Una casa de renta en La Habana.
Cuando aparecieron los primeros casos de COVID-19 en Cuba, ya Rachel llevaba un mes sin recibir turistas en su hostal de la Habana Vieja. El 2019 había terminado mal respecto al año anterior, y el 2020 se anunciaba como difícil al disminuir el número de turistas extranjeros que visitan la isla. Rachel pensó que tendría mejor suerte a partir de marzo y hasta junio pero el cierre de fronteras aniquiló sus esperanzas.
En el 2015, ella y la hermana que vive en los Estados Unidos, decidieron invertir en su actual negocio. Entre la adquisición de la casa y el acondicionamiento para la renta a extranjeros, emplearon unos 200 mil dólares pero, según confiesa, ni siquiera ha podido recuperar el quince por ciento de esa cantidad y ahora, convencida de que posiblemente jamás logre el total, prueba con otras opciones de gestión de su pequeña empresa que al menos la ayudarán a ganar el sustento diario en un contexto que todo indica irá de mal en peor.
Aunque Rachel diseñó su negocio como producto de altos estándares y dirigido exclusivamente a extranjeros, desde hace dos meses se ha visto obligada a “acortar la vara” con que mide y selecciona la clientela, así lo que aún se promueve en internet y en el catálogo de Airbnb como un “hostal de ambiente familiar” y “tranquilo” se transformó en un alquiler por horas para encuentros casuales, es decir, un “tumbadero para matar jugadas”, como se les llama en el argot popular.
“Nunca les quise alquilar a cubanos ni por horas porque sabes lo que pasa, rompen las cosas, ensucian, gritan, además no se les puede cobrar lo que a un turista pero no tuve otra opción. Estoy a riesgo de que me quiten la licencia porque no estoy autorizada a abrir mientras dure esto”, explica Rachel visiblemente nerviosa al responder las preguntas.
De los 35 dólares diarios que cobraba por habitación, que podían llegar a 40 cuando incluía el desayuno, Rachel primero bajó la tarifa a 10 dólares por noche pero no resultó.
“La gente no tiene dinero, los que antes podían pagar porque tenían alguna búsqueda (ganancias ilegales) o buenos salarios, ahora están en crisis como todo el mundo (…). Cuando puse la noche a 10 dólares solo vinieron dos parejas pero entonces por aquí los demás (negocios de renta) comenzaron a cobrar 5 (dólares) y tuve que bajar el precio también, ahora cobro 3 sin poner el aire acondicionado y 4 con aire, así es como he podido levantar un poco”, cuenta la emprendedora.
La falta de turismo terminará de hundir la economía y los negocios particulares serán los más afectados.
Poco antes del cierre de fronteras en marzo, Elier, también dueño de una casa de renta, ganaba entre 4 mil y 6 mil dólares mensuales por alquilar solo a extranjeros la casa de lujo que tiene en Nuevo Vedado. Actualmente cuando logra llegar a los mil dólares le parece un milagro porque lo usual es que recaude unos cien por semana, habiendo acudido al alquiler por horas a parejas de cubanos o a grupos de personas que los fines de semana usan la piscina de 8 de la mañana a 8 de la noche, por lo cual cobra un poco más.
“Me parece estar viviendo una pesadilla. Yo abrí esto en 2013 y tuve que poner mucho dinero en restaurar la casa y hacer la piscina (…). Por suerte no tuve que comprar la casa, es la misma donde nací, pero la concebí como de lujo y gasté mucho dinero adaptando uno de los garajes como apartamento e importando cosas desde Europa, juegos de sabana, toallas, adornos y ahora me veo alquilando a cualquiera que toque a la puerta y por 10 dólares (la noche)”, asegura Elier quien también ha tenido que esconderse de los inspectores para alquilar pues les está prohibido operar en las actuales circunstancias.
“Yo mantengo el anuncio en internet pero si alguien llama, como no sé si es un inspector, le digo que es porque pagué (el anuncio) para que lo renovaran. Casi siempre alquilo a quien llega recomendado pero no estamos para escoger (…), así no se gana mucho pero me cuido de una multa o que me retiren la licencia (…). Me dijeron que cuando abran (las fronteras) no van a dejar que los turistas se alquilen en casas de renta, que los obligarán a quedarse en hoteles, así que tendré que adaptar el negocio de manera definitiva. No queda otro remedio”, dice Elier con resignación.
En una situación similar está Dámaso, vecino de Elier que también se dedica a alquilar su casa a extranjeros. Aunque se resistió al cambio, desde hace unas semanas comparte clientela con quien lo animó a transformar su empresa personal “de lujo” en una posada de bajo costo.
“Elier me llamó un día porque le coincidieron dos clientes y no quería perderlos, la cosa no está como para eso (…), primero le dije que no pero después lo llamé y nada, a alquilar por horas, que es lo que hay (…). Ahora es acostumbrarse a la miseria. Antes ganaba entre mil y dos mil pesos (dólares, al mes), ahora son 10 pesitos por aquí, cinco por allá pero no llego todavía a los cien dólares, lo justo para pasar el mes”, dice Dámaso, que además enciende los aires acondicionados solo cuando llega el cliente porque las ganancias actuales no alcanzan para pagar la electricidad.
Al igual que los de Rachel, Elier y Dámaso, otros negocios de renta se han visto obligados a transformar el concepto inicial e incluso se preparan para permanecer así por largo tiempo pues circulan rumores de que, al abrir las fronteras, las cerca de 5 mil habitaciones que el emprendimiento privado aportaba al turismo mediante convenio con las instituciones estatales quedarán excluidas en la reapertura, quedando solo los hoteles pertenecientes a las cadenas administradas por el gobierno como único destino para los extranjeros que decidan viajar a la isla.
La falta de turismo llevará a muchos negocios particulares al cierre definitivo.
“Se supone que será una de las medidas para evitar contagios descontrolados. Los turistas que vengan tendrán que hospedarse exclusivamente en hoteles donde están con más cuidados y con menos contactos. No podrán hacerlo en casas de renta”, afirma un funcionario del Ministerio del Turismo con el que indagamos respecto al tema.
Pero ninguna de las otras fuentes consultadas de la misma institución de gobierno ha confirmado que se trate de una disposición existente en vías de ser aplicada.
No obstante, casi todos los dueños de casas de renta a los que preguntamos coinciden en que no les sorprendería algo así, incluso se preparan a la espera de tal disposición, y se han apresurado a realizar cambios que les aseguren al menos mantenerse a flote. De igual modo, la probable exclusión muchos no la ven como efecto de una medida sanitaria sino como una estrategia económica, a tono con la competencia desigual a que siempre los ha condenado el gobierno en su afán por priorizar las empresas estales, en un esquema político-económico donde la “empresa privada”, aunque reconocida en la actual Constitución, todo indica que ha sido solo un “mal necesario”.
La realidad es que varios organismos internacionales, entre ellos la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, auguran tiempos duros para el turismo en la región con caídas nunca antes vistas, y la economía cubana, que ya venía atravesando una crisis profunda, no escapará al desastre, mucho menos si decide enfrentar la situación con medidas nada objetivas y de trasfondo ideológico que afectarían a pequeñas empresas como las casas de renta a extranjeros, entre otras.
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