La tentación de sugerir posibles escenarios de salida a la actual situación sociopolítica y económica de Cuba puede resultar no solo pretencioso, sino también arriesgado. Más aventurado aún sería imaginar soluciones más o menos simples o prácticas para emerger de la crisis general que ha provocado la prolongada imposición de un sistema tan ineficiente como obsoleto que -con su lastre de corrupción, deterioro moral, desarraigo y desesperanza- ha arrastrado al país a un punto crítico que pone en juego incluso nuestra propia índole como entidad nacional.
No se trata de una declaración alarmista; me limito a formular la realidad. Basta echar una mirada a los últimos 50 años de historia nacional para constatar la aguda pérdida de valores que ha venido incrementándose ante la persistencia de vivir en un estado de precaria supervivencia material, por un lado, y bajo un régimen dictatorial que castra toda manifestación de libertad o civilidad, por el otro. A esto, súmese la naturaleza evasiva e irresponsable que tipifica a este conjunto humano generador de lo que se ha dado en llamar cubanidad (que no es más que la esencia del carácter equívoco de nuestra idiosincrasia), la apatía generalizada y el éxodo permanente, para colocarnos ante el cuadro desolador de una nación que fue abortada sin haber completado la madurez necesaria y suficiente para su nacimiento.
No obstante, un panorama tan sombrío no es pretexto para enterrar la cabeza en la arena o darnos a la fuga precipitada -como es habitual entre nosotros- sino que debe concitarnos a la disposición de conocer en qué punto nos encontramos, asumir los riesgos de cometer errores en nuestros criterios y valoraciones y poner empeño en tratar de enmendar el rumbo. Hoy la disyuntiva podría ser recoger nuestros fragmentos maltratados y dispersos para reconstruirnos, o sencillamente resignarnos a dejar de ser.
Los discursos de sociólogos, historiadores, economistas y políticos de distintas tendencias y sectores de la sociedad suelen referirse a la actual crisis como "la coyuntura" por la que atraviesa Cuba. Sin embargo, ese propio concepto -coyuntura- encierra en sí dos implicaciones inmediatas: 1) Su carácter temporal, habida cuenta que toda coyuntura se manifiesta en un período de tiempo limitado, y 2) constituye un punto de inflexión para el ineludible movimiento o giro que conduzca a una vía de salida. Es preciso, entonces, definir qué elementos generales matizan la "coyuntura" de la realidad cubana actual, que para el presente análisis, podrían ser los siguientes:
- En lo económico, un país arruinado que exhibe una colosal deuda externa y que depende casi absolutamente de las inversiones extranjeras, de las remesas familiares de los cubanos residentes en el exterior y de los subsidios de aliados (también coyunturales). Existe un explosivo incremento del índice de desempleo que, según se ha anunciado oficialmente, se completará hacia 2012, cuando el número de despidos habrá alcanzado a más del 20% de la fuerza laboral y no se cuenta con la contrapartida de una economía nacional sustentada en pequeñas y medianas empresas privadas que tributen ingresos cuyos beneficios se redistribuyan al interior del país. La agricultura, la ganadería y toda la industria interna son prácticamente inexistentes y se precisa importar el 80% de los alimentos que consume la población.
- En lo social, se registra una pérdida de calidad en los servicios y prestaciones que constituían otrora indicadores favoritos de los "privilegios" del sistema -como la educación y la salud-; hay un deterioro general de los valores y predominan sentimientos de impotencia, indefensión, desesperanza, incertidumbre y apatía que alcanzan a toda la sociedad; pérdida de fe en el sistema y en sus dirigentes; el escapismo como vía de solución; el constante y sostenido éxodo al extranjero y la ausencia casi absoluta de sociedad civil independiente.
- En lo político, el monopolio del poder en un partido único que es, a la vez, Estado y Gobierno, erigiéndose como dictadura en manos de una élite militar devenida empresariado capitalista (capitalismo de Estado); política exterior que ha estado signada por la confrontación con los grandes centros de poder (Estados Unidos y la Unión Europea) y por la alianza con regímenes no democráticos; al interior del país no se reconocen los grupos y partidos de oposición y se mantiene la represión o el hostigamiento contra todo foco de resistencia cívica y de pensamiento alternativo. Por otra parte, debido a las características represivas del sistema y también por factores históricos y esenciales de los cubanos, no existe al menos una propuesta de los sectores opositores al régimen capaz de aglutinar o interesar a amplios conjuntos sociales y señalar un programa alternativo de cambios.
Otros elementos matizan la crisis cubana, como su carácter permanente -con ciclos de agudización-, y el hecho de que también abarca a la propia cúpula gobernante y a una buena parte de sus antiguos seguidores. A esto se añade la falta de ejercicio de derechos en un país donde priman la incultura cívica y la ausencia de libertades de los individuos, lo que ha conducido a la perniciosa tendencia de esperar las soluciones "desde arriba" o "desde afuera", o a la postura acomodaticia y enfermiza que prefiere retrasar las acciones hasta que el ciclo biológico haga lo suyo y se lleve de una buena vez a la gerontocracia gobernante, cuyo promedio de edad ronda o sobrepasa los 80 años, como si la desaparición de un grupo de dictadores significara, por sí sola, la instauración de la democracia.
En medio de este cuadro, el gobierno se ha tomado demasiado tiempo para aplicar medidas capaces de enfrentar la crisis general y no se muestra interesado en buscar soluciones políticas al interior de la nación. Las disposiciones oficiales recientemente anunciadas ¬-que restablecen la pequeña propiedad privada mediante empresas familiares, etc- son superficiales, extemporáneas, anacrónicas e insuficientes y no satisfacen las expectativas ni contribuyen al bienestar de la población. La reacción popular, por su parte, ha sido tan tímida como las propuestas oficiales. Incluso el anuncio de la ola de despidos que en poco más de un año arrastrará consigo alrededor de 1 millón 300 mil empleos estatales, si bien ha provocado malestar, inconformidad e incertidumbre, no ha producido siquiera una manifestación pública de protesta, pese a que el inicio del proceso de despidos coincide con el incremento de los impuestos a los cuentapropistas, la supresión de varios productos "subsidiados" de la cartilla de racionamiento, el aumento de la tarifa eléctrica y los rumores del próximo cese de otros subsidios y de la subida de los costos de los servicios de acueducto, alcantarillado y telefonía fija. El panorama social, sin embargo, muestra una calma engañosa que parece sometida a la máxima presión y que ya está liberando fuerzas a través de las peores válvulas: el incremento del delito y el auge del contrabando.
Todo esto nos coloca ante la posibilidad de varios escenarios de salida no necesariamente deseables ni forzosamente excluyentes, es decir, varios escenarios diferentes podrían confluir hacia una misma salida. Tomando en cuenta las premisas expuestas se pueden enunciar, entre otros posibles, los siguientes:
- Agudización de las carencias con el correspondiente aumento de los delitos e indisciplinas sociales, lo que puede conducir a la aplicación de medidas extremas desde el gobierno, tales como la utilización del ejército para reprimir la violencia (respuesta violenta ante la violencia, como parte de la historia y la cultura nacional) y el recrudecimiento de la persecución contra grupos de la sociedad civil independiente, lo que conduciría al surgimiento de una crisis humanitaria que podría dar lugar a la intervención de organismos internacionales a fin de ayudar a superar la inestabilidad social.
- Estampida migratoria que eventualmente provocaría un nuevo conflicto con los Estados Unidos y la posible intervención o presión militar sobre Cuba. Este escenario también podría ocasionar la intervención de organismos internacionales.
- La profundización de las medidas anunciadas por el General Raúl Castro y la aceleración de su implementación, podrían conducir -ya sea por factores potenciales o por la urgencia de remontar la crisis- a un escenario propicio al surgimiento de un sector de la población que, al independizarse del Estado, favorecería la emergencia de asociaciones con intereses propios y aceleraría el resurgimiento de la sociedad civil.
- Las supuestas fracturas dentro de la cúpula y el ejército podrían dar lugar, en medio de la desaparición o debilitamiento de la llamada "generación histórica", a la toma forzosa del poder por parte de sectores de la casta militar más proclives a los cambios, de cuyas acciones dependería el establecimiento de una junta de gobierno que, a mediano plazo, diera lugar a un proceso de democratización.
- La desaparición natural, a corto plazo, de los líderes históricos, sumada a todos los elementos que agravan la actual crisis, traería consigo un vacío de autoridad y un descontrol que podría desembocar en un caos de consecuencias impredecibles.
- La creación de futuras alianzas, mediante programas no ideologizados entre grupos opositores y de la incipiente sociedad civil independiente, podría coadyuvar al fortalecimiento de un sector de interlocutores sociales al interior de Cuba y sentar las bases de un escenario propicio para el fomento de una acción crítica efectiva que gane espacios a nivel social y comience a impulsar cambios "desde adentro", a la vez que concite y valide el apoyo internacional.
Estos escenarios tienen un carácter puramente especulativo pero se basan en elementos objetivos de la realidad actual. Ciertos eventos podrían acelerar o retardar los acontecimientos, como por ejemplo, el fin de los subsidios venezolanos a la Isla a raíz de una posible salida de Hugo Chávez del gobierno de esa nación suramericana en las elecciones de 2012, lo que precipitaría el colapso al interior de Cuba; la desaparición física de los líderes históricos, que podría colocarnos en un desenlace brusco o precipitado; o la súbita aparición de una nueva fuente de financiamiento a la dictadura, que le daría un respiro y un nuevo plazo de gracia para continuar en el poder. Un elemento de suma importancia sería un cambio en el contexto político de Estados Unidos de cara a las elecciones del propio año 2012. La posibilidad de que tomen el poder los republicanos, partidarios de una línea más dura con el gobierno cubano, modificaría sensiblemente cualquier escenario en Cuba, influyendo en el desenlace. Si coincidieran en el tiempo la salida de Chávez, en Venezuela, y la entrada de los republicanos, en Estados Unidos, se agravaría aún más el actual panorama de la Isla y podría complicarse exponencialmente la solución de una salida gradual a la crisis.También el toque de urgencia e inmediatez que los cubanos -gobierno, pueblo y oposición- suelen imprimir a cada acción, podría asfixiar las ocasiones de mejorar los escenarios o aprovechar oportunidades favorables que pudieran presentarse para evitar un contexto violento.
Abordando el asunto desde otro ángulo, hasta hoy ningún movimiento opositor interno ha sido lo suficientemente fuerte y sostenido como para obligar al gobierno a implementar verdaderos cambios. Las liberaciones de presos políticos que se han venido produciendo, previos acuerdos entre el gobierno y la alta jerarquía católica, responden a la fuerte presión ejercida por grupos de la sociedad civil independiente, lo que demuestra el poder de estos grupos cuando se coordinan las energías en aras de un objetivo común. Queda implícito que los tiempos actuales no imponen retos solo al gobierno. La disidencia "tradicional", pese a sus esfuerzos y a sus muchos años de existencia, todavía no ha alcanzado la visibilidad y madurez que requiere la "coyuntura" para contar como una fuerza que el gobierno o la opinión pública nacional tengan que tomar en cuenta, de manera que urge para sus miembros la implementación de nuevas estrategias, alianzas y programas que ofrezcan alternativas atractivas y viables capaces de romper el ciclo de apatía social y muevan al menos a un grupo representativo de cubanos a forzar por los cambios imprescindibles. La tarea es difícil: nunca antes el momento fue más propicio para recabar el apoyo de los cubanos comunes; pero tampoco fuimos jamás tan apáticos y desarraigados.
El presente análisis -naturalmente incompleto- no pretende ser un pronóstico o una predicción sobre el futuro mediato cubano; tampoco es inamovible o excluyente: muchos acontecimientos pueden sucederse que modifiquen o eliminen los escenarios que aquí se incluyen, así como también podrían apoyar el surgimiento de otros. Tampoco pretendo invalidar otras opiniones o análisis, sino tomarlos en cuenta para mejorar esta propuesta. La intención que me mueve es adelantar una aproximación al tema, establecer un debate sobre el momento que vivimos en la Cuba de hoy, examinar las circunstancias y la naturaleza de los eventos que rodean la actualidad de la Isla y, con suerte, llegar a prever las posibles salidas. Hemos alcanzado un punto crítico y es esta una hora de urgencia, pero habrá que velar por que esta vez las soluciones no se limiten a simples ajustes coyunturales o cambios de figuras. Tal vez no contamos con las fuerzas cívicas necesarias para conjurar todos los males que sufrimos y los que se nos avecinan, pero me atrevo a asegurar que algunos cubanos creemos que vale la pena intentarlo.
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