Por Miguel Iturria Savón.
Hay quienes piensan que la historia solo se escribe desde el poder, mediante manuales escolares, testimonios, biografías, medios de comunicación y otros soportes de dominación que certifican la versión de los vencedores. La historia de Cuba del siglo XX confirma la regla, pero en forcejeo con la historia de los protagonistas que saltan los bordes del ángulo sociopolítico.
En esa historia paralela se inscribe el documental Conducta impropia, de la Colección de cine cubano Dador, concebido a mediados de los ochenta para Antena 2 de Francia por Margaret Menegoz y Barbet Schroedr bajo la dirección de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, con guión de Michel Dumoulin, montaje de Michel Pion Mon y Alain Tortevoix, Dominique Merlin tras las cámaras y Nicole Flipo en la producción.
Conducta impropia, basado en entrevistas a exiliados cubanos en ciudades de Europa y América, ofrece otra mirada del país en contrapunteo con la historia oficial, recreada a través de testimonios, imágenes de desfiles y declaraciones de Fidel Castro en torno a sucesos desatados por el grupo que se adueño del poder en la isla e impuso el terror. La obra conserva frescura y actualidad aunque narra hechos de 1959 a 1980.
El título retoma la expresión usada por los oficiales para justificar las redadas masivas de los años sesenta y setenta contra hippies, homosexuales e “inadaptados al proceso revolucionario”, víctimas de delaciones y escarnio público en los barrios y centros estudiantiles y de trabajo, quienes fueron enviados a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), versión tropical de los campos de exterminio creados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Devenido clásico de nuestra cinematografía, Conducta impropia es un documental de lujo por la excelencia fotográfica, el montaje de imágenes, el paneo de los rostros, la interacción entre preguntas y respuestas, el desenfado de los entrevistados y autenticidad sin didactismo de sus testimonios; en contraste con lo expresado por F. Castro, quien enmascara la intolerancia y la represión con razones de estado.
Predominan los testimonios de artistas, escritores y ex funcionarios sumergidos en la atmósfera de una época desde la historia individual de cada uno. Desfilan en pantalla personalidades como Carlos Franqui, fundador de Radio Rebelde y ex director del periódico Revolución; Guillermo Cabrera Infante, creador del semanario cultural Lunes de Revolución; el poeta Heberto Padilla, el narrador Reinaldo Arenas Fuentes, el teatrista René Ariza, el ex prisionero político Armando Valladares e intelectuales como Lorenzo Monreal, Jorge Lazo, José Mario, Rafael De Palet, Héctor Aldao, Mireya Robles, Juan Abreu, Elaine del Castillo, Susan Sontag, Ana María Simo y Martha Frayle, entre otros que probaron ese fragmento de horror nacional no agotado aún.
Conducta impropia evoca la “Noche de las tres P” (recogida de putas, proxenetas y “pájaros”), las humillaciones colectivas y familiares desencadenadas con los procesos de depuraciones políticas y morales realizadas en la Universidad de La Habana y otros centros de enseñanza del país, previos listados y asambleas de insultos que llevaron a miles de inocentes al presidio. Detalles sobre interrogatorios, sospechas absurdas, las recogidas de hippies, homosexuales, putas, vagos y testigos de Jehová; los lugares de reclusión urbana; los ómnibus tapiados hacia los campos de Camagüey, con cercas de púas electrificadas y las jornadas agrícolas, maltratos, hambre y suicidios.
Casi nada escapa a la mirada de los protagonistas del infierno terrenal. Uno muestra los dibujos de las barracas, las celdas de castigo y las alambradas. Otro evoca el slogan del campamento: “El trabajo os hará hombres” (Lenin), parecido a “El trabajo os hará libres” (Hitler), escrito a la entrada de Auschwitz.
El filme revela el círculo vicioso de perseguidores y perseguidos e indaga el por qué de tanta paranoia, en especial la preocupación de Raúl Castro y Ramiro Valdés acerca del problema gay; recuerda al respecto el viaje de Raúl a Bulgaria y la entrevista de Ramiro con el alcalde de Shanghái (China), quien le contó como los mataron a palos en una fiesta tradicional y los tiraron al río a modo de escarmiento.
Desde las imágenes y testimonios de Conducta impropia retorna la nueva prostitución con el Estado como proxeneta, el turismo al servicio del poder, el engranaje de control a nivel de barrios y el éxodo masivo del Mariel a la Florida (22 de abril al 16 de septiembre de 1980), verdadero plebiscito contra el despotismo gubernamental.
Al visionar otra vez ese fragmento audiovisual sobre la Cuba soterrada por la represión, la censura y la indolencia colectiva, vale preguntarnos ¿qué hacíamos mientras pasaban esas cosas? o, ¿qué hacemos ahora con las variantes del horror? El por qué es imprescindible para recuperar la memoria, sanar las heridas y rediseñar la nueva nación.
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