domingo, 21 de febrero de 2021

El racismo revolucionario.

Por Ramón Fernández Larrea.

El canciller Bruno Rodríguez ha puesto él solito el tema en la parrilla: “El Gobierno cubano erradicó la discriminación racial institucionalizada y lo demás son “restos'”.

Y entre esos “restos” están todos y cada uno de los ataques oficiales que ha desatado el estreno del video y la canción “Patria y vida”, por parte de conocidos artistas cubanos de las dos orillas, a los que distinguen dos coincidencias: el hartazgo de tanta doctrina y tanta palabrería, y que todos son de la raza negra.

Incluso, otro cubano combativo, sin cuidar mucho sus palabras, se sintió obligado a criticar al cantante Yotuel, del grupo Orishas, con esta sentencia discriminatoria: “si no fuera por Fidel, serías un negro limpiabotas”. Es decir, que ser limpiabotas es una vergüenza y no un trabajo honesto del que Fidel libró a Yotuel, aunque siguió siendo negro y por tanto tenía que estar agradecido.

Ser limpiabotas, en Cuba, era en realidad un oficio de pobres. Hasta que más tarde, el comandante en jefe repartió la pobreza, erradicó a los limpiabotas y los zapatos casi a la misma vez. Pero tengo para los que piensan como ese hombre que atacó a Yotuel una mala noticia: Ibrahim Ferrer, uno de los grandes cantantes cubanos, con la revolución siguió siendo negro y limpiabotas. No lo salvó Fidel, sino Ry Cooder, y gracias a él y a Buenavista Social Club tuvo una segunda vida.

El tema musical “Patria y vida” ha soltado los perros de presa. El aparato del Partido lo ha visto como una rebelión y los rancheadores han salido. Desde las instituciones y los órganos de prensa, que, por supuesto, pertenecen al estado, han partido los cazadores de hombres a capturar a los cimarrones. No se puede permitir una fuga o una conspiración. Sean 4 o 20, o 5 y 9 o doble dos, no se debiera tolerar, porque entonces la dotación se alborota. Otros en la plantación comenzarían a preguntarse la razón de esas cadenas. Y no hay respuestas. Solo la violencia.

Así que el triste Bruno (el poeta andaluz Miguel Hernández diría “el bruno Bruno”) ha intentado poner el parche, no antes que salga el grano, sino porque sabe que el grano es grande, lleno de pus y no se puede ocultar. La dictadura mantiene, el pensamiento esclavista. Está escrito entre líneas que un negro no se puede rebelar. Un negro no le puede responder a los que mandan. Un negro no puede sostenerte la mirada, desafiante, a quienes supuestamente “lo han liberado” y luchan para que tal vez sus hijos y su familia pasen hambre, pero no sea limpiabotas. Un negro triunfa porque Fidel nos trajo la felicidad, si no, lo que le tocaba era prisión o limpiar zapatos encorvado, en silencio, a los pies del poder.

El Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR) ha declarado que "La política oficial del Estado cubano durante mucho tiempo ha estado marcada por la ceguera ideológica frente a la discusión abierta de la problemática racial". Y hoy, gracias a esos ataques nada solapados contra quienes asumieron, frente a los que han hundido al país, una visión distinta, un grito que dice que “se acabó”, porque hace mucho tiempo “está trancado el dominó”, se destapan todas las visiones y posturas racistas que predominan en el entretejido de los guardianes de la dictadura: porque un negro tiene que estar agradecido con Fidel, con la revolución, con el Partido y con el grito de “Patria o muerte”. Porque lo único que han hecho los que mandan es enlutar a la patria, cortarla en pedacitos, y ofrecer a sus habitantes la muerte como única opción.

La patria es otra cosa. La patria es el sitio donde uno debería vivir feliz. En la patria se prospera, se vive en paz criando y educando a los hijos. La patria no te cercena, no te vigila, no te amedrenta. En la patria un policía trabaja para cuidar tu tranquilidad, no crea la intranquilidad, no abusa, no es más importante que el ciudadano común. La patria no es un campamento militar donde caminan, orondos, esos generales y coroneles que se atiborran de medallas y brillitos, y que ven en quienes no están de acuerdo un enemigo o una deserción.

Y en esa patria que defienden los amanuenses del Granma y otros papeluchos oficiales, y en todos los tarugos que quieren mantener en pie la carpa de la dictadura, solamente hay, como única opción, sufrimiento y muerte. Y odio a los que rompen las cadenas, levantan la vista con valentía y dicen, de frente, lo que piensan.

Eso es lo que les molesta y atemoriza. Un grupo de morenos desagradecidos decidieron gritar lo que casi todos tenemos en la mente. Cerrar para siempre un tiempo que solamente le ha traído dolor al pueblo cubano y empezar a buscar una nueva vida. Una patria en la que se aleje la muerte y todos podamos vivir. Y se asustan porque saben que esos simples mortales pudieran unir a muchos cubanos de aquí y de allá: negros, limpiabotas, blancos, mulatos, gente honesta que se cansó de viejas palabras y consignas vacías. 

Que rabien los racistas y los esquemáticos, y los esbirros a quienes les sube la presión cuando el pueblo no obedece o no dice “gracias” si le rompen palos en el lomo. Ellos intuyen que Yotuel, Gente de Zona, Maikel Osorbo, Luis Manuel, Descemer y otros, han derrumbado la puerta de la cárcel y están invitando a que todos salgamos a buscar un país nuevo. 

Una patria donde haya vida y se pueda ser negro, limpiabotas, sin agradecerle a un dictador la infelicidad disfrazada.

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