viernes, 19 de abril de 2019

La democracia no se come, dicen cubanos.

Por Iván García.

La democracia no se come, dicen cubanos

“Tener comida, un techo seguro y dinero suficiente para vivir con decoro. ¿Qué más? Poder hacer turismo. Quisiera visitar la Torre Eiffel en París, Disneylandia en Orlando y ver un partido de fútbol del Real Madrid en el Santiago Bernabeu”, responde sobre su futuro Luis Julio, estudiante de un preuniversitario habanero.

“¿Y la democracia, los derechos humanos, la libertad de expresión?”, indago en voz baja. Hace una pausa. Abre los ojos, zarandea la cabeza de un lado a otro y contesta: “Me da igual mientras tenga asegurado lo que dije. No me gusta la política”. Opiniones como la de Luis Julio no son una excepción entre los cubanos de la calle.

¿Tenemos un gen defectuoso que nos permite adaptarnos a vivir simulando y aplaudiendo a un régimen autocrático? ¿Estamos enajenados? Ni siquiera Orestes, psiquiatra con veinte años de experiencia, puede ofrecer una respuesta certera. Se anda por las ramas. Enumera tesis aburridas. Habla del Método Pavlov, menciona el Síndrome de Estocolmo. Pero no va al grano cuando le pregunto si las estrategias de adoctrinamiento ideológico que utiliza el régimen cubano están avaladas por estudios científicos sobre el comportamiento humano.

Para el psiquiatra Orestes, “el comportamiento de los seres humanos hacia el poder se ha estudiado meticulosamente. El comunismo, que puede funcionar o no, es una teoría científica. Pero todas esas teorías políticas, da igual que sean liberales, neoliberales, socialdemócratas, democristianas o marxistas, se basan en estructuras de poder que se supone benefician a las mayorías, lo que no ha sucedido. Ni la dictadura del proletariado ni el capitalismo desarrollado ni la actual globalización están exentos de errores. Y a eso súmale que los que gobiernan son seres humanos y, por tanto, cometen errores. Transgreden las teorías políticas por simple ambición de poder”.

¿Es eso lo que ha sucedido en Cuba? ¿Fue Fidel Castro un tramposo que estafó la aspiración democrática de los cubanos? Héctor, licenciado en ciencias políticas, considera que el sistema de la Isla no es democrático, pero tampoco es una tiranía a la vieja usanza. Desde su punto de vista “el socialismo que se aplicó en Europa del Este, y todavía se aplica en Cuba, parte de errores groseros que cometieron tanto Lenin como Stalin. El comunismo sigue siendo una utopía. El socialismo como sistema político no debiera ser una aberración ni ser antidemocrático”.

Y añade que Fidel Castro debió seguir el modelo de los países nórdicos, pero optó por el socialismo soviético, “que recompensa a sus partidarios, pero anula y reprime al que piensa diferente. En Cuba no existen libertades plenas. No se puede hablar de democracia cuando los que se oponen al sistema no disponen de un mínimo espacio legal. Después de sesenta años de adoctrinamiento en la prensa y en la educación, es lógico que todas esas personas que viven rodeadas de dificultades provocadas por una economía ineficiente, deseen cambios que les permita elevar su calidad de vida material y no les importan las libertades de corte políticas”, asegura Héctor.

En un artículo, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner cuenta que al historiador ruso Alexander Yakovlev le preguntó ¿por qué fracasó el comunismo? Yakovlev le dijo:”Porque va en contra de la lógica humana”.

Yadira, abogada, tiene claro que la libre competencia, tribunales independientes y la menor intervención posible del Estado en la economía son factores claves para el desarrollo de una nación. “Los Estados deben velar porque todas las personas tengan las mismas opciones. El color de la piel, la religión o la ideología no deben ser un impedimento para acceder a la universidad, ocupar un cargo de dirección y disfrutar de bienestar gracias a tu trabajo y estudios. En los sectores de salud pública, educación y defensa, el Estado debe velar por el cumplimiento de las leyes, y en el sector privado, además, debe administrar los impuestos. Pero oponerse al gobierno o manifestarse públicamente son derechos universales. La marcha contra el maltrato animal, el domingo 7 de abril, donde cientos caminaron desde la esquina de 23 y J hasta el Cementerio de Colón, en Zapata y 12, Vedado, pudiera marcar un antes y un después en Cuba. Una verdadera democracia debe apoyar las iniciativas populares y estar por encima de cualquier sistema político”.

Esa marcha, por cierto, fue convocada a través de las redes sociales por Cubanos en Defensa de los Animales, una agrupación que a pesar de no ser oficial, fue autorizada por el gobierno. Algo que no han logrado los disidentes ni los activistas de derechos humanos en Cuba, con excepción de las Damas de Blanco entre 2003 y 2016.

Abiertamente anticastristas, hay opositores que por su estilo de trabajo y falta de transparencia demuestran desconocimiento de los principios democráticos. En ocasiones parecen una versión de Fidel Castro vestidos de civil. Otros segmentos de la oposición también rechazan el castrismo, pero apuestan por un socialismo moderno y al denunciar públicamente al régimen utilizan un vocabulario distinto.

Si en algo coinciden los expertos y los ciudadanos de a pie es que el país necesita reformas profundas, pero difieren en la metodología para producir esos cambios. Lo que sigue llamando la atención es que las palabras democracia, derechos humanos y libertad de expresión son consideradas contrarrevolucionarias por muchos cubanos.

Ernesto, cajero de un banco, puede estar una hora describiendo sus aspiraciones, criticando el mal desempeño de la economía y los altos precios de la comida. Pero cuando usted le pregunta sobre el derecho a huelga o si le gustaría pertenecer a un partido que no fuera comunista, mira a un lado y otro de la calle. Lo primero que le viene a la mente es que el periodista que menciona esos temas es un provocador o un agente del G-2 (Seguridad del Estado). “Men, el día que tengamos comida, buenos salarios y viviendas decentes, a la gente no le preocuparían los derechos humanos ni la democracia. Pero el gobierno es tan ineficiente que ni comida puede asegurarle al pueblo”.

Sesenta años de dinastía verde olivo han condicionado el comportamiento de la mayoría de una población, que dentro del territorio nacional suele ser apolítica, indiferente, apática. Si a quienes desean irse les preguntas los motivos, alegan que se marchan por razones económicas, no porque estén en contra del sistema político imperante en Cuba. Sin embargo, cuando ponen un pie fuera, a la hora de solicitar asilo, sea en el país que sea, con una ligereza espeluznante, se declaran “perseguidos políticos” y sin sonrojarse inventan haber realizado acciones contestatarias.

A veinte personas, diez hombres y diez mujeres, con edades comprendidas entre los 19 y 70 años, Diario Las Américas les preguntó si consideraban a la democracia una prioridad. Solo cinco (dos hombres y tres mujeres) contestaron afirmativamente. Los otros quince prefirieron eludir el tema, alegando que “la democracia no se come”.

¿Son nuestros compatriotas diferentes al resto de los habitantes del planeta? Quisiera creer que no.
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