Por Roberto Álvarez Quiñones.
El proverbio "no se debe tropezar nunca con la misma piedra" surgió en la Grecia clásica. Otro muy añejo es su antítesis: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra", que fue esbozado por Confucio cuando dijo "el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla". O sea, quien no aprende de la realidad cometerá siempre los mismos errores.
La sabia conclusión de Confucio (hace 2.500 años) va de la mano de la de otro genio, Albert Einstein, para quien repetir lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes, es una clara expresión de locura.
Hago este preámbulo filosófico a propósito de las nuevas medidas devastadoras aplicadas por el régimen en Cuba contra el sector privado, que lógicamente han sido percibidas como la repetición de errores cometidos anteriormente, con lo cual surge la pregunta ¿por qué?
Me refiero a nuevos decreto-leyes que asfixian a las MIPYMES y demás negocios privados, a una resolución para "la contratación y comercialización de productos agropecuarios" y para "fortalecer el funcionamiento de la empresa estatal socialista", y a la creación del insólito Instituto Nacional de Actores Económicos No Estatales (INAENE), para el cumplimiento de "las proyecciones para corregir distorsiones y reimpulsar la economía".
O sea, son un déjà vu de la "Ofensiva Revolucionaria" de hace 56 años, y del "Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas" de hace 40 años.
Fidel y Raúl Castro, más que errores han cometidos canalladas.
Pero mucho ojo, no estamos ante la repetición de errores por ineptitud, falta de experiencia o conocimientos. No lo fueron hace décadas y mucho menos lo son ahora.
La sexagenaria historia del castrismo muestra que Fidel y Raúl Castro más que errores han cometidos canalladas a capricho, a propósito. Por ejemplo, ambos, y también el argentino Guevara, conocían perfectamente las terribles experiencias en la Rusia bolchevique y luego en China al implantar el comunismo.
En China, en los años 50, Mao Tse Tung colectivizó a la fuerza las tierras agrícolas, creó comunas asombrosamente improductivas y confiscaba las cosechas a los campesinos. Llamada pomposamente "Gran Salto Adelante", aquella barbaridad derrumbó la producción agropecuaria, toda la economía. En unos 20 años, murieron de hambre unos 30 millones de chinos.
También los Castro sabían que Lenin se percató de que la colectivización de las tierras era lo que estaba matando de hambre a millones de rusos, y en 1921 implantó la Nueva Política Económica (NEP). Se regresó a la producción libre de los campesinos, se crearon medianas y pequeñas empresas privadas agrícolas e industriales. Los campesinos podían vender por su cuenta el 90% de sus cosechas y contratar trabajadores. Se duplicó la producción agropecuaria. El hambre desapareció. Pero regresó tan pronto Stalin puso fin a la NEP.
Conociendo las consecuencias de aquella estatización de tierras en Rusia y China, Fidel Castro hizo lo mismo en Cuba. Incumplió incluso su promesa de realizar una reforma agraria y entregar las tierras a campesinos y a obreros agrícolas. Al contrario, estatizó el 77% de todas las tierras confiscadas a sus legítimos dueños, y creó versiones castristas de los hambreadores sovjoses y comunas chinas.
Desde entonces, se obliga a los campesinos cubanos a entregar al Estado el 80% de sus cosechas, a precios miserables. Y el Gobierno tiene el monopolio del comercio agropecuario del país (Acopio). Así, el comandante derrumbó tanto la producción de alimentos que tan pronto como en marzo de 1962 surgió la "libreta". Increíblemente, aún vigente.
Lo peor fue que aquel desastre no le bastó, y en marzo 1968, con su "Ofensiva Revolucionaria" dio el puntillazo a lo que quedaba de economía de mercado en la Isla. Desmanteló los 57.280 negocios privados que aún subsistían. Alegó que sus dueños eran "holgazanes en perfectas condiciones físicas, que montan un timbiriche, un negocio cualquiera, para ganar 50 pesos todos los días".
Por cierto, inadvertidamente Fidel Castro se calificó a sí mismo de holgazán, pues siendo estudiante universitario (y pandillero), con dinero enviado por su padre compró un puesto de fritas en la concurrida esquina habanera de Infanta y San Lázaro. Solo iba al negocio a recoger la venta de cada día.
Con la perestroika Castro I se espantó y volvió al estalinismo.
Pasaron 18 años de aquella "ofensiva" y, para agradar a Moscú y que aumentase los subsidios a Cuba, Castro I suavizó la asfixia del centralismo estalinista-guevarista con el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), un modelo de cálculo económico aplicado en la URSS desde la muerte de Stalin.
En la URSS aquello no salvó al comunismo, pero al menos estaba inspirado en la racionalidad capitalista. Las empresas estatales tenían que ser rentables sin recibir subsidios, trazaban su propio plan, disponían de fondos propios, y se entregaban premios en dinero a los trabajadores. En Cuba ya en los años 60 Carlos Rafael Rodríguez había propuesto aplicar ese modelo en contraposición al demoledor centralismo estalinista del Che Guevara, pero fue ese último el que prevaleció.
Con el SDPE se abrieron mercados libres campesinos, se les dio cierta autonomía a las empresas para autofinanciarse, se entregaron estímulos monetarios a los trabajadores en vez de banderitas y diplomas. La producción agrícola e industrial se recuperó un poco y la población sintió un alivio con el "mercado paralelo" y los "mercaditos", gracias al aumento de unos 1.500 millones de dólares más al monto de dinero que regalaba el tío Volodia.
Pero al comenzar en 1985 la perestroika soviética de Gorbachov, Castro I se espantó y regresó al centralismo estalinista con el "Proceso de rectificación…", que provocó un enorme retroceso económico multifacético.
Hoy, 56 años después de la "Ofensiva Revolucionaria" y a 38 de la "Rectificación de Errores", Castro II igualmente, en vez de darle más protagonismo al sector privado, le declara la guerra cuando más se necesita de él, pues de hecho es el que alimenta, viste, calza, el que "más resuelve" en la Isla.
Esta nueva arremetida contra natura tiene un fondo mafioso.
Está claro que el equipo de Gobierno que encabezan Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero es posiblemente el más inepto habido nunca en Cuba, pero estas nuevas decisiones, indudablemente erróneas, se ajustan a la "continuidad de la revolución socialista" que imponen el dictador, ahora con título de "Líder Histórico de la Revolución", y demás dinosaurios de la Sierra Maestra.
Como el régimen necesita dinero para disminuir el fabuloso déficit de ingresos estatales necesarios (un déficit fiscal del 18% del PIB), quiere obtener fondos a la brava con multas exorbitantes, impuestos abusivos, eliminación de exenciones de impuestos a MIPYMES. En general, quiere captar ingresos que la economía estatal es incapaz de generar.
Solo en una semana de agosto se realizaron 157.331 inspecciones, que detectaron deudas al fisco por 3.000 millones de pesos que el Gobierno exige se le paguen, y fueron cerrados 360 negocios privados, según Granma.
A la vez, el régimen quiere quitarle empuje económico al sector privado independiente, y reducir la inflación con la extracción de dinero en circulación. No le importa que al reducirse la masa monetaria los consumidores tengan menos dinero, compren menos y se agrave el hambre y la desesperación de las familias.
Y hay otro detalle muy importante: sin duda en el alto mando dictatorial hay quienes, para beneficio de ellos, quieren ya desmontar el modelo centralista estalinista, que no aguanta más. Pero Castro II y demás históricos de línea dura siguen políticamente al mando. Por tanto, no es descartable que los "reformistas" agazapados estén adoptando deliberadamente medidas erróneas, pero coherentes con la "continuidad" raulista, para que el modelo centralista implosione de una vez.
Es especulación, pero ¿no es una posibilidad real? Por supuesto, el cambio que pretenden GAESA, sus compinches militares y civiles, y la burocracia gobernante más ambiciosa, sería probablemente parecido al modelo ruso actual, o una hibridación de "putinismo" con corporativismo fascista-mafioso, rasgos chinos y vietnamitas.
Pero, otra vez, ojo: también el colapso final de la economía puede conducir a escenarios muy diferentes, como otro 11J, esta vez desbordado, exitoso, definitivo.
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