitada e inestable disponibilidad de alimentos nutritivos, factores socioeconómicos y malos hábitos alimentarios”, apuntó el demoledor informe del Programa Mundial de Alimentos, adscripto a la ONU.

Según un informe de julio de 2024 del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el 89% de la población en la Isla vive en la pobreza extrema.

Sondeos de Food Monitor Program arrojaron que tenga pocos o muchos ingresos, reciban o no dólares, las familias cubanas destinan casi la totalidad de sus ingresos a comer. El déficit de nutrientes, la falta de inocuidad en los alimentos, así como el estrés asociado a la inseguridad alimentaria son “un hecho que está teniendo consecuencias adversas en la salud de los cubanos». Y subrya que el “fenómeno del hambre oculta”, usado por la FAO para describir la subalimentación prolongada, está “muy presente en la sociedad cubana”, que consume más carbohidratos y azúcares mientras carece de frutas y vegetales frescos, cárnicos y lácteos, que ha generado altos índices de diabetes, hipertensión y gastritis, entre otros padecimientos.

Richard, 56 años, cajero de un banco, afirma que “a partir de 1959, en Cuba nunca nadamos en la abundancia. Pero unos años atrás no era un lujo comerse un pan con tortilla y tomar un batido de plátano. Eso ahora solo lo pueden comer solo personas con mucho dinero. En esta ‘crisis coyuntural’ de Díaz-Canel estamos pasando más hambre que durante el Período Especial en la década de 1990, cuando mucha gente bajó un montón de libras y por falta de proteínas se te caían los dientes. En esa época, por la libreta daban más productos. Ahora nada más viene a la bodega arroz y azúcar”.

Mirta, profesora de música, opina que aunque comer es la prioridad número uno de los cubanos, las carencias se acumulan por montones. «El estado constructivo de la ciudad es lamentable. Cuando cae un chubasco se derrumba un edificio. El transporte urbano no funciona. La basura se acumula en las esquinas. Falta el agua, abundan las enfermedades y los virus. No hay medicamentos. No hay nada. Pero siguen construyendo hoteles cuando los que hay están vacíos y cada vez vienen menos turistas. No se invierte en la agricultura ni en modernizar las termoeléctricas y mejorar la infraestructura. Cuba es un Estado disfuncional gobernado por un clan corrupto”.

Julián, residente en Cienfuegos, a 300 kilómetros al este de La Habana, repasa la lista de calamidades: “Mientras los cienfuegueros no tenemos ni agua con azúcar para aliviar el hambre, los funcionarios del partido, Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas cada vez están más gordos. La gente se pregunta de dónde sacan el dinero para abrir bares, paladares y centros nocturnos. Todo el mundo sabe que ellos son los dueños de esos lugares y colocan a testaferros en su nombre. Sufrimos apagones de ocho a doce horas diarias, montañas de basura se acumulan en las calles sin que nadie las recoge y no tenemos aspirina para aliviar el dolor de cabeza”.

Hilda, jubilada de Santiago de Cuba, a más de 900 kilómetros al este de la capital, confiesa que se siente tan frustrada e impotente que «muchas veces he pensado en suicidarme. No tengo familiares en el extranjero ni posibilidades de emigrar. Cada vez que me veo en el espejo, arrugada y con mal aspecto siento que no vale la pena vivir en este infierno. En este país nada funciona. A veces ni la pensión puedo cobrar, porque no hay dinero en los cajeros. Apagones a toda hora, hace cuarenta días que no entra agua en mi barrio. En esas condiciones se alzarte en la loma o ahorcarte”.

El déficit de agua potable provocó protestas en varios municipios de La Habana. Olivia, ama de casa de Centro Habana, manifiesta que “los cubanos vivimos al límite. Nuestros hijos emigran o se enganchan al alcohol y las drogas. No quieren estudiar porque no le ven sentido. Un carretillero vendiendo aguacates gana diez veces más que un graduado universitario. Sales a la calle y solo encuentras problemas. Frente a mi casa existe una montaña de basura que nadie recoge. Los vecinos estamos cansados de ir al partido municipal y comunales. Siempre lo mismo: o te caen a mentiras o se justifican diciendo que no tienen combustible o sacar a relucir el bloqueo”.

Daisy, cuentapropista, vive en el Reparto Sevillano, municipio Diez de Octubre, muestra las fotos que ha hecho en su celular: «Hace más de quince días que no recogen la basura en mi zona. Las ratas hacen fiesta en esa hediondez. Algunos vecinos tiran bolsas de heces fecales en los basureros, esparciendo el mal olor y la asquerosidad por todo el barrio. Estamos viviendo peor que en la más atrasada aldea africana”. 

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