Por Alías Amor Bravo.
Las malas lenguas dicen que a la salida del seminario celebrado en la Escuela superior Ñico López de La Habana el pasado fin de semana, algunos militantes del partido único que habían escuchado en silencio, entre atónitos e incrédulos, la arenga de Raúl Castro hacia las nuevas medidas económicas, mientras iban hacia sus casas murmuraban, "esto no va bien, esto no puede salir bien".
Y si esto es lo que piensan los consumidores internos del partido y de la política en Cuba, desde fuera no podemos ver las cosas mejor, por mucho que siempre nos guste apostar por el optimismo.
El proyecto de "Lineamientos" con el que el castrismo raulista quiere mejorar la eficacia de la economía cubana y corregir el déficit de las cuentas externas, más que un programa sensato de política económica, es un alegato dirigido a mantener el actual statu quo, y a reforzar un sistema económico en el que la planificación central de la economía, el socialismo de los medios de producción y las empresas estatales vinculadas al conglomerado de intereses familiares, personales, militares y de la seguridad del estado de los Castro pasen a ser el núcleo de resistencia y poder frente a cualquier intento de cambio real.
Este y no otro es el sentido de unas medidas que han sido calificadas como torpes, rudimentarias, precipitadas, improvisadas, pero que esconden una intención política primordial de sacar provecho de la actual situación de parálisis y caos en que Raúl Castro encuentra la economía tras el largo mandato de su hermano, y se prepara para una sucesión de corte dinástico, más próxima a los planteamientos birmanos o de Corea del Norte, que a China o Vietnam.
Los Castro han movido la ficha macroeconómica, esperando despertar interés internacional, haciendo lo que saben hacer mejor que nadie: ganar tiempo. Por lo menos hasta el próximo congreso comunista de la primavera, que se encargará, como siempre, de dejar todo atado y bien atado, a cambio de unos privilegios y unas migajas de poder que para algunos suponen más que una recompensa por los servicios prestados en materia de delación, represión y hostigamiento.
Porque eso es la economía cubana. No queramos ver más. Un instrumento al servicio del poder que permite a determinados individuos, los cuentapropistas ejercer actividades bajo un estricto control político para salir del paso y eliminar la tensión de tanta ineficacia, y algunas cooperativas que, en manos del poder comunista, van a tener capacidad para desarrollar algunos negocios al margen de la directriz oficial, pero nada más. Los millones de cubanos seguirán padeciendo las limitaciones de la escasez, de unos salarios reales a la baja, de una reducción de las gratuidades, y de las penalidades del desempleo y del infortunio en sus vidas. La única salida, hoy más que nunca, el exilio o la emigración, para poder alimentar a sus familias en Cuba mientras las autoridades deciden qué hacer con la doble moneda en circulación.
No creo que el congreso comunista sirva de mucho. Este partido en Cuba ha mostrado en muchas ocasiones que es profundamente reaccionario, racista y enemigo de cualquier cambio que suponga promover la sociedad civil. Ideado en la base por los Castro desde el inicio de la revolución, el comunismo cubano es una vergüenza internacional que ampara una dictadura con centenares de presos políticos en las cárceles cuyo único desafío es pedir el respeto a los derechos humanos, y donde el sindicalismo libre es perseguido y criminalizado.
Ese comunismo castrista, al que no le ha importado la destrucción de la base social de Cuba, de la familia, del orden histórico, de la cultura y del patrimonio, no tiene nada que decir de los cambios que propone Raúl Castro. Obedecerá como siempre, e incluso, puede que ataque algunas medidas por considerarlas muy "liberales".
Por eso no me extraña que Raúl Castro vaya preparando el ambiente. Sus palabras el otro día dieron motivo de preocupación,al decir que a la isla "no le queda más alternativa' que adoptar los cambios económicos que ha propuesto y que éstos se basan en las ideas de su hermano Fidel.
Tendremos más oportunidades de reflexionar con detalle sobre los que significa el documento de 32 páginas y 291 iniciativas de los "lineamientos".
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