Por Tania Díaz Castro.
Pan racionado.
El proverbio que dice “Lo que mal comienza, mal acaba” sugiere que el desmoronamiento del socialismo en la Unión Soviética y el fin del castrismo en Cuba comparten el mismo destino.
Ambas dictaduras comenzaron de igual manera: en la URSS tenemos el asalto sorpresivo al Palacio de Invierno en 1917 y más adelante a un Stalin con sus millones de muertos. En Cuba podemos señalar el recorrido de los barbudos hacia La Habana en 1959 y un Fidel Castro que destruye la economía del país y provoca miles de fusilamientos y presos políticos.
El mismo final.
En los años finales del socialismo soviético, lo mismo que en la actualidad de Cuba, algo similar se mantiene: la prohibición de actividades económicas y el control de las comunicaciones para el lavado de cerebro.
En 1989, la URSS estaba destruida. Se habían cumplido 72 años de dictadura comunista. En 2021, Cuba también está totalmente destruida tras 61 años de tiranía, pese a haber sido alguna vez el segundo país en desarrollo de América Latina.
En 1989 el Kremlin se reunió a puertas cerradas y puso punto final al socialismo soviético. Al día siguiente, los moscovitas conocieron la noticia y guardaron silencio. Nadie protestó. En Cuba ocurrirá lo mismo.
La escasez de pan en la URSS.
Antes del colapso del socialismo soviético, los moscovitas se levantaron un día con la noticia de que el pan había desaparecido: comenzaron a recorrer en vano las panaderías. No había pan.
El alcalde de Moscú, Gavril Popov, tuvo que hablar por la televisión para calmar a la gente. La escasez se debía, dijo, a problemas con la mano de obra y el transporte. Para resolver esto, aumentó los sueldos de los panaderos en un 100% y pidió ayuda a los reclutas para transportar el producto. Por último, Popov propuso privatizar lo más rápidamente posible las panaderías y los camiones de la ciudad.
El colapso definitivo.
Días después, la URSS se disolvió y los soviéticos pasaron, de la noche a la mañana, a una economía de mercado, al estilo capitalista.
Hoy, el régimen castrista sigue teniendo grandes dificultades para llevar el pan a la mesa de los cubanos. En más de medio siglo no ha podido desarrollar la cultura del pan ni producirlo en formas y sabores variados. Jamás lo ha distribuido de forma gratuita, aun siendo un régimen comunista.
En Cuba la Policía llega acompañada de inspectores a cualquier panadería y carga con el administrador, con los panaderos y hasta con el pan. Luego, durante días, los timbiriches del barrio no tienen pan para vender.
La chismografía del barrio sugiere que la harina de trigo importada no llegó a tiempo, o que no hay levadura, sal o incluso agua. El pan, esa bolita que cada día vende el Estado por persona, no siempre con un peso de 80 gramos, nunca ha dejado de ser un gran dilema para Cuba.
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