domingo, 21 de abril de 2019

Las bienales del castrismo.

Por Pedro Corzo.

El cinismo de la dictadura totalitaria cubana no conoce límites, pero la abyección de sus secuaces, particularmente los que se desempeñan en el sector intelectual, es una profunda muestra de cómo se descompone el creador cuando sirve al poder.

El castrismo, una herramienta represiva cuyo único objetivo es el control, siempre gustó tinturarse de creadores que le sirvieran incondicionalmente, de ahí la consigna de Fidel Castro, un hombre talentoso y brillante que nunca creo nada a excepción de un régimen despiadado e ineficiente y un folleto, “La Historia me absolverá” que los cubanos evidentemente nunca leímos con atención porque nos hubiéramos percatado que el sujeto prometía un mundo a su exclusiva conveniencia.

Fidel no fue capaz de teorizar sobre su única obra, el “castrismo”, pero si fue preciso en su consigna a los intelectuales, un parte aguas que los creadores de la época debieron asumir que presagiaba el fin de sus derechos creativos y hasta de su libertad de conciencia, “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”.

El régimen impuso el control cultural, de ahí la otra frase: “inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país”, que debió alarmar a los creadores cubanos, “lo primero es la Revolución misma. Y después, entonces, preocuparnos por las demás cuestiones”.

Y luego apuntar de forma demoledora: “Es decir, que el campo de la duda no queda ya para los escritores y artistas verdaderamente revolucionarios; el campo de la duda queda para los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sientan tampoco revolucionarios”.

Después de esta afirmación numerosos creadores cubanos siguieron sirviendo al régimen por un miedo que invalidó su conciencia o peor, por un plato de lentejas que algunos terminaron comiendo en la cárcel.

Ante estos conceptos expresados por el dictador en jefe y por la obra destructiva de su régimen de 60 años a ningún observador o víctima del castrismo debe sorprenderle el reciente Decreto 349 y otros que le precedieron, ni la encarcelación de los intelectuales libres que se oponen al control del pensamiento y de la obra, como tampoco la exclusión de artistas críticos de lo que acontece en la isla.

Las bienales castristas, así como los congresos culturales de cualquier tipo celebrados bajo el auspicio del régimen, no pueden ser genuinos foros de la creación. Un evento que se realiza en el marco de la censura y la amenaza de prisión como les ocurrió a la creadora y activista Tania Bruguera y a Luis Manuel Otero Alcántara, es un fracaso, porque sin libertad, condición que se perdió en 1959 en Cuba, no es posible al arte.

Esta penosa realidad es la que determinó que varios artistas cubanos dirigieran una carta abierta a sus pares invitados a la Bienal de La Habana demandándoles solidaridad con los creadores que se oponen al Decreto 349, especificando que los firmantes son artistas vulnerables por haberse opuesto a la ley que criminaliza la producción artística. También piden a los participantes de la Bienal invitar a artistas independientes que fueron perjudicados por el decreto y a compartir con ellos los espacios o escenarios de exhibición del evento.

Es fundamental que los intelectuales libres, los creadores que solo responden a su conciencia, al igual que organizaciones como el Pen Club Internacional se manifiesten categóricamente contra estos fraudes del castrismo, de ahí la importancia de la reciente declaración del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio que preside José Antonio Albertini, que afirma que“el castrismo en su condición de depredador del pensamiento libre no cesa en sus ofensivas contra la libertad, y en brindarle al mundo, una imagen en la que los cubanos hacen dejación hasta de su propia vocación artística por la Revolución, tal y como exigiera Fidel Castro en las reuniones que sostuvo en 1961 con intelectuales cubanos en la Biblioteca Nacional de Cuba”.

Hay una realidad incontrastable, todos los eventos que se celebran en Cuba tienen que ceñirse al pensamiento oficial, responder a los intereses del régimen, en particular los relacionados con actividades creativas, en consecuencia los artistas que participan en estos eventos deben tener mucho cuidado de no convertirse en víctimas o victimarios del totalitarismo.
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