Por Miguel Fernández-Díaz.
Nada de lo acabado de publicar como 'revelaciones' por la bandería de Los Cinco hace veraz su argumento de que la prensa miamense envenenó el juicio.
El Comité Nacional para la Libertad de Los Cinco (EE. UU.), la Asociación por la Justicia Civil (EE. UU.) y el periódico francés Libération acaban de anunciar "revelaciones" con los contratos entre la Oficina de Transmisiones hacia Cuba y 18 periodistas en Miami, que dan pie a la falacia de haber participado así en "operación de propaganda" de la Casa Blanca para crear "el clima que condenó a sanciones exorbitantes a cinco agentes cubanos".
Uno espera que tan sonados documentos revelen que Washington pagó a estos periodistas por escribir algo concreto en contra de Los Cinco, pero todo es un bluff : son los contratos por colaboraciones pagadas con Radio y TV Martí, las cuales datan de mucho antes de que las avispas cayeran en la red (septiembre 12, 1998), prosiguieron después de dictarse la última condena del caso (diciembre 27, 2001) y, sobre todo, tales colaboraciones no se oyeron ni vieron en Miami porque así lo disponía el gobierno de los EE UU en aquel entonces.
La bandería de los cinco espías penitentes de la Red Avispa imputa operación de propaganda sin identificar a sus organizadores ni esclarecer cómo los pagos por colaboraciones con Radio y TV encubrían remuneración por trabajos contra Los Cinco en The Miami Herald, El Nuevo Herald, Diario Las Américas, la radio y la televisión miamenses. Así que las nuevas "revelaciones" no sirven para otra cosa que dar más vueltas a la ruidosa matraca de los agentes de Castro que se infiltraron en los EE UU, pero no son espías, sin mejorar la calidad del argumento que viene esgrimiéndose a su favor por lo menos desde que el abogado William Norris, defensor de Ramón Labañino, usó $ 6.500 de los fondos federales para la encuesta con que el psicólogo social Gary Patrick Moran (Universidad Internacional de la Florida) pretendió demostrar la imposibilidad de juicio imparcial en Miami a personas vinculadas al castrismo.
Táctica manida.
El 15 de febrero de 1977, al comenzar la primera fase (extracción de capital) del plan castrista de colonización del sur de la Florida, Fernando Fuentes Cobas registró la aerolínea American Airways Charters (AAC) en Hialeah y estuvo operándola hasta que la aduana detectó, en 1982, su rampante contrabando a Cuba de piezas de repuesto para autos y aviones, equipos de comunicación y hasta morrales repletos de monedas de 25 centavos.
Su abogado defensor, James McMaster, solicitó cambiar la sede del juicio, ya que era imposible seleccionar en Miami jurado imparcial por causa del revuelo de los medios contra Castro. La prueba sociocientífica se encargó al mismo Patrick Moran, pero los morrales pesaban demasiado. El juez federal James Kehoe rehusó cambiar la sede y terminó por sentenciar a Fuentes Cobas a un año de cárcel y multa de $10.000. Sin embargo, Kehoe pecó de ingenuo al conceder libertad bajo fianza y Fuentes Cobas no esperó el fallo de apelación. Escapó a México, reanimó allí la carrera artística de Gina León y acabó siendo inhumado en el Panteón de los Emigrados Revolucionarios (Cementerio de Colón).
Hasta el bando anticastrista se ha valido del arte de cambiar la sede. A poco de romper con la CIA e insultar al presidente Kennedy con el panfleto Tragedia de Cuba (1963), Orlando Bosch se enredó con otras cuatro agencias federales (FBI, Aduana, Guardacostas e Inmigración) y terminó siendo arrestado el 11 de octubre de 1968 por haber cañoneado un mes antes un barco polaco en el puerto de Miami. Su abogado defensor, Melvyn Greenspahn, pidió al juez federal William O. Mehrtens enjuiciarlo fuera de Miami, ya que la prensa local asociaba a Bosch con otras acciones terroristas. La moción no prosperó y el juicio se efectuó ante jurado miamense, escogido en apenas 90 minutos, que declaró culpable a Bosch. Mehrtens lo condenó a 10 años.
Los Cinco vinieron por camino trillado al solicitar a la jueza federal Joan Lenard, el 16 de octubre de 1999, cambio de sede judicial para Fort Lauderdale. La fiscalía debió cortar de cercén la agitprop castrista con solicitud de llevar el juicio más lejos: a condado redneck donde la mayoría de la gente —como habría demostrado Moran con facilidad— no supiera quién es Fidel Castro. Pero no lo hizo y llegaría al colmo en el pleito "Ramírez contra Ashcroft et. al." (2002) sobre discriminación de hispanos por sus empleadores. El Fiscal General pidió al juez federal Paul C. Huck cambiar la sede, por ser casi imposible un juicio imparcial en Miami, y ejemplificó con el alboroto del exilio ante la decisión ejecutiva de devolver al balserito Elián González.
Miami: ¿salación judicial?
En el caso de Los Cinco, Moran encuestó por teléfono a 300 miamenses y resultó que 69% estaba prejuiciado contra las avispas; 39,6%, proclive a no ser imparcial; y 35,6% , preocupado por las reacciones del exilio si el veredicto era favorable a los agentes castristas.
La jueza Lenard denegó el cambio de sede: la encuesta de Moran franqueaba a la defensa escoger 12 jurados entre el 31% sin prejuicios, el 60.4% sin proclividad y el 64,4% sin preocupación. Aquí la fiscalía pudo exigir también que ni entendieran español ni vivieran en Hialeah, pero a la postre (diciembre 6, 2000) se constituyó el jurado con un ciudadano americano de ascendencia filipina, tres anglos, tres afro y cinco latinos. Nadie de origen cubano.
La bandería de Los Cinco troca ahora la sede por la fede en que los medios siempre hacen diana en el público y todo Miami está al tanto de las cubicherías. El alegato gira en torno a artículos de prensa escrita tildados de falaces o tendenciosos, que habrían concitado animosidad insuperable entre los miamenses contra las avispas.
Antes que dilucidar si los jurados leyeron esos artículos, veían la televisión u oían la radio hispana de Miami, o pasaron alguna vez por el restaurante Versailles, los alabarderos de Castro se empinan sobre la premisa pueril de que el debido proceso entraña silencio mediático absoluto. Vayamos a la versión más refinada del argumento: la última moción, del 12 de octubre de 2010, del jefe de la Red Avispa, Gerardo Hernández Nordelo.
Para despachar a todo Miami como sede bajo influencia de los medios, la defensa blandió dos artículos de Wilfredo Cancio Isla en El Nuevo Herald, cuatro de Ariel Remos y uno de Helen Ferré en Diario las Américas, sin verificar si The Miami Herald había atinado a darlos en inglés. Nada mejor que eludir la diversidad cultural con análisis de contenido de tres periódicos, como si no circularan New Times y otras decenas. Así pasaron por alto que, para medir la influencia mediática, es preciso estudiar las audiencias antes que los mensajes.
La culpa del mensajero.
La bandería de Los Cinco agita sobre todo el artículo de Wilfredo Cancio "Cuba usó alucinógenos al adiestrar a sus espías" (El Nuevo Herald, 4 de junio de 2001), que se basa solamente en un informe rendido al FBI por el desertor "Alex o José".
El periodista Ariel Remos sería también mercenario a sueldo de Washington, con misión encubierta de atizar el fuego contra la Red Avispa, por publicar que "Castro planeó el asesinato en EE. UU. de Jesús Cruza Flor" (Diario Las Américas, 19 de enero de 2001), así como había planeado "desembarcar armas y explosivos" en la Florida. Pero aquel plan de asesinato consta documentado hasta en el detalle de perpetrarlo con libro-bomba (Operación Paralelo, 1994) y los desembarcos planificados se confirmaron por los exavispas Alejandro Alonso (en juicio) y Ed Levy López (por televisión). Y ahora toda la matraca busca culpar al mensajero por una falla del propio servicio de inteligencia de Castro: no haber enseñado bien a sus agentes a aguantar la lengua ni haber trasmitido sus mensajes con códigos indescifrables.
Al parecer, la bandería de Los Cinco no se acuerda de que Rodolfo Dávalos, vocero en La Habana de la defensa jurídica de Los Cinco, pudo citar a su favor un comentario de Ernesto Betancourt que Rui Ferreira recogió el 30 de abril de 2001 en El Nuevo Herald: "Como están las cosas, van a poner en libertad a estos espías". Tampoco parecen acordarse de que la "revelación" original de 10 periodistas en Miami que "habían aceptado dinero del gobierno de Estados Unidos" salió en la primera plana de The Miami Herald por obra y gracia de Oscar Corral.
La tanda de documentos insustanciales que presenta ahora solo eleva la cifra de 10 a 18 periodistas, y por ahí pueden llegar hasta unos 40, como todo el mundo sabe en Miami, donde las colaboraciones pagadas con Radio y TV Martí vienen de lejos. Al menos en El Nuevo Herald pueden remontarse a 1985 con el finado Luis Aguilar León.
Coda: Nada tiene de reprochable la insistencia en romper la doble cadena perpetua de Gerardo Hernández, que parece exagerada, pero debe haber maneras más decentes de ayudar a que se cumpla la consigna "¡Volverán!", proferida por Castro casi a los tres años de haber sido detenidos Los Cinco junto con otros cinco de cuyos nombres no quiere acordarse: Alejandro Alonso, Joseph y Amarilys Santos, Nilo y Linda Hernández.
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