Marihuanero, guaposo, percusionista con pocos rivales, misógino y explosivo. El derrotero turbulento del gran músico cubano ha quedado atornillado a las buenas herramientas investigativas de la escritora y musicógrafa Rosa Marquetti Torres, en su Chano Pozo. La vida (1915-1948).
Marquetti ha venido a reforzar y a alumbrar ese espacio que quedaba en las penumbras del imaginario popular y que no nos dejaba ver a un Chano que, ya antes de partir definitivamente a Estados Unidos, era autor de más de medio centenar de rumbas y guarachas, muchas de ellas estrenadas en el Norte a espaldas suyas y sin que percibiera remuneración alguna.
La investigadora ha hundido sus manos en la oscuridad que rodea a Chano: desde sus primeras andanzas en la antigua calle Sitios (Centro Habana) y no en el barrio de La Timba, en el Vedado, como se pensó hasta hace poco. Su fulgurante comienzo bajo la tutela del "Guajiro" Amado Trinidad en RHC Cadena Azul, sus incursiones por algunas agrupaciones cubanas en boga, sus dos viajes a Estados Unidos, el periplo europeo con el gran Dizzy Gillespie, y su muerte inútil a manos del boricua Eusebio "El Cabito" Muñoz.
El Chano compositor, su entrada a la banda de Gillespie y los pormenores de una gira europea de la que hasta ahora había detalles inconexos, han sido el ariete de esta investigación.
El 29 de septiembre de 1947 -en la mítica sala neoyorquina Carnegie Hall- se marca un punto de inflexión que el mundo musical no podrá esquivar: Chano se estrena con la big band de Dizzy. El bebop, ese ritmo frenético y loco, escapado de la vieja escuela del jazz, sufrirá esta noche una torcedura en el tobillo que lo va a marcar para siempre. Chano se planta con sus tumbadoras en el mismo escenario, codo a codo, que Ella Fitzgerald y Charlie Parker (desgraciadamente la actuación de la Fitzgerald -apunta Rosa Marquetti-, no pudo registrarse por dificultades en el micrófono). También se estrena la suite Cubana Be, Cubana Bop, de George Rusell. Pero al grito de ¡Manteca!, ya nada va a seguir igual.
Para esta edición del libro (la primera viene de la Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2018), Rosa Marquetti ha incluido un subcapítulo titulado "La mirada de un norteamericano y un vaticinio iluminado".
Fue como un regalo, ha comentado ella. Cuando ya estaba en imprenta la edición colombiana, llegó a sus manos "la digitalización de un artículo aparecido en junio de 1944 en la revista neoyorquina Variety" al que se le confiere gran importancia.
El periodista norteamericano Edward Perkins visitó La Habana en 1947 y se hizo acompañar de Chano Pozo por una ciudad que tenía musicalmente milimetrada. Para el reportaje, Perkins -asombrado hasta el delirio y la ingenuidad por Chano- se fue como un sabueso que sigue al amo, en este caso, el verdadero rey de la percusión, un revolucionador de sonoridades.
Perkins capta a un Chano Pozo incomprendido y que probablemente haya acompañado a Miguelito Valdés en su actuación con la Orquesta Casino de la Playa. Lo deja entrever Perkins, lo deja caer la autora de Chano Pozo. La vida (1915-1948):
"Las dudas sobre la eventual incidencia de Chano con la Casino de la Playa, de todos modos continúan, si tomamos en cuenta varios elementos: las grabaciones de Miguelito Valdés con la orquesta dirigida por Guillero Portela se extendieron desde 1937 hasta 1940. Las primeras grabaciones se produjeron el 17 de junio de 1937 y en los archivos de la Victor consta la documentación detallada sobre aquellas sesiones, que cita Cristóbal Díaz Ayala en su Enciclopedia discográfica. En ella se indican los instrumentos y músicos participantes (11 en total) y se adjudica a Miguelito Valdés la percusión. El nombre de Chano no aparece. Más allá, no hay documentación fiable que asegure la presencia de Chano, aunque, insistimos, es muy probable que, como afirma Perkins, haya estado en ellas con su bongó o tumbadora, sobre todo en los numerosos afros, sones afro, guarachas, pregones y, sobre todo, congas de comparsas que Valdés grabara con la Casino de la Playa en aquel período".
El libro relaciona unos 63 temas compuestos por Chano Pozo y asentados en el registro autoral de la República de Cuba entre 1939 y 1947, año en el que el tumbador parte definitivamente del país.
Solo por citar algunas piezas, echemos una ojeada: 08/05/1939 "San Julián María bombo", 05/06/1939 "Suana boroco", 15/06/1939 "Anana baracotinde", 15/06/1939 "Blen blen", 15/06/1939 "Guagüena yambo", 01/08/1939 "Pimpampun San Julián María bombo", 05/08/1939 "Boniatillo y mamey", 05/08/1939 "En Guadalajara"(…), 16/03/1942 "Oh, Manana", 17/07/1942 "Sono el clarín", 17/07/1942 "Zarabanda", 01/08/1942 "Te voy a cantar", 10/05/1943 "Déjame cantar", 18/05/1943 "Qué sabroso tú bailas", 18/05/1943 "Ya la rumba"y 22/05/1943 "Jau miau quiquiriquí".
La labor de Rosa Marquetti es encomiable, desde su blog Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, echa luz donde puede y donde cree y se lo pide su responsabilidad personal con la historia de Cuba.
Gracias al excelente cruce de datos, entrevistas a estudiosos y una paciente labor de correspondencia entre la autora e investigadores y conocedores del fenómeno de la música cubana en EEUU se aclaran aquí algunos de los mitos que rodean hasta hoy a Chano.
El músico regresa a finales de noviembre de 1948 desde Carolina del Norte a intentar comprar unas tumbadoras que le habían robado a él -y unos trajes a Dizzy-, pero decide no volver a la gira. En el trasiego diario, ya en Nueva York tiene el encontronazo de -probablemente- haber sido estafado por "El Cabito" a causa de 15 dólares de marihuana trafucada en hierbas sin efecto alguno.
Lo demás es historia mal contada, ajustada hoy por la maestría de Rosa Marquetti: fueron cinco disparos al cuerpo del rey del tambor allí en el interior del Bar Río Café. No estaba por poner "Manteca" en ninguna victrola, el bar no contaba con tal artefacto. Se desplomó y llegó muerto al hospital ese 2 de diciembre siniestro. Solo queda el luto y un percutir sin fin hasta nuestros días.
Se agradece una biografía como esta, llena de documentos anexos y fotos inéditas, tanto de los archivos de la autora como de colecciones particulares cedidas para la ocasión. Lo merecen Chano Pozo y la música cubana y sus melómanos empedernidos. Disfruten.
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