Por Iván García.
Saltar de una conversación de fútbol a la política doméstica cubana no es precisamente un ejercicio de equilibrio racional. Por eso Eduardo, veterinario en una cooperativa en las afueras de La Habana, hizo un silencio prolongado cuando el debate callejero emprendió un giro inesperado.
El grupo charlaba en una esquina de la barriada de La Víbora sobre el Barcelona de Lionel Messi y el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, cuando Carlos, un amigo de Eduardo, de buenas a primeras, comenzó un monólogo sobre lo difícil que en Cuba resulta poder desayunar, almorzar y cenar. Entonces el tema de las penurias cotidianas se robó la tribuna.
César, empleado bancario, señala: “Las penurias empiezan por los bajos salarios y la escasez de comida, le sigue la falta de viviendas y los problemas del transporte. La lista es más larga. Cada día se hace más difícil vivir aquí”.
En la calle, las diatribas contra Raúl Castro suelen ser agrias e incluso ofensivas. El difunto caudillo populista sigue despertando cierto respeto entre los cubanos, sean apolíticos o detractores del régimen castrista.
Pero Raúl, elegido a dedo por Fidel después que el 31 de julio de 2006 por problemas de salud éste se apartara del poder, no inspira la misma consideración entre la gente de a pie. Sin cortapisas, no pocos habaneros, marginales en su mayoría, le llaman ‘Raula’, ponen en duda su hombría y cuentan chistes sobre su sexualidad.
Existe la percepción popular de que Raúl es más represor que su hermano. “Si tiene que tirar los tanques a la calle, pa’ que esta mierda no se caiga, sin pensárselo dos veces lo hará”, manifiesta un vendedor de periódicos.
Quienes alguna vez tuvieron trato con Raúl Castro, como el escritor Juan Juan Almeida y la ex periodista de la televisión estatal Lissette Bustamante, conocieron facetas poco conocidas del actual presidente de la república: la de un padre y un abuelo que adora a sus hijos y nietos, un hombre organizado que sabe escuchar.
Nikolai Leonov, viejo zorro de la KGB, que conoció al General cuando en los años 50 era un simple activista de la Juventud Socialista , en un informe a la inteligencia soviética lo retrató de cuerpo entero: un eterno conspirador.
Con discreción, Raúl Castro, ha estado en todas las cacerías de brujas y purgas acontecidas en estos 59 años de revolución. Desde el fusilamiento a los pilotos de la fuerza aérea de Batista y el proceso de la microfacción hasta el caso Ochoa y la destitución de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque.
“Raúl es más comunista que su hermano. Fidel solo creía en él. Si se lo propone, Raúl puede ser cruel, pero tiene los pies en la tierra”, asegura una persona que lo conoció cuando era ministro de las FAR.
A pesar de su fama de tipo repulsivo y sin mucho talento político, en sus once años al frente de los destinos de Cuba, autorizó reformas económicas más amplias que en la etapa de Castro I y derogó absurdas normativas que convertían al cubano en ciudadano de tercera categoría en su propia patria, como la legalización de la compra y venta de autos y casas, los viajes al exterior y alquilar hoteles exclusivos para turistas extranjeros.
Aunque ha mantenido la represión a la disidencia en la Isla y la injerencia cubana en Venezuela, Castro II negoció en condiciones ventajosas la deuda financiera de Cuba con diversos países y logró restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos sin ceder un milímetro en sus obsoletos principios políticos.
Según fuentes de todo crédito, la decisión de Raúl Castro de retirarse del poder es inapelable. Pero mientras viva, seguirá siendo primer secretario del partido y, a la sombra, cumplirá un importante rol dentro de las alcantarillas del poder. “Eso es lo que a él le gusta. Manejar los hilos del poder, detrás del poder”, afirma un ex funcionario.
El aplazamiento de su jubilación no parece ser una jugada dilatoria. Algunos analistas consideran que el actual estado de cosas, crisis en Venezuela, retroceso en las relaciones con Estados Unidos y una economía al filo de la navaja, pudo haber influido para que Raúl reconsiderara la decisión de jubilarse en febrero de 2018.
El ex funcionario considera que “se ha armado más barullo afuera que adentro. Creo que ese aplazamiento es debido a que se retrasaron, por causas del huracán Irma, las elecciones de los candidatos municipales. Los plazos que quedan hasta febrero son muy estrechos para poder elegir a los nuevos diputados. No creo que sea una jugada de Raúl para mantenerse como presidente dos meses más”.
A Daniel, barbero, no le interesa cuándo Raúl se va a jubilar ni quién lo va sustituir. “Se va mantener el mismo estilo de gobierno que nunca ha funcionado. Los cubanos seguiremos pasando las de caín pa’conseguir comida. Lo que a mí me interesa, y supongo que al pueblo también, es que haya cambios que de verdad mejoren nuestra vida, no el cuento de la buena pipa que llevan haciéndonos desde hace 59 años”.
Lo que debiera interesar a los cubanólogos es la falta de carisma y exiguas cualidades de la nueva hornada de políticos en el país. Casi todos se sienten incómodos ante las cámaras. Sus discursos son mecanicistas y trillados. Sustituyen su pobre creatividad cortando y pegando frases de discursos pronunciados por Fidel Castro.
Nunca sonríen en sus comparecencias. Siempre se les nota serios, como de mal humor y su expresión patética pide a gritos un asesor de imagen. Pero lo que más preocupa a los ciudadanos es que no tienen la menor idea de cómo se administra eficientemente una nación.
El gran problema de Cuba no es Raúl Castro. Es lo que viene detrás.
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